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CAFÉ CON... MIGUEL DELIBES

“Se puede aprender muchísimo de una caca”

El científico acaba de ser nombrado presidente del Consejo de Participación de Doñana

Manuel Planelles
Miguel Delibes en el parque de Maria Luisa.
Miguel Delibes en el parque de Maria Luisa.Julian Rojas

No es una metáfora. Miguel Delibes de Castro (Valladolid, 1947) habla literalmente de su trabajo como biólogo: “Se puede aprender muchísimo de una caca”. Lo dice antes de despedirse. De pie, junto a su bicicleta, que ha dejado candada en la puerta del restaurante sevillano La Raza, donde ha desayunado durante años con sus compañeros de la Estación Biológica de Doñana, que dirigió entre 1988 y 1996. “Se puede conocer la alimentación, el sexo, los parásitos...”. Delibes, uno de los mejores conocedores del lince, anda ahora liado con la investigación de las nutrias (y sus excrementos).

Doñana es el tercer invitado en la entrevista. Delibes, que reside en Andalucía desde principios de los setenta, acaba de ser nombrado presidente del Consejo de Participación del emblemático espacio natural. La primera imagen que evoca cuando habla de Doñana es aquel coto salvaje al que llegó como becario del CSIC en 1972. Fue con su pareja a vivir y a trabajar. “Éramos mendicantes”. Pone un ejemplo. El pequeño grupo de investigadores de Doñana tenía un listado de publicaciones científicas internacionales. Cuando un experto extranjero les visitaba, lo primero que se hacía era intentar que les costeara una suscripción a alguna de las revistas especializadas.

“Todo el comienzo de Doñana fue mendicante”. El considerado padre de este espacio natural, José Antonio Valverde, también tiró de favores y de dinero ajeno para comprar por 33 millones de pesetas las 6.700 hectáreas del coto que fueron el germen del actual parque. “Valverde siempre decía que éramos más coprólogos que biólogos”, recuerda con una sonrisa cuando se refiere a la relación de su profesión con los excrementos. Otro desecho —en este caso de un mochuelo— fue el que le apartó cuando era un veinteañero de la caza, una de las grandes aficiones de su célebre padre y de varios de sus seis hermanos. Un día salió en busca de perdices con familiares y amigos. Todos estaban desplegados en hilera, preparados. Pero, en el momento menos oportuno, Delibes soltó la escopeta y se tumbó en el suelo. Había descubierto las egagrópilas de un mochuelo, unas bolitas de comida sin digerir que algunas aves regurgitan y que sirven para conocer la alimentación de una especie. “Las perdices salieron volando y se escaparon por mi lado. Me gané una bronca de mi padre y dije: ‘Pues ya no cazo’. Desde ese momento, iba con ellos, pero sin escopeta”. Pese a que dejó de lado esta afición, Delibes reconoce que le marcó: “En mi familia te hacías adulto cuando ibas a cazar con mi padre, a los 14 años. Escuchabas los primeros tacos y te dejaban beber vino con gaseosa”.

Delibes es un biólogo que, desde el principio de su carrera, comprendió la importancia de la divulgación. “Mi padre me enseñó de naturaleza y un naturalista me enseñó a escribir”. Uno de sus primeros trabajos fue junto a Félix Rodríguez de la Fuente elaborando la Enciclopedia Salvat de la fauna. “El primer texto que escribí, sobre generalidades de los mamíferos, me lo rompió cuatro veces. Mi padre me decía: ‘No te preocupes, que ya le gustará’. Y la quinta versión le sirvió. Es lo primero que escribí en mi vida”. Luego vinieron más artículos, libros y las notas que toma en cada viaje familiar, como una vuelta a Islandia en bicicleta o las rutas en kayak por Groenlandia. Y Doñana se vuelve a colar en la charla. “Tengo 40 páginas escritas sobre los inicios. Quizás algún día consiga tiempo para escribir un libro”.

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Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

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