“En Madrid hay favelas aunque no se llamen así”
Rubio, blanco y del asfalto, como llaman en Río de Janeiro a los de la parte urbanizada de la ciudad, Leonardo Martins sorprende cuando se considera a sí mismo uno más entre los habitantes de las favelas más famosas del mundo. Su madre, psicóloga, trabajaba con los desfavorecidos, y le cambió la vida el día que le llevó a conocerlos. “Me dijo ‘¿no quieres comer? Pues mañana vienes conmigo a ver la realidad de la vida”. Al poco tiempo, su grupo de amigos de la adolescencia, para toda la vida, eran chicos de las favelas.
Martins (38 años, Pelotas, Río de Janeiro) es el representante en España de la organización Central Unica das Favelas (Cufa), una ONG internacional con origen en esos barrios marginales. Madrid, asegura, “es la mejor base para conseguir inversión para proyectos en Latinoamérica”. La definición de su trabajo es proporcionar “acceso a un mercado de cien millones de personas que se han incorporado al mundo del consumo, a través de proyectos sostenibles”.
Según él, los grandes mercados actuales para crecer son las favelas. Favelas en sentido amplio, los barrios marginales de las grandes ciudades. “En Madrid, Londres o París también hay favelas, aunque no se llaman así”. Pero la única manera de acceder a esos mercados es con proyectos “sostenibles”, que contribuyan a mejorar las condiciones de vida a largo plazo.
Martins defiende las posibilidades económicas de las zonas pobres
Hay que “buscar un modelo de negocio que permita dejar un legado en las favelas”. Brasil es “el país del mundo donde más está disminuyendo la desigualdad, con una clara vocación social”. Quien quiera invertir y entrar en ese mercado, necesita aportar a esa tendencia.
No es ajeno a la violencia, y le sobran anécdotas en las que su vida ha corrido peligro. Pero afirma que “las favelas aportan a los negocios. Es un mercado creciente que compone la nueva clase media con poder de consumo. Es la base de la pirámide. El 46% del poder de compra está en la clase C de Brasil. Es estratégico”.
Un ejemplo puede ser el de la telefónica brasileña Oi para entrar en ese mercado. Lo que hizo Oi fue “poner un call center dentro de la favela”. Con esa oficina en pleno Complexo do Alemao (favela de Río de Janeiro), la telefónica empezó a dar trabajo en el barrio. Un hermano, una hija, un amigo, de pronto empiezan a tener un sueldo honrado gracias a esa empresa, y “cambia la percepción”. “Se están comiendo todo el mercado”.
Esos negocios, acompañados de proyectos sociales, cambian el círculo vicioso de la violencia y la droga. “Tengo amigos que llegaron a controlar favelas enteras, gente que llevaba 30 años sin salir del barrio. Te cuentan que su vida era ‘matar o morir’. Ahora son personas que llevan un proyecto social y son felices”.
Durante una charla en la sede de la Comisión Europea en Madrid, Martins desafió a la audiencia al citar los datos de desahucios en España y preguntar: “¿Dónde va a vivir toda esta gente?”. La pregunta, viniendo de un experto en marginación y violencia, evocaba escenarios escalofriantes.
España va a afrontar una crisis social de grandes dimensiones, dice. Si no se gestiona bien, traerá consigo violencia. “España tiene que aprender a gestionar la desigualdad extrema. Si los que tienen dinero roban, ¿cómo no van a robar los que no tienen? España está a tiempo de invertir en proyectos sociales antes de tener que tomar otras medidas como las de Río”. Con su lenguaje de escuela de negocios (Esade), tiene un lema: “La prevención de la desigualdad es un business plan rentable”.
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