‘Vendetta’ en el Guadalquivir: queman el barco que ayuda a combatir el furtivismo
Aparece carbonizada la embarcación con la que trabajan los científicos tras una macrooperación de la Guardia Civil contra la pesca ilegal de angula
"Esto es una clara respuesta a la actuación de ayer", dice Carlos Fernández Delgado, catedrático de Biología de la Universidad de Córdoba y uno de los máximos conocedores del estado de conservación de la angula en el sur de España. El alevín de Anguilla anguilla se encuentra en peligro y su pesca está prohibida en el Guadalquivir. Sin embargo, una flotilla pirata pesca esta especie protegida desde hace una década en el estuario. El miércoles un amplio dispositivo de la Guardia Civil asestó un duro golpe a los furtivos al inutilizar el medio centenar de barcos piratas desde los que lanzan las redes. Y en la mañana de este jueves la embarcación que utilizan Fernández y los miembros de su equipo para controlar el estado de los peces en el estuario ha aparecido carbonizada. Es la segunda vez que atacan a la embarcación que usan los científicos.
Fernández habla de vendetta. "Me tienen ganas", dice Manuel Ruiz, el propietario de la embarcación con la que trabaja la Universidad de Córdoba y, también, el Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (Ifapa), de la Junta de Andalucía. Es la segunda vez en la que a este pescador de Lebrija (Cádiz) le golpean donde más daño le hacen, en su medio de subsistencia. Porque en junio de 2011 le robaron e hicieron desaparecer otra embarcación. Fue unos meses después de que se impusiera el veto de angulas en el Guadalquivir y de que Fernández apareciera en varios medios de comunicación para denunciar el furtivismo.
"Le han metido fuego esta noche", explica Ruiz por teléfono. Este pescador, que trabaja para la Administración desde 1997, recuerda que nadie encontró ni el otro barco ni a los que se lo llevaron en 2011. Pero no tiene dudas de que aquella embarcación está en el fondo del río. Ruiz tiene intención de denunciar de nuevo este último destrozo, que ha dejado inutilizada la embarcación que compró hace una década, cuando le robaron el otro. "El barco está valorado en unos 10.000 euros", dice este pescador lebrijano.
Ruiz no tiene muchas esperanzas en que se pueda localizar a los culpables. "Es casi imposible que los cojan... Lo han hecho de noche y la única posibilidad es que se hayan cruzado con alguien", lamenta.
El estuario del Guadalquivir no es solo un punto caliente del furtivismo. También del narcotráfico. El río es una las vías de entrada del hachís en el sur de España. Y en operaciones contra la droga —como la Operación Tritón— descubrieron que los traficantes empleaban los artefactos de los riacheros (como se conoce localmente a pescadores de anguilas y camarones en el río) para guardar los fardos.
"Amedrentan a todos", comentaba el miércoles uno de los investigadores durante la operación contra el furtivismo sobre estos riacheros ilegales. Además del daño que causan al ecosistema, el agente alertaba de las prácticas mafiosas habituales que incluso poseen contactos para la distribución internacional de sus capturas. "No son criaturitas, y nuestros pescadores honrados cada vez tienen que ir más lejos a buscarse el pan. Además, los hacen vulnerables a caer en el narcotráfico, pues cuando a un pescador le falta que llevar a su casa... Hace lo que sea", apuntaba ese agente.
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