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La agitada conciencia en defensa de la Tierra en la contracumbre

“Es importante el futuro”, dice África, pastora, “tanto como entender que nuestro futuro también consiste en entender nuestros orígenes”.

Manuel Jabois
La activista Greta Thunberg, este domingo en la Cumbre Social por el Clima en la Ciudad Universitaria de Madrid.
La activista Greta Thunberg, este domingo en la Cumbre Social por el Clima en la Ciudad Universitaria de Madrid.JAIME VILLANUEVA

“¡Los mares se calientan!, ¡los océanos se ahogan por la falta de oxígeno!”. Un joven bajo la lluvia a las tres de la tarde en el cruce de Fuencarral con Gran Vía, Madrid, habla al megáfono junto a una chica que traduce frase a frase al inglés. Hay gente calándose hasta los huesos —llueve con insistencia— y la Gran Vía se ha cortado porque la va a cruzar una manifestación convocada por Extinction Rebellion. El agua le da verosimilitud a la performance: unas pocas decenas de personas van vestidas con túnicas azules, cintas azules y la cara pintada de azul mientras se arrodillan e imploran al paso de un esqueleto de ballena construido con papel de periódico que portan unos activistas con lágrimas negras pintadas en la cara. Se trata de una procesión por la muerte de los océanos, de ahí que suenen los tambores en marcha fúnebre.

A unos pocos kilómetros, varias ovejas pastan tranquilamente en un pinar cercano a las facultades de la Universidad Complutense de Madrid; lo hacen mientras los pastores trashumantes participan en una jornada de Rebaño por el clima. Las han traído desde la sierra norte hasta la ciudad universitaria. Aquí se celebra la cumbre social sobre el cambio climático; aquí, una tarde de domingo de invierno, frío y lluvia, muchísimas personas venidas de diferentes países asisten a encuentros y conferencias simultáneas. En una de ellas está Greta Thunberg, que ha llegado como un rayo, casi inadvertida, con capucha a la cabeza: Thunberg, para evitar el caos a su paso, ha decidido actuar de espaldas a su agenda; la fabrica ella misma según su pálpito.

En el edificio multiusos destacan puestos de información y venta de libros por parte de Traficantes de Sueños, y una exposición de ilustraciones de Miguel Brieva: “Se busca”, dice una voz a un oído en una de sus obras. Sigue: “Voces que susurren amorosamente en todos los oídos algunas verdades esenciales. Es decir, justo lo contrario que un bot o una fake new. Calquiera provisto de labios u oídos que invitado a poner en práctica la propuesta”. De esto precisamente va la gigantesca reunión que se ha puesto en marcha hasta la clausura de la cumbre en la Complutense: de buscar y proclamar algunas verdades esenciales.

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A las cuatro de la tarde en la carpa gigante colocada allí, junto a puestos de comida vegana, África cuenta su historia, que empieza cuando en la ciudad, estudiando, empezó a pensar cuál era la profesión que quería para su futuro: pastora. Su hermano, botánico, estudiaba pastos y ella, con 14 años, lo acompañaba al Pirineo aragonés. Allí hablaba con pastores y aprendía su cultura. “Cuando dicen que la ciudad no es para las ovejas, pienso: ese es el problema, que no lo es”. La vida urbana no le quitó la ilusión, sino que se la hizo crecer: “La ciudad da la espalda al campo, y hace todo lo posible por dársela”. Cuando terminó los estudios todo empezó a tomar forma. Se inscribió en una escuela de pastores, tomó conciencia del pastoreo extensivo, y realizó un proyecto de pastoreo que presentó en Sierra de Gredos, donde fue rechazado. Hubo más suerte en un pueblo del Pirineo aragonés, donde es pastora de cabras y donde se asentó y profundizó en una relación importante, la que forman muchas mujeres como ella en la plataforma Ganaderas en red, pastoras y ganaderas puestas en contacto para intercambiar experiencias y avanzar en su trabajo. “Es importante el futuro”, dice África, “tanto como entender que nuestro futuro también consiste en entender nuestros orígenes”. Toma la palabra Nerea, que al contrario que África —cuya familia no era ganadera—, sí tenía relación desde niña con el campo. “Pero nadie pensaba que me quedaría, y de hecho estudié y viví en la ciudad, pero volví a Tierra de Campos”.

El domingo, que no hay cumbre del clima, la cumbre social presenta una agenda intensa y prolífica. Todas las charlas del edificio están repletas de gente. Más de 70 actividades generadas por unos 400 colectivos que han colocado en cada aula, rebautizándolas, el nombre de activistas asesinados (“defensores de la tierra”, como le cuenta a Europa Press Samuel Martín-Sosa, un portavoz de la contracumbre). Así, con letras alegres y el recuerdo vivo, las charlas se desarrollan con los nombres de Guy Bradley, Dorothy Stang, Juana Raymundo, Wilson Pinheiro de Souza, Golfrid Siregar o Josefina Reyes en la memoria.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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