La rebelión de los franquiciados
La crisis cambia el perfil de los inversores de cadenas Muchos apuestan por estos comercios para crearse un empleo La letra pequeña del contrato y la inexperiencia pueden llevar al fracaso
La deuda sigue ahí, pero su tienda echó la persiana hace tiempo. Los hermanos Santiago y Francisco García siguen pagando cada mes las letras del crédito que pidieron para poner en marcha en 2008 un supermercado, que tres años después cerraron para evitar que los números rojos siguieran amontonándose en su cuenta bancaria. Santiago rememora una y otra vez la ilusión que tenía cuando firmó el contrato de la franquicia. Serían dueños del local, pero estarían bajo el paraguas de la cadena de supermercados DIA. “El comercial me lo puso todo muy bonito. Se supone que tendría una rentabilidad del 13%, pero claro, resulta que eso no lo ponía por escrito en el contrato”, cuenta derrotado. Al final, sus márgenes comerciales no eran del 13%. Era del 2,5%. No llegaba para cubrir gastos. “Hacíamos ventas por más de 100.000 euros al mes. Pero perdíamos mucho dinero. Cerramos. Pero ya habíamos pagado la reforma del local y los productos que exige la empresa para empezar. Y nos cobraron un depósito por rescindir el contrato. Tenemos una deuda de 190.000 euros, que debemos seguir pagando, hasta 2037”, lamenta su hermano Francisco.
“La necesidad del autoempleo ha hecho que cambie el perfil de los interesados en abrir franquicias”, cuenta Santiago Barbadillo. Es el dueño de la consultora decana del sector de la franquicia. “Empecé hace 26 años, cuando llegué de Inglaterra”, recuerda. La crisis y la elevada tasa de paro, dice, se notan en la evolución del sector. “Antes los que montaban franquicias eran sobre todo inversores o empresarios, que ya operaban otras franquicias y ampliaban el negocio. Ahora también entra mucha gente que necesita un trabajo e invierte su dinero en abrir su propio negocio”, apunta.
“Montar una empresa siempre supone un riesgo”, defiende la patronal
El problema, dice Barbadillo, es que, al fin y al cabo, aunque la idea sea de otro, los que abran una franquicia serán empresarios y no todos están preparados. “La ilusión a veces puede con la racionalidad. No siempre se toma la decisión con rigor. Y hay que pensarlo bien, estudiar las opciones y elegir con cuidado”, advierte. Tener una franquicia, avisa, tiene un coste personal alto, “porque en muchos casos afecta a la familia”, y hace falta saber hacer números antes de invertir los ahorros o hipotecarse. “Deben tener contabilizado que habrá que conseguir el local y reformarlo, lo que puede hacer variar la inversión. Que según la zona, las rentabilidades son distintas. Y no precipitarse: hay que estudiar bien los planes de negocio de varias opciones y elegir correctamente”, abunda.
En España, el año pasado había 1.087 redes de franquicias, 47 marcas más que en 2012 y un 24% más que antes de la crisis. Bajo estas cadenas, funcionan 59.131 locales (826 más que en 2008), que dan empleo a 242.140 personas, según el anuario elaborado por la Asociación Española de Franquiciadores (AEF). Mientras las inmobiliarias han ido desapareciendo, las cadenas pequeñas, que exigen inversiones de cerca de 30.000 euros, están en auge. “Montar una empresa siempre significa asumir riesgos, pero hacerlo a través de una franquicia reduce ese riesgo, si se hacen bien las cosas, porque empiezas con una idea que ya ha demostrado que funciona”, defiende Xavier Vallhonrat, presidente de la AEF. “Los contratos los escriben los dueños de las redes. Pero los que los firman deberían resolver sus dudas antes de firmarlos. Todas. Tendrían que actuar con cautela y exigir información”, justifica.
Marcelo y Ana también se convirtieron en empresarios con una franquicia. Hace tres años vieron en la costa un local de la cadena de yogures Llaollao. Les encantó la idea. “En Madrid había pocas, así que decidimos preguntar las condiciones”, explica por teléfono Marcelo. Este matrimonio no buscaba empleo, sino invertir. “Teníamos unos ahorros. Decidimos que nos parecía mejor idea poner en marcha un local que otro tipo de inversión como la inmobiliaria”, recuerda. Su caso no es de fracaso: el local funciona y tiene tres empleados. “Pero la rentabilidad no es la que nos esperábamos. Los gastos son mayores de lo que entendimos al entrar”, dice Marcelo.
Los nuevos dueños de los locales se asocian para poder defenderse
El sector de la franquicia, considera Barbadillo, “no es especulativo ni para hacerse rico”. Nadie, aconseja el consultor, debería meterse en un negocio así “si lo que busca es doblar su inversión en un año”. La financiación, añade Vallhonrat, tampoco es fácil en este sector, y hay pocos bancos que presten ya dinero. De ahí que muchos de los que se aventuran, sobre todo en las propuestas más modestas (como pequeñas tiendas, heladerías o peluquerías) usen sus ahorros e incluso el paro capitalizado.
Cuando alguien firma un contrato de franquicia lo que está pactando es que el dueño de un modelo empresarial “de éxito” le permita explotar su idea, según señala en una guía de recomendaciones la Secretaría de Comercio. En general, el dueño le cede al interesado el uso de la marca y otros derechos de propiedad intelectual, como la decoración de los locales o los productos. A cambio, el nuevo empresario franquiciado paga al empresario original algún tipo de cuota o de canon sobre los beneficios. A partir de ahí, los modelos son muy variados: en algunas ocasiones quien abre el local tiene margen de maniobra, pero en muchas otras, el control por parte del dueño de la marca será total y podrá imponer desde los precios de venta hasta la marca de los productos de limpieza que se usen.
“La ilusión a veces pesa más que la racionalidad”, señala un consultor
Eso último es justo lo que descubrieron Marcelo y Ana con su heladería. Están obligados a comprar a la central todos los productos, a los precios cerrados que impone la matriz: leche, vasitos, servilletas, productos de limpieza... “Los precios son altos. Y no podemos buscar alternativas”, se quejan. En el contrato ponía que se comprometían a adquirir el material. Pero no especificaba los precios. Para ellos la solución (o al menos, un camino hacia ella) ha pasado por buscar a otros en su misma situación. Cerca del 30% de los franquiciados de Llaollao se han constituido en asociación. “Es más fácil dialogar con la empresa si somos un grupo unido”, razona Marcelo. La compañía, señala, se lo tomó razonablemente bien. “Para ellos también es más fácil si hay una sola vía de diálogo”, valora. De momento, dice Marcelo, han logrado pequeñas mejoras en algunos precios. “No tengo intención de dejar mi local, a no ser que alguien me ofreciera un traspaso. Pero es cierto que me he dado cuenta de que era más complicado de lo que pensaba. Requiere mucho esfuerzo y mucha dedicación para un rendimiento bajo”, valora.
Santiago y Francisco, los exfranquiciados de DIA, también están dentro de una asociación (Asafras), desde 2012, pero en su caso la relación con la marca no es ni de lejos buena, porque esta agrupación está solo formada por personas muy desencantadas con la compañía. Son cerca de 80, aunque dicen que cada día se suman nuevos socios. Organizan manifestaciones y han acudido a políticos regionales y diputados para denunciar que la compañía lleva a cabo prácticas abusivas. Justifican que parte de su ruina ha llegado porque las expectativas que les generaron al firmar el contrato no se han cumplido y porque la empresa lleva a cabo descuentos de venta muy agresivos, que se comen todo el margen de beneficio de las franquicias. El Gobierno ha pedido a Competencia que investigue si las prácticas comerciales son abusivas.
Comercio ha pedido a Competencia que compruebe si hay abusos en DIA
La cadena de supermercados DIA, por su parte, a través de una portavoz, defiende que a la inmensa mayoría de sus franquiciados les va bien. “Y son más de 1.400 en España”, señala. Casos como el de Santiago y Francisco, defiende la empresa, son aislados. “Puede que a alguien muy concreto no le vaya bien. Quizá es así. Pero nuestro modelo es de éxito, y los resultados lo demuestran”, sostiene la portavoz. Reconoce que les han llegado quejas. “Pero nadie nos ha denunciado en los tribunales”, señala. La asociación dice que está ultimando una querella.
¿Existen abusos? La patronal de franquiciadores niega que sea habitual. “Ninguna empresa quiere hundir su propia red de franquicias, porque eso afectaría a su marca”, defiende Vallhonrat. Barbadillo, por su parte, señala que la mejor forma de evitar los disgustos es actuar con la cabeza fría antes de firmar e invertir miles de euros. Para empezar, estudiar si la situación personal permitirá tener un negocio propio. Después, decidir el sector, que dependerá mucho del dinero y el tiempo que se quiera dedicar a la empresa. “La hostelería, por ejemplo, exige una inversión importante y es exigente en horarios. Otros negocios obligan a gestionar un número elevado de empleados, lo que no siempre es fácil. Hay que ser realista con las capacidades”, aconseja. Informarse bien, añade, también es vital. “A muchos de los que se reúnen con los comerciales de una franquicia les da apuro preguntar muchos detalles, temen parecer agresivos o incisivos”, cree el consultor.
¿Qué pasa si, pese a todo, al final hay problemas? Para empezar, recomienda Vallhonrat, es importante incluir en el contrato, antes de firmarlo, un compromiso de arbitraje, es decir, pactar por escrito que si surgen problemas ambas partes están dispuestas a acudir a que un experto independiente dirima quién tiene razón. “Es más barato y más rápido que un proceso judicial”, señala. En la Secretaría de Comercio existe un registro oficial de franquicias en el que se puede consultar qué empresas se acogen al sistema de arbitraje. De todas formas, dice, lo mejor es evitar llegar incluso a usar esa vía. “Con diálogo se puede lograr un entendimiento. Debe haber confianza entre las partes, porque son socios”, considera. La peor alternativa, cree el responsable de la asociación de franquiciadores, es la que ha seguido la asociación de afectados de supermercados DIA. “En realidad son un grupo muy pequeño, que busca hacer ruido por beneficio propio. Hacer ruido no es la solución. Deberían sentarse a dialogar”, considera.
Santiago y Francisco, sin embargo, creen que sus protestas son lo único que les queda. El diálogo, aseguran, ha sido imposible. “En España lo que funciona es hacer ruido, y más cuando tu enemigo es una empresa grande que te ignora. Hay más gente en nuestra situación, pero hay mucho miedo. Si nos juntamos, seremos fuertes”, cree Francisco.
¿Cómo saber si es una buena idea?
- Más de mil opciones. En España hay actualmente 1.087 cadenas de franquicias activas. Hostelería, belleza, telefonía, alimentación y hogar concentran la mayoría de opciones. Ponerlas en marcha puede costar 3.000 euros o más de 800.000 euros. ¿Cómo valorar si es una buena idea emprender?
- Autoevaluación. Hay que estar seguro de que se puede y quiere ser empresario. Hay que tener en cuenta si la franquicia será un método de autoempleo o solo de inversión, evaluar si será necesario contar con ayuda externa (y calcular su coste) y el capital disponible. También es importante valorar si es necesario algún tipo de formación previa.
- Recopilar opciones. Existen guías y anuarios donde se recogen listados de franquicias que buscan socios. También hay ferias del sector donde se puede acceder a los comerciales de las empresas y consultoras especializadas.
- Evaluación. Haga una criba. Primero seleccione el sector preferido. Una vez reducidas las opciones, extraiga aquellas que se ajusten a su inversión disponible. A continuación, aquellas en las que crea que su experiencia profesional o personal anterior pueda resultar útil. Después estudie el éxito de la cadena, la competencia que tendría y sus cuentas económicas. Una vez reducidas las opciones, exija toda la información posible a las compañías.
- Otros franquiciados. Los expertos recomiendan preguntar a otras personas que ya estén dentro del negocio. Puede buscar opiniones en Internet, pero tenga en cuenta que quizá solo los que tienen una mala experiencia participan en los foros. Acuda también en persona a locales de la cadena y recoja las impresiones de sus dueños.
- La letra pequeña. A la hora de firmar el contrato, no se deje llevar por la ilusión. Estudie los detalles y exija todas las condiciones por escrito, en especial las referidas a la rentabilidad, la posible rescisión de contrato o las obligaciones en materia de precios, promociones a los clientes o compras a proveedores. Antes de comprometerse puede acudir a un asesor legal o especializado.
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