Los mataderos, en el epicentro de los brotes del virus
España tiene contagios en empresas de Huesca y Lleida, pero la preocupación por las condiciones laborales es mundial
“Estas semanas he ido de casa al trabajo y del trabajo a casa. No hago vida de bares ni de nada. Tengo muy claro dónde me he contagiado”. Habla un trabajador de un matadero de Lleida que lleva varios días confinado y sufriendo síntomas habituales del coronavirus: dolor de cabeza, fiebre, vómitos. Lo hace bajo condición de anonimato y sin dar datos que permitan identificarle porque, asegura, en su empresa el que habla o se queja se va a la calle. Se ha podido contagiar en cualquier sitio porque, dice, los trabajadores siguen coincidiendo en espacios reducidos como los vestuarios en el cambio de turno o en el comedor. “No ha habido seguridad. Estuve trabajando enfermo por miedo a coger la baja”, relata otro empleado de esa empresa. “Un día me encontraba muy mal y fui a Urgencias, me hicieron la prueba y he dado positivo”. Su mujer y otros miembros de la familia también están contagiados. Está confinado y con seguimiento diario de su centro de salud.
Los brotes de coronavirus en mataderos y empresas de procesamiento de carne se suceden por países de toda Europa y el resto del mundo. Es un goteo incesante que preocupa a las autoridades sanitarias y que tiene mucho que ver con las condiciones laborales, generalmente precarias y con alta rotación, y con el tipo de trabajo, en cadenas donde es difícil guardar las distancias. Son, además, actividades esenciales, que no han parado durante el confinamiento. Los brotes en plantas de Estados Unidos han provocado el cierre de varias de ellas y la amenaza al suministro de carne en este país. Su presidente llegó a firmar una orden ejecutiva para forzarlas a permanecer abiertas. The New York Times ha publicado recientemente un recuento de más de 17.000 contagios y 66 muertes.
La alta incidencia de la covid-19 en mataderos e industrias cárnicas se debe a que “al reducido espacio entre trabajadores se ha sumado en ocasiones la falta de equipos de protección o la dificultad de su uso adecuado por las largas jornadas laborales”, señala Ildefonso Hernández, catedrático de Salud Pública y portavoz de la sociedad Sespas. También las condiciones laborales como los salarios, la cobertura sanitaria “y las relacionadas con ellas, como la vivienda o el transporte a las empresas”. Algunos expertos, añade, señalan que quizá las bajas temperaturas y el nivel de ruido que obliga a subir el tono de voz podrían contribuir a facilitar que el virus sea viable fuera del cuerpo más tiempo y a que se produzcan más aerosoles al hablar. Pero la precariedad es clave, añade, porque la falta de cobertura sanitaria o la contratación irregular “han favorecido el presentismo, es decir, que trabajadores con síntomas hayan seguido trabajando”.
En Alemania, buena parte de los rebrotes tras el alivio de las restricciones se han producido en mataderos o empresas de envasado de carne. Algunas han cerrado y hay Estados, como Renania del Norte-Westfalia, que han anunciado que testarán a todos los trabajadores del sector. Francia ha detectado recientemente un centenar contagios en dos mataderos. El servicio de salud de Irlanda ha registrado 828 contagios en el sector en dos meses.
“En mi empresa, cuando el primer enfermo grave estaba en el hospital, no se tomaron medidas"
La semana pasada Lleida renunció a pedir pasar a fase 2 tras casi triplicarse los contagios de coronavirus de una semana para otra. Si del 7 al 13 de mayo fueron 45, en la semana del 14 al 21 subieron hasta 142. Una fiesta de cumpleaños explica 20 de esos casos, pero el resto corresponden a residencias de mayores y a tres mataderos de la provincia, según la Generalitat —otras fuentes hablan de más cárnicas afectadas—. Con datos hasta el 24 de mayo había 19 casos confirmados en estas empresas. Pero van a ser más. Ventura Campo, de CC OO, explica que esta semana se han dado varios positivos en el matadero de pollos Avidel, donde él mismo trabaja.
Mucha rotación
“De una sección de 13 personas, hay cinco contagiadas. Dos de sus esposas también se han infectado. En otra sección con trabajadores de subcontrata, de 15 han dado positivo tres”, añade. Campo denunció hace tres semanas a su empresa ante la Inspección de Trabajo porque consideraba que no se estaban respetando las medidas de seguridad por la covid-19. Campo recuerda que en este sector hay hasta un 80% de trabajadores extranjeros, además de mucha rotación en los puestos de trabajo. El mes pasado un brote en dos grandes empresas cárnicas de Binéfar (Huesca) evidenció que uno de cada cuatro trabajadores se habían contagiado.
Tanto Avidel como la patronal de las industrias cárnicas, Anice, aseguran que los protocolos se cumplen. Anice añade que “no se pueden asociar los brotes a los mataderos, por todas las medidas de seguridad que han implementado”. Y alude a la “casualidad” de que en los lugares donde se han producido también haya denuncias por reuniones masivas. “Eso sí es un vector de contagio”, aseguran.
Campo, que lleva más de 20 años trabajando en el sector, asegura por su parte que una cosa son los protocolos sobre el papel y otra la realidad. “En mi empresa, cuando el primer enfermo grave estaba en el hospital, no se tomaron medidas; la gente seguía mezclándose en el vestuario”, asegura. También denuncia que el sistema digital para fichar se suprimió al inicio de la crisis, pero ha vuelto a implementarse y que no siempre se hacen los controles de temperatura. Avidel lo niega.
Para atajar cuanto antes los brotes en estas industrias, los expertos recomiendan estimular la detección temprana de los casos, para lo que es vital que “los servicios de prevención de las empresas intensifiquen la vigilancia y aplique los protocolos”, recuerda el epidemiólogo Ildefonso Hernández. Tras la detección, se trata de seguir los mismos pasos que en cualquier otro caso: aislar, buscar a los contactos estrechos y aislar a los afectados y a los sospechosos de estarlo.
1.500 test a los trabajadores de dos cárnicas de Huesca
La primera alerta se disparó a principios de abril, con un positivo que trabajaba en un matadero. “Ahí ya intuimos que habría algún problema”, dice, y asegura que las características del trabajo facilitan que se produzcan brotes, pese a que “son de las industrias más limpias que hay”. Las empresas tenían sus planes de prevención de riesgos laborales, pero Salud Pública mandó a la Inspección de Trabajo a comprobarlo. El 13 de abril ya había dos hospitalizados con covid-19. “Era evidente que iba a ir a más”, recuerda. Tres días después ya eran cinco los ingresados.
Salud Pública pidió a las empresas un listado de todos los trabajadores y el 25 de abril 14 enfermeras de Atención Primaria fueron a Binéfar. “Quisimos identificar a los contactos estrechos y actuar ese mismo día”, explica Ortega, por lo que además había personal de servicios sociales y técnicos de inmigración que explicaban a los trabajadores el aislamiento y les ofrecían, en caso de no tener a nadie, llevarles comida a casa. “Muchos son inmigrantes y hay una barrera idiomática. O tienen circunstancias sociales especiales, con viviendas que a veces no reúnen las mejores condiciones”. Muchos no vivían en Aragón sino en Lleida, así que avisaron a Salud Pública de esta provincia para el estudio de contactos sociales o familiares, añade. Además de los test rápidos, las empresas hicieron 500 PCR y detectaron 87 casos de infección activa. Muchos estaban asintomáticos o tenían síntomas leves.
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