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Ángela, la omnipresente guardiana de las malas citas de Tinder

En los últimos años, iniciativas y productos para la protección de mujeres se ha multiplicado y diversificado, pero no todas sus implicaciones son positivas

Un cartel de la iniciativa 'Pregunta por Ángela' en la puerta de un baño.
Un cartel de la iniciativa 'Pregunta por Ángela' en la puerta de un baño.Julián Rojas
Isabel Valdés

Un bar lleno la noche de un viernes, una cita de Tinder que se está torciendo o un hombre al que se acaba de conocer y que se acerca más de lo que la mujer que tiene enfrente quiere o que toca más de lo que ella le permite. Podría ser cualquier pub cualquier noche, pero si ocurre en determinados locales de Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Portugal, Australia o España esa mujer puede ir a la barra y preguntar por Ángela, que no es alguien sino algo, un código para que los camareros sepan que la cosa va mal, ayuden a la mujer a salir de allí e identifiquen a la persona en cuestión. Funciona de la misma forma —con un cartel en el baño que explica la iniciativa, Ask For Angela [Pregunta por Ángela, en español]— en establecimientos de varios continentes desde que la campaña, nacida en Reino Unido en 2016, se hizo viral.

En España funciona en discotecas de Barcelona, Ibiza y Tenerife, como explicó la patronal del ocio nocturno el año pasado, Spain Nightlife, cuando publicaron un informe sobre las agresiones en los locales. Dijeron que eran “residuales” y, según sus datos, concluían que el acoso había caído un 11,84% en el último año, de 2017 a 2018. “Evidentemente, trabajaremos para que no se produzca acoso contra las mujeres cuando se estén divirtiendo, pero, por suerte, estos casos constituyen algo aislado”, afirmó José Luis Benítez, presidente de la patronal el pasado marzo, consciente de que el ámbito nocturno está asociado a una mayor probabilidad de que las mujeres sufran algún tipo de violencia sexual. En 2018, que es del último año que hay datos consolidados, los delitos en torno a la violencia sexual fueron los que más crecieron: un 23,2%, según la Fiscalía; los datos de Interior cifran en 1.702 los delitos de violación y en 12.109 las agresiones y abusos sin penetración.

Cartel de la iniciativa Pregunta por Ángela, dice: Hola, soy Ángela. ¿Estás en una cita que no está yendo muy bien? ¿Sientes que no estás en una situación segura? ¿Tu cita de Tinder o Plenty of Fish [otra app para ligar] no es como decía en su perfil? ¿Parece todo un poco raro? Si vas a la barra y preguntas por Ángela, los camareros sabrán que necesitas ayuda para salir de esa situación y llamarán a un taxi o te ayudarán con discreción, sin mucho alboroto.
Cartel de la iniciativa Pregunta por Ángela, dice: Hola, soy Ángela. ¿Estás en una cita que no está yendo muy bien? ¿Sientes que no estás en una situación segura? ¿Tu cita de Tinder o Plenty of Fish [otra app para ligar] no es como decía en su perfil? ¿Parece todo un poco raro? Si vas a la barra y preguntas por Ángela, los camareros sabrán que necesitas ayuda para salir de esa situación y llamarán a un taxi o te ayudarán con discreción, sin mucho alboroto.

Esta realidad le es familiar a Adela Martín, una profesora del madrileño barrio de Carabanchel a punto de cumplir 34 años. Para ella, “el mensaje de 'ya he llegado a casa” no es opcional. Lo envía siempre. Se crio en un pueblo de Ávila y recuerda a su madre con la cantinela constante de “no vuelvas sola, ten cuidado”; lleva en Madrid desde hace más de una década y cree que su miedo a ir sola por la noche viene de aquella educación y también de la conciencia creciente de lo que sucede. Piensa, por ejemplo, en el aumento de las violaciones grupales, algo que el ministerio fiscal marcó el pasado año como una tendencia "preocupante" junto a los datos de delitos contra la libertad sexual cometidos por menores, no por los números absolutos (648 casos) sino por el crecimiento, un 43% más que en 2017. Aunque en Madrid no está extendida la iniciativa Pregunta por Ángela —que pretende ser un código internacional para el ámbito del ocio nocturno—, Martín recuerda que los protocolos contra el acoso en discotecas y fiestas están muy extendidos en la ciudad. Pero no solo en Madrid.

En España, desde hace varios años, los locales se acogen a la prevención y denuncia de la violencia sexual y se definen como “libres de acoso sexista”; las fiestas tienen puntos violeta, que sirven como medida de prevención, vigilancia y ayuda a las mujeres; han empezado a circular por capitales como Bilbao o Madrid autobuses municipales con paradas a demanda para mujeres; crecen los cursos de defensa personal y autodefensa y hay decenas de aplicaciones para móvil que localizan y envían ubicación o sirven para alertar de que algo está sucediendo, algunas creadas por los propios Ayuntamientos, como en Durango (Bilbao) o Manzanares (Ciudad Real).

A Martín, que camina cuando va de vuelta a casa con las llaves colgando de un largo llavero que mover en círculos rápidos si algo sucediese, estos proyectos le parecen bien, “pero hay que ir al fondo, a solucionar el problema”. Asegura que en las charlas con amigas, en algún momento, siempre, acaba saliendo un “ayer me pasó esto o me pasó lo otro”, relacionado con algún episodio de acoso en la calle o en algún bar o pub. “Cuando no es algo peor”, espeta. Por eso camina con su llavero en la muñeca, por eso aprendió algo de defensa personal, por eso insistió en las reuniones de su comunidad de vecinos para que dejaran luces fijas encendidas en el portal de entrada y, también por eso, sabe que es mejor coger un taxi del centro hasta su barrio si empieza a ser tarde.

En todo este ideario recala Yolanda Besteiro, la presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, para la que estas ideas tienen dos sentidos. Uno positivo, el de que haya “ido calando en la sociedad la importancia y la conciencia de esta realidad, de la magnitud del problema, sobre todo en cuanto a violencia sexual”. Y otro negativo: “Que se vuelve a poner el foco en las víctimas, se las responsabiliza a ellas de su propia protección y se dejan de lado otro tipo de medidas como la sensibilización, importante ahora que está creciendo el discurso negacionista de la violencia machista”.

Cree Besteiro que la solución es tomar un doble camino en el que converjan este tipo de iniciativas y no olvidar la raíz: “Nos olvidamos un poco del carácter de la Ley integral contra la violencia de género, que además de castigar a los culpables trataba de combatir el ideario que hace que exista esta violencia”. Y ese discurso es también el del jurista feminista Octavio Salazar, que asegura que “salir a la calle con miedo, con esa sensación que limita y coarta, hace que las mujeres no vivan en un espacio de libertad. Y estas acciones no contribuyen a acabar con ese miedo, sino que lo refuerzan en cierto sentido”. Y asegura que “es una losa, y es una losa a retirar, entre todos y todas y ya”.

Otros países

Desde hace varios años, ideas como Pregunta por Ángela y productos como los llaveros largos de la profesora Adela Martín para la protección y autoprotección de las mujeres se han multiplicado y amoldado a la problemática y las necesidades específicas de cada lugar. Una de las derivadas que se extendieron rápido fue el chupito Ángel, en Estados Unidos. Un cartel, también en el baño de mujeres de los bares, especifica que en caso de necesitar ayuda hay que ir a la barra y pedirlo. Si se pide solo, el camarero sabe que tiene que acompañar a la mujer al coche, si es con hielo, que tiene que pedirle un taxi, y, con lima, que tiene que llamar a la policía.

En México, uno de los países donde la violencia contra las mujeres está más extendida, el chupito Diana Doble hace la misma función en la capital; #Micasaestucasahermana sirve para avisar por redes sociales de que las puertas de la casa de quien utiliza el hashtag está abierta para cualquier mujer que no se sienta segura al volver a casa en taxi o Uber, algo frecuente entre las mexicanas, sobre todo tras el asesinato en 2017 de Mara Castilla, en Puebla, por un conductor de Cabify; y por todo el país funcionan distintas aplicaciones de móvil que registran la actividad de la usuaria, mandan alertas a los contactos favoritos cuando llega al destino e, incluso, permiten enviar denuncias al ministerio público de forma virtual si ocurre algo.

Quién es Ángela

Ask for Angela [Pregunta por Ángela] es el nombre de una iniciativa que nació en 2016, enmarcada en la campaña No More del condado de Lincolnshire, al Este de Inglaterra, contra la violencia sexual y el abuso. Se le ocurrió hace cuatro años a Hayley Child, la coordinadora de ese programa, cuando pensó en cómo podían hacer prevención desde la industria del ocio, sobre todo por la noche, y recordó su adolescencia y sus citas a ciegas, a las que iba acompañada de alguna amiga que la observaba desde la otra punta del local. Lo explicó hace unos años en varias entrevistas, cuando se puso en marcha la idea.

Child, que ya no trabaja para el condado, se preguntó qué pasaba con quienes no podían arrastrar a esas citas a alguien, pergeñó la idea y le puso el nombre de Angela Crompton, una mujer a la que conocía y a la que su marido golpeó con un martillo hasta dejarla inconsciente, murió dos días después en el hospital, el 13 de junio de 2012. El cartel en cuestión dice: "Hola, soy Ángela. ¿Estás en una cita que no está yendo muy bien? ¿Sientes que no estás en una situación segura? ¿Tu cita de Tinder o Plenty of Fish [otra app para liga] no es como decía en su perfil? ¿Parece todo un poco raro? Si vas a la barra y preguntas por Ángela, los camareros sabran que necesitas ayuda para salir de esa situación y llamarán a un taxi o te ayudarán con discreción, sin mucho alboroto".

Se viralizó aquel otoño tras un tuit con 34.800 retuits y más de 50.000 me gusta y después de que el actor Ashton Kutcher escribiera en Facebook "esto es una magnífica idea". Y la iniciativa comenzó a replicarse

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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