Una marcha contra la prensa que “hace espectáculo” con los feminicidios en México
La protesta feminista se concentra a las puertas del diario que publicó las fotos más escabrosas del crimen contra Ingrid Escamilla
La marcha en la que han participado la tarde de este viernes varios centenares de mujeres tenía un objetivo concreto e inusual: protestar frente a un medio de comunicación que ha publicado las fotos más escabrosas del asesinato de Ingrid Escamilla, el último de los miles de feminicidios que convierten a México en un cementerio cada año. Cada protesta en la calle trata de arrancar algún logro de los muchos que faltan por conseguir en pro de la igualdad y la eliminación de la violencia. En una manifestación como la de este viernes no es difícil entrevistar al azar a una mujer y que cuente esto: “Estoy aquí para pedir justicia para todas las víctimas de la violencia. También para mi hija que fue abusada con siete años por el hermano de mi pareja, de 43. Está en libertad, todavía estamos exigiendo una condena”. Erika Martínez tiene 41 años, una negra melena y un semblante sosegado. Golpea un puchero de peltre con una cuchara.
Hasta llegar a las puertas del diario de sucesos, a cuyo director han reclamado una reunión, la protesta ha jugado con la policía y los periodistas como al gato y al ratón. Las hileras de agentes que flanqueaban la marcha tenían que desplazarse como una larga serpiente de un lado para otro cuando la marcha decidía de repente cambiar de dirección. Cientos de mujeres policía han custodiado el trayecto desde el Palacio de Bellas Artes, rodeado en un extenso perímetro por un muro de latón que lo hacía infranqueable, hasta el periódico, que también estaba amurallado sin fisuras por decenas de agentes.
Enfrente del edificio de La Prensa está la escuela de periodismo Carlos Septién García, también protegida por una pequeña legión de agentes con escudos que han acabado llenos de pintadas verdes y malvas. “Ponen a estas mujeres [policías] aquí para que nos enfrentemos con ellas, pero ellas no tienen de otra, están trabajando, les pagan por ello”, las disculpaba una joven encapuchada y con un pañuelo cubriéndole media cara.
En esa pequeña calle del Doctor Basilio Badillo han comenzado los momentos de tensión, espray y martillos con los que las jóvenes se esforzaban por quebrar los cristales de una furgoneta que parecía puesta al efecto: abandonada, destartalada, para el deshuesadero. Varias encapuchadas de muy mal humor encaraban a algunos periodistas y los exhortaban a marcharse: “Fuera hombres, fuera hombres”, los espantaban con los cartoncitos de las pancartas. “Que no me hables”, le decía una mujer de rostro tapado y vestida de negro a un camarógrafo que se negaba a abandonar su trabajo. Andando la tarde, prenderían algunos autos.
Pocas manifestaciones contra la prensa han contado con tan ingente número de periodistas, drones y cámaras, ante las que las mujeres han parado en ocasiones hasta que un altavoz ha llamado a la coherencia: “Compañeras, esta manifestación es contra la prensa, no se paren para la foto, avancemos”. Más adelante, ya frente al diario al que se dirigían, han concretado el mensaje: “La prensa debe respetar la realidad de la masacre. México está en emergencia nacional. Con nuestras muertes hacen espectáculo”.
Preguntada una encapuchada por el papel que han jugado los medios de comunicación en el avance del feminismo en el mundo respondía sucinta: “No sé en otros sitios del mundo, en México no, la prensa lo jode más”. La universitaria Araceli, sin embargo, opina que los medios también han contribuido “históricamente al recuento de la lucha”. Y Martínez, la madre de la niña abusada, desempleada y desalojada de su casa por el agresor, dice que la prensa también “ha contribuido a que los políticos se volteen para ver. Pero debe haber límites”, advierte. Confía en el feminismo y la protesta en la calle, porque gracias a eso, afirma, la investigación del caso de su hija ha avanzado.
Menos confían en el Gobierno de México. “No está capacitado, solo hay que ver que conceden a los imputados el beneficio de la duda”, dice Martínez. “Las élites tienen las herramientas para transformar las cosas pero no lo hacen porque con nuestros cuerpos producen y generan ganancia”, asegura Araceli. Y añade: "Todo lo que hemos ganado ha sido a pura lucha, hemos arrancado cada derecho, los Gobiernos no nos dan nada".
Las pancartas decían el resto: “México feminicida”. “Ingrid no ha muerto, Ingrid somos todas”. Y la marcha circulaba a un lado de la Alameda Central, uno de los emblemáticos parques de la ciudad, donde sonaban los altavoces de un puesto ambulante con ritmo latino: “Cómo puedo enamorarme de ti, si me desprecias a cada rato”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
Más información
Archivado En
- Feminicidios
- Violencia machista
- Violencia género
- Machismo
- Feminismo
- Sexismo
- Derechos mujer
- Asesinatos
- Movimientos sociales
- Relaciones género
- Mujeres
- Prejuicios
- Delitos
- Justicia
- Violencia en México
- México
- Norteamérica
- Violencia
- Latinoamérica
- América
- Sucesos
- Problemas sociales
- Sociedad
- Feminicidios en México
- Redacción México
- Edición América