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La OMS, entre dos aguas: gestionar la alerta de la ómicron y evitar estigmatizar a los países que detectan nuevas variantes

El organismo sanitario alerta de que el riesgo global de la nueva versión del virus “se evalúa como muy alto”

Personal sanitario realiza una PCR a un viajero en el aeropuerto de internacional de Sídney (Australia).
Personal sanitario realiza una PCR a un viajero en el aeropuerto de internacional de Sídney (Australia).James D. Morgan (Getty Images)
Jessica Mouzo

La Organización Mundial de la Salud (OMS) mantiene la alerta sobre la nueva variante del coronavirus ómicron, detectada en Sudáfrica hace unos días. La comunidad científica todavía no tiene la certeza de que esta versión del virus sea más transmisible y escape a las vacunas, pero los primeros indicios han encendido las alarmas de la OMS, que este lunes ha advertido en un documento técnico de que el riesgo global de la ómicron “se evalúa como muy alto” y ha pedido extremar las precauciones. Aunque, eso sí, sin estigmatizar a los países que han descubierto la nueva variante. El director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha insistido este lunes en que a Sudáfrica “debería agradecérsele y no penalizarla” por este hallazgo. Parte de Europa, Australia, Marruecos y Estados Unidos, entre otros, ya han cerrado fronteras con varios países del sur de África para evitar que la ómicron se cuele en su territorio. Pero, por ahora, ya son al menos nueve los países europeos —España incluida— que la han detectado.

La OMS baila entre dos aguas: por un lado, mantener la alerta del potencial peligro que supone esta nueva variante y, a la vez, evitar que se desincentive la búsqueda de nuevas versiones del virus por las medidas que ejercen el resto de países para protegerse a sí mismos. Todo ello, en un engranaje internacional donde su capacidad operativa es limitada —no puede intervenir en la soberanía nacional de los 194 países miembros— y tampoco hay directrices comunes a nivel global. Cada país manda en lo suyo. Pero el coronavirus no entiende de fronteras, ha recordado el director de la OMS: “Aunque en otras regiones se observan tendencias estables o en declive, si hay algo que hemos aprendido es que ninguna región, ningún país, ninguna comunidad ni ningún individuo está a salvo hasta que todos estemos a salvo”.

Sudáfrica notificó a la OMS la detección de la nueva variante el pasado 24 de noviembre y, en apenas dos días, el Grupo Técnico Asesor sobre la Evolución del Virus del Sars-CoV-2 (TAG-VE), un equipo independiente de expertos que monitoriza y evalúa periódicamente la evolución del virus y sus mutaciones, recomendó catalogarla como variante de preocupación. Esto es, que tiene un riesgo para la salud pública mundial porque puede suponer un aumento de la transmisibilidad, un incremento de la virulencia o sortear el efecto de las medidas de protección, como las vacunas.

El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una rueda de prensa.Vídeo: LAURENT GILLIERON (AP) | REUTERS

Para Daniel López-Acuña, exdirector de Emergencias de la OMS, la actuación de Sudáfrica y del organismo sanitario internacional ha sido la adecuada: “Sudáfrica y la OMS han hecho lo que correspondía con transparencia y celeridad. La OMS ha lanzado una alerta, no ha alarmado con pánico ni paranoia. El problema está en que con esa información ha venido la bunkerización de los países, que han optado por aislar a Sudáfrica, pero no con un sentido de salud pública, sino casi paranoico y político, para hacer ver que hacen algo”. El especialista insiste en que el cierre de fronteras no tiene sentido porque la variante ya está en Europa —Reino Unido, Portugal, Bélgica y Países Bajos, entre otros, han confirmado casos—. “Para frenar la variante, menos reducción de vuelos y más medidas de protección y vigilancia dentro de los países. No se puede estigmatizar a Sudáfrica. Las variantes van surgiendo y mientras no controlemos la incidencia y aumentemos la vacunación, seguirán apareciendo”, zanja López-Acuña.

El cierre de fronteras como respuesta a la aparición de la ómicron también ha despertado la preocupación de la OMS. Precisamente, este lunes, en el marco de una asamblea extraordinaria del organismo sanitario para negociar un tratado de preparación de pandemias, Tedros ha lamentado: “La variante ómicron demuestra por qué el mundo necesita un nuevo acuerdo sobre pandemias: nuestro sistema actual desincentiva a los países de alertar a otros sobre amenazas que inevitablemente aterrizarán en sus costas”.

La OMS está a merced de los países y su margen de maniobra es muy limitado. Puede alertar y recomendar, pero no ordenar, explicaba hace unas semanas a EL PAÍS el director regional de la OMS para Europa, Hans Kluge, a propósito de las críticas que recibió el ente internacional por su papel en la investigación del origen del coronavirus en China: “A día de hoy, yo no tengo el mandato para ir de forma independiente a un país y analizar todos los datos y todos los equipamientos. La OMS no es una inspección internacional, estamos simplemente ahí para ayudar a los países y son los Estados miembros los que nos gobiernan y los que deben darnos más capacidades”, defendía Kluge. López-Acuña coincide en que la OMS “no es una Interpol sanitaria”: “El problema que tenemos es que muchos países no quieren ceder soberanía nacional en materia sanitaria. La OMS no es un ente independiente, es una asociación de 194 países”.

A diferencia del inicio de la pandemia, cuando la OMS fue duramente criticada por su lentitud en la evaluación del riesgo que suponía el coronavirus, los expertos consultados admiten que esta vez, el ente internacional ha actuado con agilidad. Alberto Infante, profesor emérito de Salud Internacional de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, apunta que, tras aquellos primeros días, la OMS “hizo algo de autocrítica y ahora son más proactivos en la necesidad de actuar con más rapidez”. Y también Sudáfrica ha sido diligente, insiste Rafa Vilasanjuán, miembro del consejo de dirección de GAVI, la alianza global para la vacunación: “La reacción de Sudáfrica ha sido ejemplar: en 36 horas ha detectado el grupo y ha transmitido la información. China, por ejemplo, no lo hizo así en su momento”, recuerda.

Los próximos días serán clave para constatar si esta variante es tan problemática como apuntan los primeros indicios. Por lo pronto, Infante señala que los casos detectados en diferentes países en menos de una semana “puede ser un dato indirecto de la propagación de la variante”. “No es para estar tranquilos. La evidencia es suficiente para declararla como una variante de preocupación”, insiste el experto, aunque admite que la credibilidad de la OMS puede verse tocada si al final la amenaza se queda en nada. Es un riesgo, no obstante, que hay que correr, apunta: “Si la variante se comporta como dicen en Sudáfrica, no tendremos tiempo a reaccionar. Con lo que hoy se sabe, todo indica que es mejor pasarse de prudente”.

Tedros ha reprochado también este lunes en su discurso inaugural de la asamblea de la OMS, las trabas que se encontraron en los primeros días de la pandemia: “La falta de intercambio de información y datos por parte de muchos países en los primeros días de la pandemia obstaculizó nuestra capacidad colectiva para obtener una imagen clara de su perfil y trayectoria. La falta de intercambio de muestras biológicas obstaculizó nuestra capacidad colectiva para comprender cómo evolucionaba el virus. Y la falta de un enfoque global consistente y coherente ha resultado en una respuesta fragmentada y desarticulada, generando malentendidos, desinformación y desconfianza. El tejido del multilateralismo se ha deshilachado”.

Equidad en la vacunación

El auge de nuevas variantes está motivado, en buena medida, por la inequidad en el acceso a las vacunas: Europa va por el 70% de la población vacunada y África, por el 7%. Según Tedros, “más del 80% de las vacunas del mundo se han destinado a los países del G-20, mientras que los países de bajos ingresos, la mayoría de ellos en África, han recibido solo el 0,6% de todas las vacunas”.

En un mundo globalizado no hay fronteras que valgan y cuanto más se replica un virus, más posibilidades hay de que aparezcan mutaciones que pongan en jaque lo logrado hasta ahora para contener la pandemia. “Estamos así porque no se ha entendido que hay que llevar vacunas donde no hay. Y las donaciones no son la solución porque el gran problema es que, mientras aquí [en los países ricos] haya demanda elevada de vacunas, no hay suficientes vacunas para los otros países”, lamenta Vilasanjuan. Covax, el Fondo de Acceso Global para Vacunas contra la covid, ha enviado a los países en desarrollo 550 millones de dosis, pero el compromiso inicial de llegar a final de año con el 20% de la población de todos los países vacunado, es un imposible, admite Vilasanjuan: “Hay una sobredemanda de los países de rentas altas. Falta compromiso para acabar con la pandemia y es preciso un empujón. Tedros lleva diciéndolo desde hace tiempo y el posicionamiento es claro, pero la OMS no puede hacer nada más”.

Tedros, por su parte, ha insistido este lunes en que la equidad en la vacunación “no es caridad”, sino la mejor solución para salir de la pandemia: “Cuanto más persista la inequidad con las vacunas, más oportunidades tendrá este virus de propagarse y evolucionar de formas que no podemos predecir ni prevenir”, ha avisado. La OMS ha reclamado mejor gobernanza y financiación del ente internacional.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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