¿Quién necesita tanto talento?
De la penuria de la situación económica española no solo hablan las dramáticas cifras del paro —6.202.700 desempleados—. La tasa de temporalidad —y la consiguiente precarización en el empleo— es una de las más altas de Europa. Uno de cada cuatro contratos es temporal, lo que responde a la estructura económica de un país en la que predominan el turismo y la construcción. El primero está lastrado por la estacionalidad. El segundo, por mano de obra poco cualificada. ¿Qué está haciendo España para salir airosa de la crisis y corregir sus debilidades endémicas?
La respuesta se ha podido encontrar esta semana en los espacios dedicados a la ciencia de los medios de comunicación. Las historias de Ana María Martínez Gil, química; Diego Martínez Santos, físico, y Nuria Martí Gutiérrez, bióloga, son más que elocuentes. La primera trabaja en el Instituto de Química Médica del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) y ha tenido que suspender la investigación sobre el Alzheimer en la que estaba. Se ha acabado el dinero, así que no podrá seguir indagando, de momento, sobre el fármaco que analizaba para combatir tan terrible enfermedad.
Diego Martínez lleva varios años trabajando fuera de España. Primero estuvo en CERN (el Laboratorio Europeo de Física de Partículas) y ahora en el Nikhef, el Instituto de Física de Partículas de Holanda. Pretendía volver a España y se inscribió en la convocatoria de las becas Ramón y Cajal, pero ni siquiera ha sido preseleccionado. Se da la circunstancia de que se ha enterado al mismo tiempo de que la Sociedad Europea de Física le daba el premio al mejor físico joven de Europa, pero en el Ministerio de Economía (del que depende la Secretaría de Estado de Investigación) le han rechazado por “falta de liderazgo internacional”. Martínez ha mostrado su perplejidad, pero también su comprensión. Los tajos en este sector han sido tan drásticos que no hay sitio para tanto talento. Las becas Ramón y Cajal —contratos, en realidad, de investigadores para cinco años— se iniciaron en 2001 con convocatorias de 780 plazas anuales. El año pasado ni siquiera hubo convocatoria y para este se han adjudicado solo 175 puestos.
La historia de Nuria Martí no es muy distinta. Trabajaba en el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia, pero los recortes desembocaron en un ERE en el que resultó afectada. Aquí también el hachazo fue espectacular. El Gobierno valenciano redujo a la mitad en 2011 el presupuesto de este centro, que pasó de 9,8 millones de euros anuales a 4,6. El despido dejó a 113 trabajadores en la calle, muchos de ellos investigadores con evidente talento y forzó el cierre de 14 de los 26 laboratorios existentes. La bióloga pidió trabajo en la Universidad de Salud y Ciencia de Oregón y se lo dieron. Allí trabaja ahora y allí ha participado justamente en uno de los más espectaculares avances de la biomedicina de los últimos tiempos: la obtención mediante clonación de células madre humanas, un hito histórico de la historia de la ciencia.
La educación y una alta y sostenida inversión en I+D+i (inversión, desarrollo e innovación) son claves para la economía de un país, especialmente si este no dispone de otras fuentes naturales de riqueza. Pero este Gobierno —y con él las grandes empresas públicas y privadas— no parece dispuesto a modificar esta pobre estructura, con una baja intensidad de inversión tanto pública como privada en I+D+i y una alta proporción de ingresos provenientes del turismo y el ladrillo. Los recortes en Educación e investigación son los primeros que acometió, torpedeando las humildes mejoras registradas en los años precedentes.
La única receta del Ejecutivo de Mariano Rajoy para sacar a España del coma económico en el que está sumida es la reforma laboral. Desprecia otras herramientas —como la reforma de la Administración, colonizada por los políticos, o líneas financieras que sí hay para otros sectores, como el del automóvil, en el que España no dispone de patentes y, por tanto, del valor añadido que enriquece a un país—. Y el caso es que, como dice Joan Guinovart, director del Instituto de Biomédica, para incentivar la investigación no hacen falta grandes sumas de dinero. Lo que hace falta, creo yo, es una visión de largo alcance. Pero de eso también carecemos.
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