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La lentitud en el proceso de vacunación empeora las perspectivas de rápida recuperación en EE UU

Los Ángeles prohíbe a las ambulancias derivar a pacientes inviables al hospital por la falta de camas y personal médico

María Antonia Sánchez-Vallejo
Enfermos de coronavirus aguardan para ser atendidos en un hospital de Los Ángeles, este martes.
Enfermos de coronavirus aguardan para ser atendidos en un hospital de Los Ángeles, este martes.ETIENNE LAURENT (EFE)

A juzgar por el ritmo de inmunización de Nueva York, donde a comienzos de esta semana apenas 110.000 personas, de una población de ocho millones, habían recibido la primera dosis de la vacuna, la lentitud es el denominador común de la respuesta a la covid-19 en el país más afectado del mundo, con más de 350.000 muertos y una ratio diaria de casi 130.000 hospitalizaciones. Más de dos tercios de los 15 millones de dosis de las vacunas de Pfizer y Moderna distribuidos en el país no han sido aún administrados. Mientras, ciudades como Los Ángeles bracean aún en la emergencia, prohibiendo a las ambulancias derivar a los hospitales a pacientes inviables por falta de camas y de personal médico, mientras los muertos se suceden a un ritmo de un deceso cada diez minutos.

En Nueva York, la demora en la administración del suero -cuya primera dosis se puso hace más de tres semanas- ha provocado la correspondiente tormenta política, con las autoridades federales, estatales y locales culpándose mutuamente de las deficiencias logísticas que han limitado la distribución de los viales a un cuarto del total de los recibidos hasta ahora en la ciudad (480.000). Solo 690 personas se habían puesto la preceptiva segunda dosis a última hora del lunes.

Las razones del retraso se deben, según funcionarios de los distintos niveles de la Administración, a reglas demasiado restrictivas sobre la idoneidad de los receptores prioritarios, hospitales sobrepasados por problemas de logística y un ritmo más lento de lo previsto en residencias de mayores, donde este lunes solo habían sido vacunados 11.000 internos, según el Ayuntamiento neoyorquino.

Lejos de remitir, la pandemia no da tregua en Nueva York: el promedio de positividad de los últimos siete días de diciembre fue del 8,8%, aunque 49 distritos superaron el 10%. Por eso no es de extrañar que las colas para realizarse una PCR gratuita ante las unidades móviles de laboratorios privados, concertados con grandes hospitales como el Mount Sinai, proliferen de la mañana a la noche en una ciudad que fue la zona cero de la emergencia en la primera oleada, en primavera, y que ahora, cuando algunos barruntan la tercera, se desayuna a diario con noticias de contagios masivos, como el que ha afectado a un convento de Albany, la capital del Estado, con nueve religiosas muertas solo en diciembre.

Un panorama inquietante al que se añade el primer caso confirmado en el Estado de la variante más contagiosa del virus detectada en el Reino Unido, el de un hombre de unos 60 años que se recupera favorablemente, pero cuyo contagio revela, según el gobernador del Estado, Andrew Cuomo, la transmisión comunitaria. “[La cepa británica] está más extendida de lo que creemos”, ha dicho Cuomo.

Para acelerar la inmunización, la ciudad ha abierto este martes los dos primeros de un centenar largo de centros de vacunación efímeros, habilitados en consultas, centros de salud y ambulatorios y que, teóricamente, aliviarán la presión sobre los hospitales que hasta ahora administraban el suero. Se prevé que a finales de enero operen 125 de estos centros, es decir, el doble de los que la dispensaban hasta ahora.

El parón en el proceso de vacunación por las navidades ha complicado las previsiones de las autoridades sanitarias, que consideran que a este ritmo harán falta más de cuatro años para inmunizar a todos los habitantes de la ciudad, según apuntaba el diario The New York Times este martes. A los centros recién habilitados pueden sumarse en breve cinco más abiertos las 24 horas al día, con el objetivo de administrar 100.000 dosis a la semana, ha anunciado este martes el alcalde, Bill de Blasio.

Nadie quiere pronunciar la palabra maldita, confinamiento, ni siquiera cierre parcial de la economía -los puntos de vista al respecto de Cuomo y De Blasio, ambos demócratas, son radicalmente opuestos-, pero lo cierto es que los negocios de restauración funcionan a medio gas, con la prohibición de consumir en el interior y la obligación de cerrar a una hora temprana, mientras la omnipresente publicidad institucional sobre el uso de mascarilla y la necesaria distancia social se las ve, aún, con anuncios negacionistas del virus, una manifestación residual pero enérgica del impacto de las noticias falsas sobre la pandemia.

Si tal es la situación en Nueva York, esa burbuja tan poco representativa de la América profunda, en las zonas con mayor incidencia del virus, como Colorado o California, que precedieron a Nueva York en el registro de contagios por la cepa británica, la crisis sanitaria hace tiempo que está desarbolada. En Los Ángeles, las autoridades pidieron el lunes a las ambulancias que no trasladen al hospital a enfermos de covid-19 que no tengan probabilidades de sobrevivir, dada la falta de camas y recursos humanos y una red de hospitales al borde del colapso.

California, el Estado más densamente poblado del país, con 40 millones de habitantes, registró el lunes 72.911 casos de covid-19, récord absoluto desde el inicio de la emergencia. Los últimos días las ambulancias han tenido que esperar horas para descargar a los pacientes que trasladaban, saturando también la respuesta de los equipos de emergencias. Este martes el país contabilizaba 20,8 millones de casos de coronavirus, así como 355.000 muertes y una cifra récord de 129.000 hospitalizaciones.

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