“Se está retrasando demasiado la ley de cambio climático que España necesita”
El especialista en cambio climático Manuel Pulgar-Vidal admite que el Gobierno tiene voluntad para avanzar, pero pide que se aceleren los plazos
El abogado especializado en medio ambiente Manuel Pulgar-Vidal (Lima, 1962) ha estado a ambos lados de la barrera; en el de la gestión política y en el que del activismo. Entre 2011 y 2016 fue ministro de Medio Ambiente de Perú. Ahora, forma parte de WWF y es el referente internacional de esta organización ambientalista en asuntos de clima y energía. Es también un especialista en negociaciones climáticas: presidió la cumbre del clima de 2014, la que preparó el terreno para que en 2015 se adoptase el Acuerdo de París. Ahora forma parte del grupo de expertos internacionales que el Ministerio para la Transición Ecológica de España ha traído a Madrid para unas jornadas sobre políticas climáticas.
Pregunta. ¿Que la próxima cumbre del clima se tenga que celebrar en Chile y no en Brasil, como estaba previsto, es un mazazo a este tipo de citas internacionales de la ONU?
Respuesta. No, de ninguna manera. Lo de Brasil fue en su momento una oferta inicial, preliminar, que se hizo con el Gobierno pasado sabiendo que un Gobierno entrante tenía que confirmar la decisión, y no lo hizo. Frente a la negativa del actual Gobierno queríamos que la cumbre se quedara en América Latina. Había dos opciones: Chile y Costa Rica, y las dos muy válidas. Y felizmente los dos países se pusieron de acuerdo y Costa Rica organiza la pre COP y Chile la COP.
P. ¿No le crea desazón el nuevo Ejecutivo de Brasil, que no tiene entre sus prioridades el cambio climático y el medio ambiente?
R. Quizás no sea correcto decirlo, pero yo he sido en la lucha contra el cambio climático bastante optimista. Es un proceso irreversible y felizmente el Acuerdo de París se ha escrito de tal manera que es resiliente a las dificultades políticas. Porque tiene objetivos de largo plazo, porque tiene mecanismos acordados por consenso, como las contribuciones nacionales, y porque tiene algunas formas para su implementación que ayudan a que ese consenso se genere, como son las finanzas climáticas. Como el Acuerdo de París tiene una visión a largo plazo es natural que en este camino hacia 2050 haya dificultades, pero solo son dificultades temporales. Los mandatos de los Gobiernos son temporales y muchas veces los países se mueven como péndulos. Pero eso no va ni a detener ni a hacer que el Acuerdo de París no se cumpla. Los negacionismos van a seguir existiendo, han existido siempre, pero los negacionistas son cada vez menos y se ven cada vez más enfrentados a la evidencia. Evidencias como los eventos climáticos extremos, los deslizamientos, la sequía, los incendios, la elevación del nivel del mar, el retroceso del hielo en los polos… Nadie puede ponerse una venda en los ojos respecto de todos estos eventos climáticos que nos golpean día a día y en especial a los más pobres. Hay un poco de populismo en estos negacionismos, pero la evidencia hace que los negacionistas vayan retrocediendo.
P. ¿Cree que los Gobiernos que no son populistas también están arrastrando los pies en la lucha contra el cambio climático?
R. Sí. Los negacionistas arrastran los pies, pero esos eventos climáticos y su recurrencia hacen que los ciudadanos se enfrenten a esos Gobiernos. En Estados Unidos vemos los incendios de California, que tienen un origen en el cambio climático, y los ciudadanos piden respuestas a su presidente. Y lo vemos en Brasil, donde se incrementan los caudales en los ríos amazónicos y en otras zonas se reduce la cobertura boscosa, y eso también hace que los ciudadanos le pidan al Gobierno que actúe frente al cambio climático... Pero hay otros Gobiernos que arrastran los pies por otras razones, en algunos casos porque no hay recursos. Por ejemplo, los países más vulnerables ante el calentamiento son a su vez países en vías de desarrollo que no tienen capacidad económica. El arrastrar los pies se puede deber al negacionismo o a la falta de recursos.
P. Los que no tienen excusas entonces para hacerlo son los países, como España, que tienen los recursos y no están gobernados por populismos.
R. El caso de España es interesante. Tiene un Gobierno que ha mostrado voluntad para avanzar, pero tampoco tiene una mayoría en el Congreso y eso le obliga a obtener consensos para aprobar la ley de cambio climático y transición energética. La gente considera que este es un proceso que está tomando demasiado tiempo, pero a su vez España forma parte de la UE. Y la Comisión Europea propuso el 28 de noviembre un plan que dice que para 2050 debe haber un nivel cero de emisiones y por lo tanto no tiene ningún sentido que España retrase ninguna decisión porque va a significar quedarse atrás y, a la larga, un perjuicio económico para sus ciudadanos. Además, tienen un municipio como el de Madrid que parece que está adoptando medidas concretas para hacer la ciudad más sostenible, pero cuando España se compara con otros países de Europa no tiene una alta introducción de vehículos eléctricos… Creo que España también tiene que trabajar su transición justa para salir del carbón y que regiones carboníferas como Asturias, que no lo son tanto como las polacas, encuentren una manera de desarrollo alternativo con energías limpias. Es decir, hay todavía muchas cosas por hacer en España. Hay voluntad política en el Ejecutivo y hay que ver la manera de lograr consensos en el Parlamento, porque se está retrasando demasiado esta ley de clima y energía que España necesita para ponerse a tono con Europa.
P. No es el único caso llamativo en Europa, ¿no?
R. Otro caso es interesante es Alemania, que aunque mostró a lo largo del tiempo un liderazgo climático sigue debatiendo aún qué hacer con el carbón. En estos días precisamente Alemania está intentando establecer plazos y es una buena noticia. Alemania tiene que mostrar su liderazgo poniendo plazos para la salida del carbón de su sistema. También está Francia, un país climáticamente líder y activo, con su presidente Macron comprometido, pero que se ha visto enfrentado a tener que suspender temporalmente algunas medidas por los chalecos amarillos. Lo que queda claro en Francia es que tiene que reforzar el concepto de transición justa. Si no, los efectos que pueda haber, como el incremento de los precios, afectará a los que menos tienen. Eso ha pasado con el tema de los combustibles, que fue el primer elemento en la agenda de los chalecos amarillos. Europa está en distintas situaciones, pero tiene que acelerar el paso si quiere tener una economía descarbonizada para 2050. El compromiso de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de la UE para 2030 ahora es muy bajo si quiere cumplir la meta de 2050.
P. De todos los problemas que ha mencionado para la lucha contra el cambio climático, ¿el de los chalecos amarillos es el más grave?
R. Todos en general. Pero los chalecos amarillos, más que como una preocupación, hay que verlos como una lección. Es preocupante porque la agenda de reivindicaciones es diversa y con liderazgos poco identificados. Y probablemente eso es lo más rijoso políticamente: cuando no sabes quién lidera y qué quiere. Pero desde el punto de vista climático deja una lección sobre la transición justa: cuando uno toma una acción tiene que mirar sus consecuencias positivas, pero también las negativas y se deben planificar cómo revertirlas para convertirlas en algo bueno. La transición justa es la planificación de las consecuencias de una acción determinada a la hora de hacer una transformación. Y esto creo que es lo que no se hizo en Francia: se adoptaron medidas muy responsables en el sentido climático pero no se consideró que podría haber consecuencias sociales, como el incremento de precios de los combustibles.
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