El sistema sanitario español da la espalda a los pacientes
La espera y los derechos de los usuarios son las debilidades del servicio, según un estudio También destaca la desigualdad regional en la atención
No hay prácticamente discurso oficial en que no se afirme que el sistema sanitario español es uno de los mejores del mundo. Pero esta afirmación tiene un agujero: el papel que los más interesados tienen en su evolución y sostenimiento. Los pacientes apenas son tenidos en cuenta, según la encuesta periódica que realiza la consultora sueca Health Consumer Powerhouse, y que presentó la semana pasada en Bruselas.
“No se trata de un informe sobre la calidad general, medida como mortalidad, por ejemplo”, indican los autores. Son más bien los derechos, participación y acceso de los usuarios a través de sus asociaciones lo que se mide. Y, ahí, el resultado es desalentador: de los 34 países europeos estudiados, España ocupa el puesto 24. En los diversos estudios previos, la evolución ha sido negativa: En 2006, fue el 17º de 26 países; en 2007, 14º de 29; en 2008, 18º de 31, y en 2009, 21º de 33.
El autor principal del estudio, Arne Bjönberg, considera que la crisis económica es “algo bastante reciente y que no puede explicar el continuo deterioro de la sanidad española”. De hecho, ya en los informes previos se destacaba los largos tiempos de espera como una de las debilidades del sistema. Por eso, Bjönberg cree que es más una cuestión de “actitudes y de organización”.
Otra de las debilidades de la sanidad española es que carece de “transparencia y de participación de los pacientes”. “A pesar de tratarse de un sistema que cuenta con financiación pública, la desigualdad [regional] está aumentando”, indican los autores del trabajo. Entre las prestaciones, “el acceso al cuidado bucodental o a la vacuna tetravírica es mediocre”. Eso no quiere decir que no se reconozcan otros méritos, como el papel de líder mundial en trasplantes, pero eso “no compensa los otros muchos puntos débiles”.
El estudio mide 42 variables agrupadas en cinco grandes áreas: derechos de los pacientes y su participación, accesibilidad (entendida como tiempos de espera), resultados (un resumen de ocho indicadores como la mortalidad infantil, los casos de diabetes sin diagnosticar o la incidencia de la depresión, por ejemplo), las políticas de prevención (vacunación infantil, programas antitabaco, equidad de los sistemas, entre otras), y acceso a productos y servicios, como lo que tardan en llegar los últimos tratamientos anticáncer o si hay algún tipo de copago para técnicas como los rayos X. A todo ello se le da una puntuación que está ajustada para que el resultado máximo final sea de 1.000. El primero de la clasificación es Holanda (872 puntos), seguido de Dinamarca (822) e Islandia (799). España obtiene 603. Los últimos lugares son para Serbia (451), Bulgaria (456) y Rumania (489).
Es en las listas de espera donde España sale peor parada. Es el penúltimo país, solo por delante de Noruega y empatados con Suecia. De hecho, el informe destaca que algunos países muy ricos, como los nórdicos, tienen el mayor tiempo de espera. En derechos de los pacientes los resultados tampoco son buenos: el quinto país por la cola, solo por delante de Malta, Bulgaria, Grecia y Rumania, y empatados con Albania y Serbia. Esto está en línea con las críticas realizadas por asociaciones como el Foro Español de Pacientes o la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, que, aun con reticencias ante estos estudios, coinciden en que el sistema muestra que se vive en una especie de despotismo sanitario, donde se busca “todo para el paciente, pero sin el paciente”.
Los resultados son mejores en lo puramente sanitario
En las tres categorías más médicas, (resultados, prevención y acceso a tratamientos) España sale mejor parada, dentro de un nivel mediocre, siempre según esta clasificación: 11º en resultados, 16º en prevención y 13º en acceso a medicamentos y tecnologías.
Si se compara con el anterior estudio, con datos de 2009, la puntuación española prácticamente ha bajado. Entonces consiguió 603 puntos. Ello puede deberse, en parte, a que ha habido un cambio metodológico. Aquel año había una categoría más, la que se refería a la implantación de la cibersalud. Pero este año se ha considerado que esa tecnología debe estar tan asumida que no merece una clasificación aparte, ya que afecta directamente al resto, como los tiempos de espera o los resultados.
Por eso el retroceso español es mayor, ya que, en general, los países han mejorado en esta lista. Quedan, eso sí, tres “áreas de preocupación”: un aumento en los tiempos de espera para las operaciones más costosas, un aumento de los copagos en medicamentos y otros tratamientos, y el retraso en el acceso a las novedades. El otro aspecto preocupante es el de la incidencia de infecciones hospitalarias. El informe coloca a la mitad de los países en zona de riesgo. Aunque en este caso, España está en la mitad con mejores resultados.
Para concluir, Bjönberg señala que, para España, debe cuestionarse si la financiación pública a través de los impuestos y la regionalización del sistema son las medidas adecuadas. Respecto al conjunto de Europa destaca que “ningún país está en niveles excelentes en todos los indicadores. Por eso, los resultados parecen obedecer más a culturas y actitudes organizativas y nacionales que ser un reflejo de la cantidad de recursos que un país dedica a la atención sanitaria. Las tendencias culturales tienen profundas raíces históricas. Darle la vuelta a una empresa es cuestión de un par de años; hacerlo con un país puede llevar décadas”.
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