“La ayuda debe ir a los más pobres, no a países con ingresos medios como Perú”
El fundador de Microsoft y filántropo pide a Rajoy que mantenga el nivel de ayuda y cooperación En una entrevista con EL PAÍS reflexiona sobre la crisis y las rigideces del mercado laboral español
Preparar una entrevista con Bill Gates es una de las tareas más estimulantes que puede abordar un periodista. Obliga a romper los habituales compartimentos estancos y a saber de millonarios, de Microsoft, de impuestos, de Gobiernos y de recesión, pero también de polio, de malaria y de buscadores de Internet. El segundo hombre más rico del mundo (perdió el podio de Forbes tras las cuantiosas donaciones que dirige con criterios de eficiencia empresarial); el hombre que más impactó en nuestras vidas al hacer posible la revolución del ordenador personal; el empresario hecho a sí mismo, se ocupa hoy de trabajar para que la crisis no devore los fondos destinados a cooperación. Como presidente de la Fundación Gates, con 33.000 millones de dólares (casi 25.000 millones de euros) puestos de su propio bolsillo, pide a España algo sencillo: primero, que mantenga la ayuda; segundo, que la destine a los más necesitados y no a países de ingresos medios como, por ejemplo, Perú. Gates ha visitado hoy EL PAÍS, donde ha desayunado con Coca Cola light.
- Pregunta. Usted pide a la comunidad internacional que mantenga el nivel de ayudas a pesar de la crisis. ¿Teme un gran paso atrás en este terreno?
- Respuesta. La generosidad continúa en general en alza y eso marca una gran diferencia, porque significa más vacunas para más niños, menos gente muriendo y nuevas semillas, pero aún hay mil millones de personas viviendo en tales condiciones de dureza que, si las tuviéramos cerca, no podríamos más que ayudarles. El gran desafío es que esos pobres no queden olvidados por las dificultades financieras. El dinero que les permite vivir es menos del 1% de nuestros presupuestos. Y el peligro es que sea recortado aún más que otras partidas del presupuesto. Eso supone literalmente menos vacunas, menos semillas o menos medicinas contra el sida, y todo ello para equilibrar el presupuesto de los países más ricos. Para que el dinero sea destinado adecuadamente y tenga un impacto real en la gente, debe ir a aquellos que más lo necesitan. Debemos asegurarnos de que el dinero va a los países pobres, donde puede tener un efecto contundente, y no a los de ingresos medios. Tenemos mucho que hacer para que la gente se sienta reconocida por la ayuda que concede, que sepan lo importante que es mantenerla.
- P. Se va a reunir con el nuevo presidente, Mariano Rajoy. ¿Cuál es su mensaje para él, en unos tiempos de fuertes recortes de nuestros propios presupuestos?
- R. Yo simplemente me presento como alguien que destina miles de millones de mi propio dinero a todo esto y lo que intento es compartir las historias de éxito. España financia vacunas y el impacto de estas ayudas por cada euro es 20 veces superior en los países más pobres que el que puede tener el dinero destinado a tu propio país. Así que mi punto de vista es que debe destinarse hasta el 1% del presupuesto a los que más lo necesitan. Sé que ahora mismo [el presidente] tiene muchas prioridades, son tiempos duros, pero si quiere destinar ese 1% y enfocarlo en las grandes necesidades, el impacto será altísimo. Incluso en tiempos duros, los contribuyentes pueden sentirse muy satisfechos por su papel en el mundo.
- P. Habla de los países más necesitados. ¿Considera entonces que América Latina no debería ser el objetivo prioritario de la ayuda española?
“Históricamente la ayuda estaba mezclada con la amistad. Eso se acabó. Hoy debemos tener otras prioridades”
- R. Cuando ayudas a países como Perú, un país de ingresos medios, con 10.000 dólares de renta per cápita (unos 7.500 euros), mientras hay niños muriendo de malaria y gente que no consigue medicinas para el sida, el resultado es bastante diferente. Cuando ayudas a este tipo de países con un nivel suficiente de riqueza debes preguntarte por qué, por qué le ayudas. La ayuda debería ser para los más pobres. La Comisión Europea, por ejemplo, ha decidido dar menos ayuda a países de ingresos medios y esa es una gran decisión. Lo importante es que todas las vidas tienen igual valor y que podemos cambiar muchas más cosas en países pobres que cuando ayudas a un país como Perú, con ingresos medios, que tiene sus recursos que explotar y que podría ser tan rico como un país europeo. Marruecos tiene minerales y mucho dinero si lo comparas con Chad, Mozambique, Sudán o Etiopía. Lo que puedes conseguir es muy diferente. Históricamente la ayuda estaba mezclada con la amistad. Estados Unidos ayudaba a países que podían malgastarla, pero si era un amigo no había problema. Afortunadamente con el fin de la Guerra Fría ese tipo de ayuda ya se acabó y ahora puedes decir que cada euro que gastamos tiene un impacto humanitario: está alimentando a un niño, permitiéndole nutrirse para que su cerebro se desarrolle con plenitud, y la lucha contra la malaria lleva también ese camino. Esas son las prioridades del mundo. Un país como Perú está luchando bien contra la malaria sin ayuda exterior.
- P. Hay un debate sobre la efectividad de la ayuda. ¿Cómo se gasta mejor este dinero?
- R. Si tomas un país que tiene grandes necesidades críticas en salud, agua, agricultura y medicinas puedes tener un impacto muy radical haciendo llegar las vacunas a los niños, las medicinas contra el sida a los adultos, las redes antimosquito o enseñando a los granjeros a usar unas semillas nuevas que van a funcionar incluso cuando hay sequía para ser así más productivo. Me siento muy satisfecho con los resultados de los miles de millones que he puesto en todo esto. Yo puedo visitar estos lugares, contratar a los mejores científicos y veo los resultados. Sí, estamos mejorando la vida en estos países muy rápidamente, y si los ciudadanos y los políticos pudieran viajar y comprobar lo que está pasando en Chad, Kenia y Tanzania, verían que son lugares donde las cosas han cambiado mucho, donde han descendido las muertes por malaria de forma espectacular, y donde los padres no mueren de sida dejando huérfanos y más inestabilidad. Esta es una historia muy positiva y no se puede hacer ayudando a países de ingresos medios, pero sí a los que más lo necesitan.
- P. ¿Cuándo cree que podremos ver la vacuna contra el sida?
“La vacuna contra el sida tardará entre seis y diez años en llegar”
- R. Ese campo de la investigación científica tiene grandes problemas de financiación. España sí ha ayudado en ese terreno y espero que se mantenga porque hace falta dinero para hacer esta labor. Hay mucha investigación en tuberculosis y malaria que se hace aquí en España, en Tres Cantos; hay una vacuna contra la tuberculosis en España, que es fantástica; hay un grupo en Barcelona a las órdenes de Pedro Alonso que trabaja contra la malaria y que es genial. Y es realmente esa financiación de I+D la que nos proporciona las nuevas herramientas. Esperamos tener una vacuna contra la malaria dentro de unos años. Una vacuna contra el sida va a tardar entre seis y 10 años en llegar, nuestra Fundación es un gran patrocinador. Esperamos que España siga con su apoyo a la I+D, que sí formó parte de su presupuesto en los últimos cuatro años.
- P. ¿Es el impuesto a las transacciones financieras una solución para obtener fondos para ayuda al desarrollo?
- R. Está claro que algún tipo de impuesto sobre las transacciones financieras podría ayudar en parte a bajar los déficits, y si una parte fuera dedicado a mantener el apoyo a los más pobres, incluso ahora en medio de la crisis, eso sería algo de agradecer. Irónicamente, hay un tipo de impuesto sobre las transacciones financieras, que en Reino Unido llaman de otra forma, el Settlement Tax, que grava fuertemente la compraventa de acciones. Así que hay muchas posibilidades, pero lo que no quieres hacer es distorsionar excesivamente el mercado. Y una vez puestas las tasas la pregunta es: ¿A qué destinar este dinero? Son fondos gubernamentales. Se puede usar para pagar la deuda, estimular la economía doméstica o para mantener ese 1% que impide que la gente muera porque has dejado de comprarles una red antimosquito.
“Voto por los tecnócratas siempre que puedo. Pueden tomar decisiones difíciles”
- P. El modelo europeo contra la crisis pasa por la austeridad y el control del déficit. El de Estados Unidos apuesta por políticas de crecimiento. Como empresario, ¿cree que Europa será capaz de superar la crisis con este modelo?
- R. Es una situación compleja y ojalá los economistas entendieran mejor su asignatura. Cómo tener las deudas bajo control, bancos solventes y aun así lograr que crezca la economía es una especie de fórmula mágica que busca la gente, hasta ahora sin mucho éxito. Está claro que las políticas de crecimiento son deseables, pero ¿cómo encaja eso con una eventual eliminación de la deuda? Los políticos y economistas deben trabajar en esto, que no es fácil de resolver.
“España tiene una tasa de paro peor y eso es por algo. En algún punto del mercado laboral o del sector educativo hay un problema”
- P. ¿Qué opina de los tecnócratas, los nuevos gobernantes en países como Italia o Grecia?
- R. Yo voto por los tecnócratas siempre que puedo. Cuando las cosas son muy complicadas -y la situación que mejor conozco es la de EE UU- ves que hay muchas prácticas regulatorias que han estado muy protegidas y que hacen que la economía sea menos eficiente, por ejemplo para médicos, fármacos y muchos servicios, y esas ineficiencias nunca se resuelven en el ámbito puramente político porque esa gente guarda con especial celo su estatus especial. Pero un tecnócrata llega y puede hacer una serie de cosas que pueden beneficiar a la economía, tomar decisiones difíciles. Hay muchos temas de regulación en los mercados laboral y de servicios que cuando se resuelven son muy importantes para crear oportunidades de crecimiento. ¿Pero cuánto de esto podrá aprovechar un país europeo en concreto? Por ejemplo, un país como Irlanda nunca ha tenido tantos problemas en la regulación de los mercados y tuvo un desastre extremo en su sector bancario. ¿Por qué se les considera más creíbles? Probablemente porque sus mercados están menos sobreregulados que los de otras zonas de Europa, y eso es lo que hace que, entre todos los países endeudados, se les vea como los que tienen el camino más fácil para volver a la normalidad.
- P. Bajo esa perspectiva, ¿cree que la liberalización del mercado laboral que acaba de anunciar el Gobierno español es lo más adecuado para resolver el persistente problema de paro que tiene España?
- R. Ustedes tienen una tasa de paro peor que la de cualquier otro país y claramente esto es por algo. En algún punto del mercado laboral o del sector educativo hay algún problema. No soy un experto en España pero, en general, las mejores soluciones a largo plazo siempre acarrean dolor a corto plazo en términos de los mercados. ¿Cuál es la forma de hacerlo? No soy un tecnócrata que haya estudiado la situación de España, pero hay una oportunidad probablemente histórica de tomar decisiones difíciles para ganar algo de la fluidez que caracteriza los mercados laborales de Irlanda, Reino Unido o Estados Unidos.
- P. En España nos encontramos con muchos jóvenes muy cualificados que afrontan su futuro sin trabajo ni oportunidades. Como ejemplo de hombre hecho a sí mismo, ¿dónde cree que están las respuestas?
- R. Lo que sucede es muy extraño. ¿Por qué no han bajado aquí los sueldos? Si tienes una fábrica que produce carbón y nadie lo compra está claro que el precio de tu carbón es demasiado alto y hay que bajarlo. Tienes toda esa mano de obra disponible, pero hay algo muy raro en que el precio no se ajuste para permitir a otros países instalarse aquí, porque está claro que estos trabajadores están dispuestos a trabajar. Ese nivel de desempleo nos indica que hay rigideces importantes operando en el mercado. Puedes mirar hacia las universidades y preguntarte si la formación es tan sólida como debería ser, pero no creo que esta sea la razón. Estoy de acuerdo en que este asunto es la prioridad número uno de España, incluso más que ese 1% de ayudas para los pobres.
“Algún tipo de impuesto sobre transacciones financieras podría ayudar a bajar el déficit y a los pobres”
- P. Lo que sí ve la gente es que los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres...
“Me parece bien gravar más a los ricos, pero no es suficiente. Hay que subir también los impuestos a la clase media y media-alta”
- R. El mundo es muy grande y se está haciendo mucho más equitativo porque los países pobres se están haciendo más ricos más rápidamente que lo que progresan los países ricos. La mejora de la calidad de vida en grandes poblaciones como India y China refleja que la igualdad en los ingresos desde un punto de vista global es mucho mejor hoy que en cualquier otro momento de la historia y conforme pasa el tiempo se llega a una situación más equitativa. Eso es algo bueno. Las ventajas de la innovación están más extendidas, y cuando tienes a más gente inventando productos nuevos como fármacos para el cáncer o software, esto es un beneficio global, y no tiene por qué venir acompañado de una alta tasa de paro. En lo referente al paro, es un tema estructural. Hay trabajos de sobra, en la enseñanza, el turismo, la ciencia o la asistencia a los ancianos. Sobra trabajo, pero es una cuestión de estructurarlo de forma correcta.
- P. ¿Qué le parece la propuesta del millonario Warren Buffett para subir los impuestos a los ricos?
- R. Los impuestos varían mucho de país a país. En EE UU son algo regresivos porque el porcentaje que pagan los ricos es menor que el de quienes no lo son. Eso es un sistema atípico y es porque los impuestos sobre dividendos son más bajos que sobre los sueldos. Podrías dejar los dos tipos en el mismo nivel, y sería menos regresivo. La propuesta de Buffett, que me parece bien, dice que los más ricos deberían pagar un 30%. Eso no sería suficiente para equilibrar el presupuesto estadounidense. Hay que hacer algo más que perseguir a los muy ricos. Tienes que abrir el abanico de los que pagan impuestos para equilibrar las cosas. Pero la regla Buffett es un paso positivo. Lo ideal sería conseguir que todo el mundo hiciera el sacrificio a la vez, no introducir la regla Buffet de forma aislada, sino hacerlo al mismo tiempo que se subieran también los impuestos de forma moderada para la clase media y media-alta.
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