El jubilado de los cuatro millones de euros
Antonio Ortega compró diez décimos del Gordo y los repartió entre sus familiares y amigos Salva a su hija Noelia, en paro como su pareja y con una niña de seis años
Los 200 euros que el jubilado alcalaíno Antonio Ortega gastó en los 10 décimos del 76058 fueron un pequeño exceso, teniendo en cuenta que su pensión no llega a los 1.000. “Es que el 25 de noviembre nos dan la paga a los pensionistas... y aproveché ese día”, se justifica. Claro que nadie va a reprochárselo ahora, porque aquella inversión se ha revalorizado de forma estratosférica: cuatro millones de euros es el resultado, y el final de la historia es más dulce si cabe, porque Antonio, de 62 años, ha ayudado a los suyos. Él se quedó con tres décimos del Gordo, y el resto lo repartió entre familia y amigos. Su hija Noelia, de 34, está en el paro y en una situación complicada: la prestación se le agotaba, su pareja tampoco trabaja y tiene una hija de seis años. El jubilado y su dichoso exceso han salvado a Noelia, que ahora tiene 400.000 euros en el bolsillo, y eso al antiguo pintor le emociona: “Es lo que más ilusión me ha hecho, quitarle a ella ese peso de encima".
1,2 millones de euros para él, y el resto (casi tres millones) para su hermano, sus dos hijos, dos hermanas de su mujer, su amigo de toda la vida, Javier, el dueño del bar Javi’s de Alcalá... Antonio ha repartido la dicha a la gente que quiere. “Me dicen, ¡la que nos has liado!”, cuenta partiéndose de risa. Ayer invitó a toda la familia a celebrarlo en una marisquería, y de la risa pasó al llanto cuando contaba la cantidad de abrazos que había recibido y el mensaje que le transmitían. “No esperaba recoger tanto cariño, y tantos me han dicho que me lo merecía...”, suspiraba.
Antonio ha vivido los últimos 40 años en el barrio obrero de El Chorrilo y, aunque no le fue mal como pintor, “últimamente la empresa que tenía iba a peor, y por eso adelanté la jubilación”, explica. El vuelco ha sido total. “Es una sensación increíble, no la puedo explicar”. Su hija Noelia sí era capaz de definir la suya— “alivio”, soltaba sin dudar — cuando fue consciente de que, gracias a su padre, sus problemas económicos se disipaban. “Creo que ahora me compraré una casita, y me tomaré con más calma volver al trabajo”, contaba ella.
Por la mañana, en la puerta de la administración de lotería, el jubilado avanzaba que cambiaría el coche y que quizás reformaría la casa. Pero por la tarde, después del marisco y los abrazos, ya tenía ganas de comprarse “un chalecito” cerca de sus hijos, que no viven en Alcalá, y de viajar: “Quiero conocer Nueva York, que nunca he salido de España”. Pero sobre todo, explotar su reciente papel de benefactor, al que parece haberle cogido el gusto. “Quiero ayudar a un amigo que me dio trabajo cuando lo necesité. Eso es lo mejor de todo esto: querer ayudar a la gente y poder hacerlo”.
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