Un nuevo tiroteo añade tres víctimas al registro de muertos de la epidemia de violencia armada en EE UU
Un individuo mata a tres personas y hiere gravemente a otras dos en Wisconsin dos días después de una matanza en Indianápolis que dejó ocho muertos
Al menos tres personas han muerto esta madrugada y otras dos han resultado heridas de carácter grave en un tiroteo registrado en un bar de Kenosha (Wisconsin). El Departamento del Sheriff del condado precisó en un comunicado que el suceso tuvo lugar en el pueblo de Somers poco antes de la una de la madrugada de este domingo, hora local (las siete de la mañana en la Península). La policía identificó al autor de los disparos como un individuo de raza negra y consideró el suceso un hecho “concreto y aislado”. “No creemos que exista una amenaza para la comunidad en estos momentos”, dijo el sargento David Wright, portavoz del sheriff. El tirador se dio a la fuga y este domingo estaba siendo buscado por las autoridades.
Aunque se considera que un tiroteo masivo es aquel en el que se registran al menos cuatro víctimas mortales, el ataque de Kenosha no es un suceso más, sino otra gota que rebosa la infinita cadena de muertes violentas por armas de fuego en EE UU, que causa 106 bajas al día. El pasado jueves, ocho personas resultaron muertas y cinco heridas cuando un joven abrió fuego de manera indiscriminada en un almacén del servicio postal FedEx en Indianápolis (Indiana).
El autor, de 19 años, había comprado los dos rifles semiautomáticos con los que perpetró el ataque pese a que hace un año la policía le requisó una escopeta después de que su madre alertara a las autoridades acerca de su inestable estado mental. Cómo logró hacerse legalmente con los rifles pese a las advertencias constatadas es una pregunta recurrente en este tipo de casos, que demuestra tanto el fácil acceso a las armas como el repetido fracaso de las medidas de control. Según informa este domingo el diario The New York Times, el joven, que acabó con su vida tras perpetrar la matanza, no estaba sujeto a la llamada ley de alerta roja vigente en Indiana, una especie de fichero de individuos que suponen un grave riesgo para la comunidad por su propensión a la violencia.
La matanza de Indianápolis y las registradas en las últimas semanas en EE UU, como la de Atlanta, con ocho muertos, dirigida contra salones de masaje en los que trabajaban miembros de la comunidad asiática americana, han reabierto el debate sobre la necesidad de un mayor control de las armas en el país, una limitación defendida reiteradamente por el presidente Joe Biden. A finales de marzo, el mandatario pidió prohibir las armas de asalto, tras un tiroteo en un supermercado de Boulder (Colorado) que dejó diez víctimas mortales. El 8 de abril, Biden presentó un paquete de medidas para limitar, entre otras, la fabricación de las armas denominadas fantasmas, o caseras, aquellas se ensamblan a partir de piezas diversas y que carecen de número de serie. Este viernes, el mandatario pidió al Senado medidas para reforzar el control sobre las armas de fuego para que este tipo de violencia deje de ser “algo demasiado normal”. “La violencia armada es una epidemia en Estados Unidos, pero no debemos aceptarla, sino actuar”, dijo Biden.
Pese a la declaración de bancarrota -para reestructurarse- de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas inglesas), el lobby más poderoso del sector en el país, es prácticamente imposible que las medidas legislativas para un mayor control de este tipo de armamento salgan adelante en el Senado, donde los demócratas tienen una mayoría exigua y necesitarían, al menos mientras siga vigente el sistema del filibusterismo, el voto de diez republicanos para la aprobación de cualquier medida.
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