_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Talento y pederastia

Las acusaciones contra un conocido escritor francés provocan un sano revisionismo sobre los abusos también en la cultura

Gabriela Cañas
Ejemplares del libro de Vanessa Springora en una librería de París el pasado jueves.
Ejemplares del libro de Vanessa Springora en una librería de París el pasado jueves.Christophe Petit Tesson (EFE)

La tormenta desatada en Francia por la presunta pederastia de un escritor de renombre es un sano revisionismo de estos tiempos. La editora Vanessa Springora, en un libro publicado durante la primera semana del año, retrata al escritor Gabriel Matzneff como un abusador de menores que la sedujo cuando ella solo tenía 14 años y él ya había cumplido los 50. El libro se titula muy simbólicamente Le Consentement (“El consentimiento”) y Matzneff, que hoy tiene 83 años, ya ha anunciado que no lo leerá porque no se reconoce como depredador y porque la suya con Springora fue una “bella historia de amor”. Ella, por su parte, admite que cayó fulminada por los encantos del maduro y brillante Matzneff, pero 30 años más tarde media Francia, como la editora, ha decidido llamar a las cosas por su nombre.

La hemeroteca es un bumerán eficaz en esta historia. Era el 2 de marzo de 1990 cuando en el famoso programa cultural Apostrophes Gabriel Matzneff explicaba con cierta arrogancia su “fijación” por las menores y sus relaciones sexuales con ellas. Uno de sus ensayos se titulaba, de hecho, Menores de dieciséis. Tanto los contertulios como el público escuchó aquello con complacencia, incluso con risas. Solo la escritora canadiense Denise Bombardier le reprendió, lo que le valió después duras críticas. “Al menos, él sabe escribir”, le han llegado a espetar.

Hoy todo ello causa bochorno. La editorial Gallimard ha retirado los diarios del escritor, y el histórico presentador de Apostrophes Bernard Pivot ha pedido excusas por no frenar ese día a Matzneff. El Gobierno francés defiende a Vanessa Springora. Por contra, algunos sectores de la extrema derecha han pedido que se deje a Matzneff tranquilo a sus 83 años, con una magnanimidad injusta frente al desasosiego vital de víctimas a las que hombres como él robaron la infancia y la autoestima.

La pederastia ha sido tradicionalmente negada y aceptada con irritante complacencia. No solo en Francia. Es paradigmático el caso de Vladimir Nabokov. Él mismo proyectó su perfil de víctima de un pariente abusador en el personaje central de Lolita. Sin embargo, gran parte del imaginario colectivo pervirtió el relato y convirtió a Lolita en una pícara putilla dispuesta a seducir a un solitario y atormentado cincuentón.

Gabriel Matzneff se ha defendido en una larga carta enviada a L’Express, pero sus excusas —“fue un amor loco”— ya no sirven. El poder, ya sea en la Iglesia, la docencia o el mundo del espectáculo, no garantiza la impunidad como antes. Tampoco el talento y la excelencia en el arte. Matzneff acusa a Vanessa Sprindora de querer enviarle a la marmita maldita en la que se cuecen personajes como Woody Allen o Roman Polanski. Pues sí, en efecto, el mundo se plantea que quizá ese sea el destino mejor para muchos. Porque, como se diría en castellano vulgar, ya no cuela.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_