Dolores Cacuango, la rebelde líder indígena ecuatoriana que luchó por la educación y la tierra
Reivindicó en pleno siglo XX la identidad y los derechos de la población indígena, reclamó la enseñanza del quechua y fundó las primeras escuelas bilingües en Ecuador
Dolores Cacuango estaba predestinada a ser una indígena más a finales del siglo XIX. Su destino era ser pobre, analfabeta y vivir explotada y sometida a todo tipo de abusos e injusticias. Sin embargo, Dolores nunca fue una más. Siempre mantuvo la humildad con la que nació, pero fue autodidacta para aprender a leer y a escribir en español. Pronto tomó conciencia de la situación de los pueblos indígenas y de los trabajadores del campo y, con un gran espíritu crítico, consiguió crear conciencia contra el racismo y luchar por la educación, la identidad de la población indígena y los derechos de los más desfavorecidos.
Conocida como ‘mamá Doloreyuki’ o ‘mamá Dulu’, Cacuango fundó, con la ayuda del Partido Comunista de Ecuador, la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI) en 1944, y dos años después, la primera escuela bilingüe quechua-español. Siempre estuvo dedicada a los demás, y por esto y por su clarividencia a la hora de interpretar la realidad y dar respuesta a las clases más desfavorecidas, es considerada un referente de la izquierda ecuatoriana y del feminismo de principios del siglo XX.
Dolores Cacuango Quilo nació el 26 de octubre de 1881, en un latifundio cerca de la ciudad de Cayambe, en Ecuador. Sus padres trabajan en haciendas sin un sueldo, a cambio de un pequeño pedazo de tierra conocido como huasipungo. En este ambiente creció Dolores, sin recursos y sin ir a la escuela, lo que sin duda resultó una gran motivación para el futuro: mejorar el acceso a la educación de la comunidad indígena.
A los 15 años se escapó a Quito antes de que la obligaran a casarse y allí encontró trabajo como empleada doméstica en la casa de un militar. En aquella amplia biblioteca, y de manera autodidacta, aprendió a escribir y a leer en español, al tiempo que iba aumentando su espíritu crítico y su conciencia sobre la situación de los pueblos indígenas y campesinos. Aquella experiencia la hizo regresar a su ciudad natal con el claro propósito de luchar por los derechos de la clase trabajadora.
Su primera vivencia política, y a buen seguro que una gran influencia que marcó su vida, fue cuando un indígena de su comunidad de Cayambe, Juan Albamocho, descubrió que había leyes que amparaban a la población indígena. Albamocho se disfrazaba de mendigo y pedía limosna en la capital a la puerta de los despachos de los abogados mientras escuchaba lo que conversaban. Una tarde regresó a su comunidad en Cayambe y exclamó a gritos lo que había escuchado, que había leyes para los indios. Desde ese momento la población indígena quiso conocerlas para defenderse de los abusos y discriminaciones que sufrían.
En 1926 la población de Cayambe se opuso a la venta de sus tierras comunitarias a un terrateniente, lo que dio lugar a los futuros movimientos indígenas. Dolores empezó a jugar un papel clave en la protesta y se hizo conocida por sus discursos, tan agresivos como directos, y pronunciados tanto en quechua como en español, haciendo siempre un llamamiento a la posibilidad de recibir una educación en la lengua materna y abogando por el respeto a las mujeres y a su trabajo.
Con el conocimiento de la situación del trabajo que desempeñaban las mujeres y su oratoria, Dolores empezó a llegar a toda la población: “Queremos que los indígenas sepan a quién están dando a luz para que nunca más sean violados por su jefe diablo, para que no nazcan más niños sin padre y sean niños despreciados”, solía decir.
Dolores Cacuango se casó con Luis Catucuamba y se instalaron en una humilde choza en un pueblo cercano a Cayambe. Se dedicaron a la agricultura y tuvieron nueve hijos, pero ocho murieron siendo muy pequeños a causa de enfermedades intestinales por la falta de higiene y salubridad. Tan solo sobrevivió el mayor, Luis, que se convirtió en educador de indígenas en su pueblo natal, tal y como su madre le pidió para que ayudara a su comunidad.
Una de las mayores preocupaciones de Dolores siempre fue la educación, porque veía cómo los indígenas eran engañados siempre por su ignorancia y analfabetismo. Se decía que hasta se aprendió de memoria la Ley del Trabajo para poder replicar y corregir a los funcionarios que defendían a los terratenientes.
A pesar de tenerse que dedicar al trabajo de la tierra en su pueblo y a su familia, llegó un momento en el que Dolores ya no pudo desvincularse de la lucha activa por la tierra y por la educación por el resto de su vida. Empezó a ayudar a formar sindicatos y a organizar a los trabajadores dentro y fuera de Cayambe, y participó en diferentes levantamientos y revueltas para exigir el fin de la violencia contra las mujeres y mejores condiciones laborales.
Junto a otras dos figuras destacadas del movimiento indígena, Tránsito Amaguaña y Jesús Gualavisi, y la ayuda del Partido Comunista, Dolores fundó la Federación Indígena Ecuatoriana (FEI) en 1944, la primera de su tipo en el país. En aquellos años empezaron a llamarla “La Loca Dolores”, ya que la temían por su capacidad de liderazgo y su carisma, que atraía a grandes grupos indígenas en Cayambe y por ir acompañada por jóvenes indígenas a quienes los formaba en el liderazgo.
El interés y la dedicación de Dolores Cacuango por ayudar a su comunidad la llevaron a fundar, junto a su inseparable amiga María Luisa Gómez de la Torre, la primera escuela indígena autónoma en 1945, en la que su hijo Luis impartía lecciones tanto en quechua como en castellano. Sin embargo, el proyecto nunca fue reconocido por el Ministerio de Educación por ver en él un caldo de cultivo para los comunistas y las revueltas sociales.
El proyecto se extendió más tarde a Chimba, Pesillo y Moyurco, donde el movimiento indígena tuvo una fuerte presencia. Con la dictadura del general Ramón Castro Jijón, en 1963 el Gobierno cerró las escuelas, prohibió que el quechua fuera un idioma que se pudiera enseñar y destruyó la casa de Dolores, obligándola a esconderse. Ella continuó con sus actividades visitando a sus compañeros por la noche y apoyando los movimientos encubiertos mientras el gobierno la buscaba.
Después de un año de actividades clandestinas y gracias a la fuerte presión popular, el régimen de Castro Jijón aprobó una reforma agraria. A pesar de quedarse lejos de la perfección, Dolores Cacuango decidió apoyarla y encabezó una marcha con más de 10.000 indígenas de Cayambe hasta Quito para mostrar la fuerza del movimiento indígena. Al finalizar la marcha pronunció un discurso histórico en el Teatro Universitario en quechua que, si bien no fue entendido por todos en ese momento, hay fragmentos de la traducción que permanecen en la memoria colectiva de los ecuatorianos por su significado y simbolismo sobre los derechos civiles, como la frase: “Somos como la hierba de la montaña que vuelve a crecer después de ser cortada, y como hierba de la montaña cubriremos el mundo”.
Los últimos años de vida de Dolores Cacuango fueron tristes y dolorosos. Perdió sus fuerzas, las piernas se le entumecieron, adelgazó mucho y el cansancio le impidió seguir visitando comunidades y organizaciones. Murió el 23 de abril de 1971, a los 89 años, acompañada de su esposo, su hijo Luis, su nuera y su inseparable amiga María Luisa.
En 1989 el Ministerio de Educación de Ecuador creó la Dirección de Educación Indígena Bilingüe Intercultural. El objetivo fue restaurar la eliminación de las escuelas en 1963: ahora se trataba de rescatar el quechua y la cultura indígena que estaban perdiéndose. Años más tarde, en 1998, la Asamblea Nacional Constituyente reconoció el derecho de las nacionalidades indígenas de Ecuador a contar con el sistema de educación intercultural bilingüe.
En la actualidad la primera Escuela de Mujeres Líderes en Ecuador lleva el nombre de Dolores Cacuango, al igual que una calle en el norte de la capital del país que, como no podía ser de otra manera, está en un barrio de clase humilde y trabajadora.
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