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“La amnistía fiscal es un insulto a toda la ciudadanía”

El Jefe de Análisis de la Oficina Antifraude trabajó durante 20 años en la SER

Carlos Quílez acaba de publicar su séptima novela.
Carlos Quílez acaba de publicar su séptima novela.Claudio Alvarez (EL PAÍS)

Acaba de publicar su séptima y última novela, Cerdos y gallinas (Editorial Alreves), que supone un descenso a las cloacas, una radiografía de un mundo podrido y corrupto. “Escribir este libro ha supuesto para mí una especie de catarsis, una liberación personal”, revela Carlos Quílez Lázaro, de 46 años, jefe de Análisis de la Oficina Antifraude de Cataluña que dirige Daniel de Alfonso Laso. Antes de ocupar este cargo, Quílez trabajó durante 20 años en la cadena SER y aún lleva en sus venas el apasionado veneno del periodismo.

Ha viajado de Barcelona a Madrid para una reunión. Tiene antojo de comer un buen cocido madrileño y se relame cuando el camarero anuncia que está lista la sopa y los garbanzos con su pizca de chorizo, tocino y lo demás. Un almuerzo contundente muy acorde con el carácter de Quílez.

La conversación, lógicamente, discurre casi monopolizada por el asunto de la basura que emponzoña la política. “Las pesquisas son tan complejas, y los corruptos y los corruptores son de tanto nivel que superan a los investigadores”, dice, antes de explicar que su departamento ha abierto 210 casos durante el año pasado, 30 de los cuales acabaron ante la justicia.

Coincide en que el llamado oasis catalán, la sensación de que esta región era un ejemplo de prosperidad, honradez y modernidad, era solo un espejismo. “En Cataluña, los corruptos se han movido amparados por ese oasis. Pero eso se ha empezado a agrietar”, recalca. Y, claro, ahora ha caído el velo y la gente contempla estupefacta lo que está ocurriendo a derecha e izquierda.

Quílez cree que hay que tener una tolerancia cero con la corrupción

Quílez no acaba de entender la pasividad con que la sociedad asiste atónita ante lo que está ocurriendo. “En 1930, el Gobierno subió un céntimo el billete del tranvía y hubo una revuelta en la que participaron ricos y pobres. El Gobierno tuvo que dar marcha atrás. Ahora, vemos que hay familias enteras que son echadas de sus casas... y no pasa nada. Algo sucede en esta sociedad para no rebelarse ante los abusos”, espeta con visceralidad y enfado.

A mitad del almuerzo salta la charla al polémico asunto de la amnistía fiscal, una medida del Ejecutivo de Mariano Rajoy de la que se pueden haber beneficiado unos cuantos corruptos. “El Derecho Penal clásico parte de la base de que quien la hace la paga, que quien comete un delito debe pagar por ello. La amnistía fiscal facilita que el que pueda pagar, la hace. Que el que puede pagar la multa, hace la trampa. Esto es un insulto a toda la ciudadanía”.

“El cáncer de la corrupción se ve favorecido por el hecho de que no funcionan —o funcionan mal— los grupos o las unidades de control interno de los partidos, de las empresas, de los jueces... Por desgracia, la corrupción se investiga desde fuera, no desde dentro”, se queja el jefe de Análisis de la Oficina Antifraude de Cataluña. No obstante, se muestra escéptico de que esta situación cambie. Por eso, está muy a favor de que existan los órganos de control anticorrupción —como en el que él mismo presta ahora servicio— así como los juzgados y las fiscalías.

Tras rematar la piña solicitada para coronar el abundante yantar, Quílez lanza una proclama: “Hay que implantar la tolerancia cero con la corrupción”.

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