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El Gobierno y los Estados alemanes pactan un mes de cierre parcial de la vida pública ante el avance del virus

Alemania cierra los bares y restaurantes, limita los contactos a dos unidades familiares y deja abiertos los colegios

Ana Carbajosa
La canciller alemana, Angela Merkel, se pone la mascarilla antes del Consejo de Ministros celebrado en Berlín este miércoles.
La canciller alemana, Angela Merkel, se pone la mascarilla antes del Consejo de Ministros celebrado en Berlín este miércoles.FILIP SINGER / POOL (EFE)

Cumbre de emergencia para poner freno al virus que avanza sin aparente freno, también en Alemania. La canciller alemana, Angela Merkel, y los jefes de Gobierno de los Estados federados han negociado este miércoles drásticas limitaciones a la vida pública para cortocircuitar el crecimiento exponencial de contagios, que alcanzan máximos desde hace más de una semana. Bares, cines, teatros, gimnasios y piscinas cerrarán, mientras los restaurantes solo podrán servir comida para llevar. Los contactos se reducirán a un máximo de 10 personas pertenecientes a dos unidades familiares.

La llamada segunda ola ha llegado tarde a Alemania, pero ha golpeado con fuerza. En las últimas 24 horas, se han registrado 14.964 casos positivos de covid-19 y 85 muertes, según los datos del instituto Robert Koch.

“Hay que actuar ahora”, aseguró Merkel, quien explicó que el periodo en el que se duplican los contagios se ha acortado hasta siete días y que el número de pacientes en unidades de cuidados intensivos se ha duplicado en 10 días. “Hay que reducir el número de contactos”, añadió. El sistema de salud ha podido hasta ahora hacer frente a los contagios, aseguró la canciller, pero al ritmo actual acabaría pronto desbordado si no se actúa ahora. Merkel reiteró que “el instrumento más importante es el rastreo de contactos”, que en algunos puntos del país están al borde del colapso. El objetivo es reducir los contagios por debajo del considerado umbral de riesgo en Alemania, es decir, no más de 50 nuevos casos en siete días por cada 100.000 habitantes. Los datos del instituto Robert Koch cifraba este miércoles la incidencia en 93,6 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos siete días. Merkel pidió"un esfuerzo nacional".

Las escuelas quedarán abiertas. Las tiendas también, limitando el número de personas que pueden acceder a ellas (un cliente por cada diez metros cuadrados). Los viajes turísticos quedan suspendidos y los hoteles quedan abiertos para estancias imprescindibles, pero no para el turismo. Los eventos deportivos se celebrarán sin público. Cierran también los burdeles, los centros de tatuaje y de masajes. El Gobierno financiará hasta el 75% de las pérdidas de las empresas con hasta 50 empleados. Para ello, el Ejecutivo destinará 10.000 millones de euros.

Las medidas pactadas entrarán en vigor a partir del próximo lunes y se prevé que se mantengan durante todo el mes de noviembre. Se trata de restricciones similares a las de la pasada primavera, durante la llamada primera ola, en la que en Alemania no hubo en ningún momento confinamiento total y se alcanzó entonces un pico de algo más de 6.000 contagios diarios. Entonces, Alemania logró contener el virus gracias en buena medida al rastreo de contactos por parte de los departamentos municipales de salud pública, ahora sometidos a una fuerte presión.

Desde el inicio de la pandemia, el instituto Robert Koch cifra en 464.239 los casos de coronavirus registrados y en 10.183 las muertes. En las últimas semanas, el mapa del país en el que se marcan las zonas con alta incidencia de contagios se ha ido tiñendo de rojo a una velocidad vertiginosa.

La reunión telemática, que inicialmente estaba prevista para el viernes, pero que se adelantó ante la gravedad de la situación, arrancó a la una de la tarde. Cuatro horas y media después, comparecía Merkel para exponer el resultado de las deliberaciones entre el Gobierno federal y los 16 Länder, con Ejecutivos de diverso color político y sensibilidad respecto a las medidas a adoptar.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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