Larga vida de hambre y penalidad
Un estudio de 25 años demuestra que la restricción calórica alarga la vida de los primates y les libra de enfermedades que otros padecen
Uno de los pocos principios generales de la biología –esa ciencia dominada por la contingencia y la chiripa— es que comer poco alarga la vida: así ocurre en la levadura, el gusano, la mosca y el ratón, de quienes hemos aprendido casi todo lo que sabemos de la biología humana. Pero extrapolar ese principio a los humanos es dilatado o dificultoso, y por eso todas las miradas están puestas en los primates, nuestros catavenenos por excelencia. El último resultado de la Universidad de Wisconsin, Madison, son buenas noticias: la restricción calórica, ya no cabe duda, mejora y alarga la vida también en nuestra estirpe. Larga vida de hambre y penalidad.
El estudio de la Universidad de Wisconsin lleva en marcha 25 años. Es uno de esos raros trabajos que no buscan engrosar un currículo –en 25 años, todos calvos—, sino sacrificarlo por el bien del conocimiento. Y los resultados son bien interesantes: una reducción significativa, en los monos sometidos a restricción calórica, de la mortalidad y de las ‘enfermedades de la edad’, las dolencias cardiovasculares, cancerosas y neurodegenerativas que matan a la mayoría de la población mundial. Y cada vez a más, a medida que los países en desarrollo van adoptando los estilos de nutrición occidentales.
Los científicos del Centro Nacional de Investigación con Primates de Wisconsin, en Madison, han seguido desde 1989 la evolución de 76 macacos rhesus.
El riesgo de enfermedad entre los macacos que comen sin restricciones es 2,9 veces mayor
Es uno de los dos únicos estudios que se llevan a cabo, ambos en Estados Unidos, para comprobar empíricamente si una dieta escasa, como la que ha prolongado la vida de las demás especies, tiene un efecto similar en nuestros primos los monos. Los resultados son muy alentadores.
Los macacos del experimento empezaron a tomar una dieta reducida un 30% en calorías cuando tenían entre 7 y 14 años, que es ya una edad adulta para estos monos. El grupo de control siguió comiendo sin restricciones. Y los datos muestran que, en este segundo grupo, el riesgo de enfermedad es 2,9 veces mayor; y el riesgo de muerte tres veces mayor que el de los individuos sometidos a restricción calórica.
El objetivo último de estos estudios no es someter a la población humana a un régimen de comidas capaz de amargar la vida de cualquiera, sino empezar a buscar moléculas –candidatos a fármacos— que puedan emular los efectos beneficiosos de la restricción calórica sin necesidad de padecerla. La investigación sobre píldoras antigrasa es una de las estrategias clave de la Big Pharma, la gran industria farmacéutica, para la próxima generación de fármacos.
“La gente ya está investigando en fármacos que afectan a los mecanismos por los que actúa la restricción calórica”, dice la autora principal del trabajo, Rozalyn Anderson. “Hay un enorme interés del sector privado en estos futuros medicamentos”.
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