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Polémica en Brasil por la reducción de yodo en la sal

El Gobierno da tres meses de plazo a la industria para adecuarse a los nuevos parámetros

Juan Arias

El gobierno de Brasil ha decidido, a través de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), reducir la cantidad de yodo en la sal, que deberá estar entre 15 y 45 miligramos por kilo de producto. Hasta ahora la cantidad de yodo raya a veces los 60 miligramos. La medida del gobierno ha creado una polémica entre los especialistas en endocrinología y metabología.

La decisión de rebajar los índices de yodo en la sal ha sido tomada, según Anvisa, porque la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó a Brasil como el tercer país de América Latina con mayor exceso de yodo en la orina, lo que podría llevar a trastornos de la tiroide.

La decisión de las autoridades del Gobierno, que ha dado tres meses de plazo a la industria para adecuarse a los nuevos parámetros de presencia de yodo en la sal, ha sido criticada por Carmen Pazos, presidente del Departamento de Tiroide de la Sociedad Brasileña de Endocrinología y Metabología (Sbem).

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Según los representantes del Sbem, el problema no es el exceso de yodo en la sal, sino el hecho de que los brasileños consumen normalmente el doble de la cantidad de sal aconsejada por las autoridades sanitarias mundiales, que no debería pasar de 5 miligramos diarios. “Las consecuencias de la falta de yodo son mucho más graves (además de comprobadas e induscutibles) que su exceso, que posee además menor consistencia científica”, afirmó Pazos.

La yodación de la sal en Brasil ha sido una norma del Ministerio de sanidad de los años 50 para intentar disminuir la incidencia de enfermedades como retraso mental irreversible, sordera y mudez en los niños, anomalías congénitas y paperas.

Según los endocrinólogos que protestan por la medida de reducir la cantidad de yodo en la sal, ya ha habido regiones enteras en Brasil, como Minas Gerais, Goiás y Rio, con paperas producidas por la falta de yodo. Subrayan que en Estados Unidos existe la sal con yodo y sin él y que los ciudadanos pueden escoger.

El problema en Brasil es que a veces la gente se ve bombardeada por mensajes contradictorios sobre el uso o abuso de sustancias y alimentos, como es ahora el caso del yodo, cuyo exceso y su falta puede producir efectos graves a la salud. Es aquello del refrán castizo de que “lo que no mata engorda”.

Sin embargo, los brasileños están adquiriendo una mayor cultura sobre la importancia de una buena alimentación con pocas grasas, poco azúcar, poco sal y sin exceso de calorías, y de la importancia de hacer ejercicio físico. Ayudan a ello no solo las contínuas informaciones de los diarios y noticiarios, sino también las famosas novelas con audiencias millonarias, que aprovechan para culturalizar a la población menos alfabetizada sobre lo que ayuda o impide vivir con buena salud.

El problema, por ejemplo, de Brasil, no es el hambre, sino el exceso de peso que aflige al 50% de la población. Uno de los culpables de ese aumento de peso lo constituyen los famosos salgadinhos, unos pastelitos salados que se venden por todas partes, siempre con exceso de sal y de grasas y que, muchas veces por ser baratos, acaban sustituyendo el almuerzo de los personas de bajos ingresos que no vuelven a casa a mediodía.

Cuando al llegar Lula al poder instituyó el programa social llamado Hambre Cero, pronto tuvo que sustituirlo por el de Bolsa familia, porque un informe nacional detectó que en Brasil no existe  hambre. Si acaso existe exceso de peso.

Una de las cosas que evita en Brasil la desnutrición que se advierte en otros países pobres es la combinación de arroz con frijol negro, que unidos forman una proteína que la combate. Y hay pocos brasileños que no coman una vez al día arroz y frijol, sobre todo los menos pudientes.

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