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Sanidad dejará de financiar los fármacos para la artrosis

Existe gran controversia sobre la efectividad de los medicamentos conocidos como Sysadoa, que cuestan al Sistema Nacional de Salud 36 millones al año

Una mujer con artritis en la muñeca.
Una mujer con artritis en la muñeca.Ljubaphoto (Getty)
Pablo Linde

El Ministerio de Sanidad ha comenzado los trámites para retirar la financiación pública de los fármacos contra la artrosis conocidos como Sysadoa, según han confirmado fuentes del departamento y de la industria a EL PAÍS. Son tres principios activos y una asociación de dos que se venden en 49 presentaciones farmacéuticas distintas y cuya efectividad ha  sido objeto de constante controversia desde que están en el mercado (los primeros se subvencionan desde 2003).

No existe una cura para la artrosis y todos los tratamientos disponibles se limitan a paliar los síntomas. Los pacientes —afecta a un 17,5% de la población adulta, según el Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2018— tienen cuatro grupos de alternativas para ello: los antinflamatorios no esteroideos (AINE), los analgésicos, los opioides y los Sysadoa, que son los únicos que están específicamente autorizados para esta enfermedad. Sin embargo, no hay unanimidad entre los expertos sobre la eficacia de estos últimos. Se han hecho numerosos estudios: algunos muestran una efectividad similar al placebo; en otros, algo superior, y parecida a los AINE. Esta es la razón por la que Sanidad llevaba tiempo estudiando retirar la financiación, que supondrá un ahorro de 36 millones de euros anuales.

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Las asociaciones de pacientes, la industria farmacéutica y la Sociedad Española de Reumatología (SER) están en contra de dejar de financiarlos. Carmen Sánchez, de la junta directiva de la Asociación Española con la Osteoporosis y la Artrosis (Aecosar) explica que llevan años peleando para que estos productos no pierdan las subvenciones públicas. “Dicen que no tiene mucha efectividad, pero no es verdad. Lo que sucede es que no es como el antiinflamatorio, que te lo tomas y te quita el dolor, tiene una carencia, tarda un tiempo en hacer efecto”, subraya. El tratamiento, que sin financiación costará unos 20 euros mensuales, supone en su opinión un “esfuerzo económico” para muchos pacientes porque, en general “no es el único que toman”.

La posición de la industria también es clara. Un portavoz de Farmaindustria (la patronal de las farmacéuticas) explica que, al ser una enfermedad crónica, la artrosis requiere medicamentos con los menores efectos secundarios, algo que cumplen los Sysadoa. “Los antiinflamatorios solo pueden ser adecuados como tratamientos de ataque y puntuales, dado su perfil de seguridad, cuestionable a largo plazo. La desfinanciación de grupos de medicamentos como los condroprotectores de las articulaciones [Sysadoa] tan solo puede conllevar a la larga un crecimiento de otras alternativas más complejas y costosas, como las infiltraciones intraarticulares o las prótesis de cadera”, asegura este portavoz.

La desfinanciación de estos principios activos impactará directamente en las cuentas de resultados de las empresas que los comercializan, aunque la industria defiende que —basándose en el estudio Artocad, de 2006— “solo” el 5% del coste del tratamiento de la artrosis en España corresponde a los fármacos; el 46% se destina a costes asistenciales, el 22% a costes ligados a bajas laborales, el 13% a ingresos hospitalarios y el 7% a pruebas diagnósticas, según este estudio.

La decisión del Ministerio de Sanidad se apoya en varias investigaciones que aseguran que, pese al perfil de seguridad de los medicamentos, no son realmente efectivos. Un informe de 2014 del ministerio, la Red Española de Agencias de Evaluación de Tecnologías y Prestaciones del Sistema Nacional de Salud y del Departamento de Salud del Gobierno Vasco concluye sobre los Sysadoa: Las [recomendaciones internacionales] fundamentadas en técnicas de mayor calidad justifican el proceso de desinversión [...] y son convergentes en la no recomendación del uso de estos fármacos en el tratamiento de la artrosis de rodilla y cadera. Por su nula o baja eficacia no debieran ser empleados en el tratamiento de la artrosis”.

No hay unanimidad

Basándose en estas evidencias, varias comunidades autónomas habían recomendado que no se recetase esta familia de fármacos, pese a estar financiados, e incluso a desprescribirlos en el caso de los pacientes que ya los tomaban. Por idénticas razones, la Comisión Permanente de Farmacia del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud y la Comisión Interministerial de Precios de Medicamentos venían solicitando la exclusión de estos principios activos.

Sin embargo, no hay unanimidad en la comunidad científica. Francisco Blanco, miembro de la SER, está en contra de la desfinanciación: “Si te basas en la medicina clásica y ves que estos fármacos son parecidos al placebo en algunos estudios, dirías que no hay que recetarlos. Pero en un enfoque de tratamientos personalizados es distinto. En pacientes de artrosis el placebo muestra mejoras en un 40% de los casos; los Sysadoa llegan en ocasiones al 60%. Hoy día tenemos estudios para saber con bastante precisión (un 80%) a quién le van a funcionar. Si podemos seleccionar a estas personas, iremos a un uso más racional del fármaco y puede ser beneficioso para numerosos pacientes”.

Blanco incide en que la población que sufre artrosis suele estar por encima de los 50 años, y muy a menudo, de los 65, con lo cual las comorbilidades son frecuentes. En estos casos, el uso de antiinflamatorios, la otra alternativa más común, no siempre son recomendables. “Los Sysadoa son fármacos muy seguros y no creo que se debieran retirar de la financiación de forma generalizada”, concluye.

La decisión, sin embargo, está tomada: los fármacos dejarán de estar financiados en unos meses, cuando concluyan los trámites que tiene que superar la medida. España se sumará así, si no hay un cambio de criterio en próximas semanas, a otros países de la UE que tampoco tienen estos principios activos subvencionados, como Francia, Austria, Bélgica, Dinamarca, Eslovenia, Eslovaquia, Irlanda, Islandia, Lituania, Noruega, Países Bajos y Malta. Otros, como Irlanda, Austria, Eslovenia, Bélgica, Lituania, Hungría e Islandia son considerados complementos alimenticios, no medicamentos.

Una dolencia que afecta mayoritariamente a mujeres

La artrosis es una enfermedad que lesiona los cartílagos de las articulaciones. La más frecuente es en la rodilla y en la mano, pero también se produce en cadera, pies y columna vertebral. Causa dolores y reduce la movilidad de quienes la padecen, además de estar asociado a impactos psicológicos por las limitaciones que conlleva en la vida cotidiana.

Las mujeres son las principales afectadas: el riesgo de padecerla a lo largo de la vida es para ellas de un 47%, mientras que en los hombres se queda en un 40%, algo que aumenta en ambos casos en individuos que padecen de obesidad. Por ello, Carmen Sánchez, de la junta directiva de la Asociación Española con la Osteoporosis y la Artrosis (Aecosar), defiende que se trata de una enfermedad "de género". No es la única. Josep Verges, presidente de la Fundación Internacional de Artrosis (OAFI), aseguraba recientemente en un reportaje en este periódico que etiquetarla como una enfermedad del envejecimiento es "un error", ya que afecta al 23,5% de las mujeres mayores de 15 años.

Según datos de OAFI, se estima que 300 millones de personas tienen artrosis en el mundo, de los cuales siete millones están en España. “Además, es la primera causa de incapacidad permanente y la tercera de incapacidad laboral temporal”, asegura. Según sus cálculos, la artrosis supone un coste medio anual de 4.738 millones de euros para el sistema sanitario español (contando únicamente la artrosis de rodilla y cadera). La fundación advierte de que a pesar de su impacto social, “la artrosis se percibe como una enfermedad lejana, asociada a la vejez”. La práctica extensión de la práctica de deportes que desgastan las articulaciones está aumentando su prevalencia entre personas más jóvenes.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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