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EE UU empieza a vacunar a los presos islamistas de Guantánamo

El Pentágono justifica la medida en la protección de la salud de los empleados del penal

María Antonia Sánchez-Vallejo
La base estadounidense de Guántanamo
La base estadounidense de Guantánamo (Cuba), en una imagen de abril de 2019.Alex Brandon (AP)

El ritmo de vacunación contra el coronavirus en EE UU es tan galopante que en muchos lugares del país hay más oferta de viales que demanda; es el caso, por ejemplo, de la ciudad de Nueva York. Con el 25% de la población completamente inmunizada, y el 40% habiendo recibido al menos una dosis, la campaña se amplía este lunes a los menores de 16 años y también a los presos de Guantánamo (Cuba).

Con el objetivo de proteger a las tropas estacionadas en la base militar que EE UU tiene en la isla, y donde están recluidos presos de la guerra contra el terrorismo lanzada tras los ataques del 11-S, el Comando Sur de EE UU, responsable de esa jurisdicción, había solicitado autorización el año pasado a la Administración de Donald Trump, dado que los presos islamistas, entre los que se encuentran Jalid Sheij Mohammed y otros cuatro acusados de participar en la trama terrorista del 11-S, son “una comunidad de alto riesgo”, informa este lunes la edición digital del diario The New York Times. Las autoridades del penal invocaron el pasado 23 de diciembre “la convención de Ginebra [sobre presos de guerra] y las directrices del Departamento de Defensa” para justificar la vacunación.

Pero las críticas generadas por el plan, que habría puesto a los detenidos por delante de la población estadounidense, retrasó la decisión hasta el pasado 1 de febrero, cuando los estadounidenses apenas si empezaban a beneficiarse de las vacunas, tras ser inoculados los grupos de riesgo prioritarios. Para este lunes, las 1.500 personas que residen en la base, entre personal militar y empleados civiles, ya habían tenido acceso a la vacuna, según informa el diario. Un número indeterminado de empleados de Guantánamo rechazaron ser vacunados.

De ahí que el Pentágono informara este lunes al Congreso de su intención de poner a disposición de los internos las dosis sobrantes “en cuestión de horas”, justificando la oferta en la protección de los trabajadores del penal que no han querido vacunarse. La inmunización no es obligatoria para los empleados militares o civiles del Departamento de Defensa.

Tampoco es obligatoria para los presos, y se desconoce cuántos de los 40 internos han mostrado intención de vacunarse. Muchos de ellos llevan ya dos décadas entre rejas, y algunos acarrean dolencias crónicas. El mayor es un hombre de 73 años, aquejado de varias enfermedades, entre ellas diabetes e insuficiencia coronaria, factores de riesgo ante el virus. Se les administrará la vacuna de Pfizer-BioNTech, que requiere dos dosis.

A diferencia del renqueante ritmo de vacunación en otras partes del mundo, la velocidad del proceso en EE UU ha permitido que incluso las tribus nativas o autóctonas, especialmente afectadas por la pandemia, registren un nivel de inmunización más avanzado que muchos países de la UE, por ejemplo. Pese a numerosas barreras técnicas, como por ejemplo la conservación en frío de las vacunas de Pfizer y Moderna, las naciones indias habían vacunado a la mayoría de su población a mediados de marzo, poniendo a disposición de otras tribus y de comunidades vecinas las dosis sobrantes.

Entre los grupos más reticentes a la vacunación se encuentran la población afroamericana y los blancos de religión evangélica. Los territorios gobernados por republicanos presentan también cifras mucho más rezagadas que aquellos administrados por demócratas.

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