“Las agencias de la UE han mantenido cierta opacidad sobre Monsanto”
El investigador Miquel Porta aboga por ampliar las investigaciones sobre el impacto del glifosato sobre la salud
La Unión Europea renovó en 2017 la autorización para el glifosato, el herbicida más usado en el mundo. Lo hizo dividida —18 países votaron a favor y 9, con Francia a la cabeza, en contra— y por cinco años, en lugar de los 15 habituales. Dos señales del intenso debate que rodea a esta sustancia, acrecentado ahora por la sentencia que obliga a Monsanto a indemnizar con más de 1.800 millones de euros a un matrimonio de Estados Unidos que enfermó de cáncer tras utilizar un producto basado en el glifosato. Miquel Porta, investigador del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) se muestra cauto en un asunto “propicio a posiciones conspiranoicas”, pero en el que “una cierta opacidad de las agencias de la UE que deben velar por la salud ha despertado recelos en el tema Monsanto”.
Pregunta. ¿Por qué está tan enconado el debate del glifosato?
Respuesta. Hay muchos intereses y recelos, más o menos justificados. Pero la clave ha sido que los organismos de los que se espera que nos digan si algo es seguro o no mantienen discrepancias.
P. ¿Cuáles?
R. El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la OMS (IARC, por sus siglas en inglés) lo incluyó en 2015 en su lista de sustancias que probablemente causan cáncer, la 2A. Mientras, las agencias europeas y americanas insisten en su seguridad.
P. ¿Y cómo es esto posible?
R. La discrepancia es algo habitual, inherente, en la ciencia. Se investigan, revisan y confrontan cosas constantemente. Dicho esto, estoy algo perplejo por cómo se han llevado a cabo las cosas. Si el IARC decidió incluir el glifosato en la 2A fue porque tuvo en cuenta estudios de su impacto sobre la salud de humanos y animales que han sido desdeñados por agencias como la EFSA (la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) y la ECHA (de productos químicos).
P. ¿Por qué?
R. Eso es lo que no se ha explicado bien y ha encrespado posiciones. Hay expertos que cuestionan el papel de la EFSA. La agencia se ha negado, por ejemplo, a aportar informes a eurodiputados con el argumento de que su difusión podía perjudicar a las empresas. Algunos de sus expertos han tenido conflictos de intereses con la industria. Y también ha habido casos de puertas giratorias. No estoy diciendo que con un debate científico transparente la EFSA no pueda llegar a las mismas conclusiones, pero no se ha producido en estas condiciones.
P. ¿Pero el debate existe a nivel científico o es todo fruto de recelos sociales infundados?
R. Solo hay que mirar las bases de datos de publicaciones. Existe y es muy importante. Es tan absurdo negarlo como dar pábulo a ciertas teorías conspiranoicas. Un reciente metanálisis concluye que personas expuestas al glifosato en determinadas condiciones tienen un 46% más de riesgo de sufrir unos tipos de cáncer llamados linfomas no Hodgkin. Y hay muchos otros. Esto no es concluyente, pero sí fundamental para que se siga investigando.
P. ¿Y por qué no se hace?
R. Se investiga, pero no se publican todos los resultados ni se debate en las condiciones idóneas. Parte del problema es que aquí se superponen dos cuestiones. La primera, llamémosle A, es si el glifosato puede producir cáncer. La segunda, la B, es en qué condiciones y con qué exposiciones. Podría darse el caso de que la respuesta a A sea que sí, pero las respuestas a B hagan posible un uso controlado y seguro de esta sustancia. Mi impresión es que el miedo a que una hipotética respuesta afirmativa a A lleve a la prohibición total del producto ha contaminado un debate que debería ser puramente científico.
P. La UE revisará en 2022 de nuevo la autorización del glifosato. Hasta entonces, ¿qué pasará?
R. El debate seguirá y probablemente será más intenso. Yo preveo que verán la luz viejas y nuevas investigaciones, tanto de la industria como de universidades y otros centros públicos. Puede parecer una obviedad, pero la investigación científica más independiente debe ser promovida por las Administraciones públicas.
P. ¿Y qué pasará en 2022?
R. No lo podemos saber, pero será importante por la gran influencia que las decisiones europeas tienen en todo el mundo. Los que es seguro es que los lobbies trabajarán mucho en Bruselas. Será un proceso interesante, en el que también influirán factores como el peso de la industria en cada país, no olvidemos que Monsanto es ahora alemana [Bayer la adquirió en 2016], o la conciencia ecológica que haya en cada país. Es curioso, pero a menudo los partidos de centroderecha del centro y norte de Europa han votado más a favor de medidas protectoras de la salud pública que los de centroizquierda del sur.
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