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¿Son las Oreo tan adictivas como la cocaína?

Un estudio de la Universidad de Connecticut con ratones concluye que las galletas producen el mismo placer que consumir esta droga

Carolina García
Las galletas Oreo son tan adictivas como la morfina o la cocaína, según determina un estudio (Imagen cedida por la Universidad de Connecticut).
Las galletas Oreo son tan adictivas como la morfina o la cocaína, según determina un estudio (Imagen cedida por la Universidad de Connecticut).

Las galletas Oreo, las favoritas y de las más vendidas de Estados Unidos, son tan adictivas como la morfina o la cocaína, por lo menos en ratones, según determina un estudio elaborado por la Universidad de Connecticut. Aunque como hacen los humanos, estos roedores buscan el placer en la crema del medio de la galleta. Además, el consumo de las Oreo activa más neuronas en el "centro del placer" del cerebro que las drogas, según concluye la investigación.

"Nuestro trabajo de campo se apoya en la teoría de que los alimentos ricos en grasa y azúcar estimulan el cerebro de la misma manera que las sustancias adictivas y explica por qué algunas personas no pueden resistirse a estos alimentos, a pesar de que sepan que son nocivos para su salud", ha explicado Joseph Schroeder, profesor de neurociencias que realizó el estudio junto a un grupo de estudiantes, en un comunicado. Schroeder ha declarado en varios medios estadounidenses que desde "el sorprendente hallazgo, no he comido una Oreo". El problema para la salud es que las galletas son accesibles y se pueden encontrar en cualquier sitio, cosa que no es posible en el caso de las drogas.

La investigación fue idea de la estudiante Jamie Honohan, que estaba muy interesada en ver cómo el consumo de alimentos altos en grasa y azúcar de los barrios más pobres ha contribuido a la epidemia de la obesidad en EE UU, continúa el texto. "Tenía curiosidad por estudiar el comportamiento humano y sus motivaciones a la hora de elegir qué comer", explica Honohan. "Elegimos las Oreo no sólo porque son la galleta favorita de América, y muy apetecible para las ratas, sino también por las grandes cantidades de grasa y azúcar que contienen, y porque se comercializan de forma masiva en las comunidades con estatus socioeconómicos más bajos".

Muchos estudios anteriores ya habían relacionado la comida basura y los dulces y habían mostrado que consumirlos favorece la segregación de endorfinas, u hormonas del placer, que hacen que, muchas veces, se abuse de su consumo y que impliquen un riesgo alto de padecer enfermedades como la diabetes tipo 2 o la obesidad.

En esta investigación, enfocada en demostrar y dar luz a este poder adictivo, el profesor Joseph Schroeder y sus estudiantes encontraron que los ratones hacían la misma asociación entre las Oreo y un entorno específico y entre la cocaína o la morfina y el mismo ambiente. Durante el experimento, se colocó en un extremo de un laberinto galletas Oreo y en otro, un pastel de arroz. Luego soltaron a las ratas y se calculó el tiempo que tardaban en llegar a las galletas. "Los resultados obtenidos se compararon con otro experimento, en el que en un extremo las ratas recibían una inyección de cocaína o morfina, mientras que en el otro les suministraban suero fisiológico", indica la nota.

El estudio de la Universidad de Connecticut contradice la imagen tradicional de las Oreo que transmiten los anuncios de televisión, en los que pequeños consumidores, generalmente en compañía de sus padres o abuelos, saborean las galletas que, invariablemente, sumergen en un vaso con leche antes de comerlas. La investigación será presentada en una reunión de científicos neurólogos en San Diego, California, el próximo mes. La empresa Oreo no ha hecho comentarios al respecto.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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