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Brasil saca músculo en la Cumbre del Clima

La delegación brasileña, con 600 personas, es la mayor del encuentro

"La deforestación en la Amazonia ha caído porque todos los brasileños están aquí", ironiza Tasso Azevedo, director general del servicio brasileño de bosques de Brasil en la Cumbre del Clima de Copenhague. "Mira, por allí va Marina Silva", y apunta a la ex ministra de Medio Ambiente.

Brasil muestra en Dinamarca, donde ya ganó la designación para los Juegos Olímpicos, su voluntad de potencia mundial. Ante la escasa visibilidad de muchas delegaciones latinoamericanas, Brasil protagoniza debates y conferencias de prensa casi diarios, seguidos por un ejército de periodistas. Sólo México, que organizará la próxima y decisiva conferencia, tiene una presencia comparable, seguido de Bolivia y Costa Rica.

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Azevedo, un tipo importante en esta cumbre y que pasea hiperactivo por los pasillos del centro de convenciones, explica por qué es tan importante el cambio climático para el país. "Tenemos estudios de que va a afectar a la agricultura e intentaremos adaptarnos. Pero, sobre todo, el calentamiento alterará el régimen de lluvias y prácticamente toda nuestra electricidad procede de presas. No es que vaya a haber menos lluvias, pero si llueve más en una temporada y no la puedes almacenar, no produces electricidad con toda esa agua. Y si luego llueve menos en otra temporada, nos faltará".

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ya está en Copenhague, y Brasil, con más de 600 personas acreditadas, tiene la mayor delegación de los 193 países presentes. La explicación no es sólo el poderío brasileño, sino que, desde que Lula llegó al poder, las ONG, empresarios y sindicatos forman parte de la delegación oficial. Esto implica que tienen acceso a todas las reuniones y a los documentos reservados a los negociadores. Ahora que la ONU ha limitado drásticamente la entrada a ONG, los brasileños siguen con la puerta abierta.

Brasil se juega mucho en esta cumbre y ha anunciado un recorte de un 36% en sus emisiones de gases de efecto invernadero para 2020. Por un lado, impulsa el sistema de compensación por reducir la deforestación, que supone un 20% de las emisiones y que Kioto dejó de lado. Con este mecanismo, de lo poco que ha avanzado en la cita, Brasil espera conseguir una lluvia de millones de dinero internacional para proteger la Amazonia.

Azevedo calcula que reducir un 80% la deforestación en la Amazonia supondría dejar de emitir en una década 60.000 millones de toneladas de CO2, más de 100 veces lo que emite España en un año. Brasil calcula que eso costaría unos 60.000 millones de dólares y que "por lo menos la mitad" debería proceder de la comunidad internacional.

Un amplio grupo de gobernadores brasileños también ha acudido a Dinamarca con sus propias comitivas. Eduardo Braga, gobernador del Estado de Amazonas (tres veces la superficie de España de bosque tropical), fue aclamado cuando ante un auditorio repleto defendió las ayudas para frenar la deforestación junto a Nicholas Stern, el ex economista jefe del Banco Mundial y autor del informe sobre el coste del cambio climático para la economía. "Tenemos que conseguir que los árboles en pie valgan más que los árboles derribados, porque los árboles son importantes, pero para una familia antes está alimentar a sus hijos", señaló a este diario.

El de São Paulo, José Sierra, protagonizó otro acto junto al gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, en el que pidieron más poder en la negociación para las regiones. Los Estados amazónicos mantienen una pugna con el Gobierno federal sobre cómo y quién debe recibir fondos de la lucha contra la deforestación. Azevedo defiende que el control sea nacional, para controlar el funcionamiento de todos los países. Se trata de evitar que un país reciba ayudas por preservar una zona de bosque tropical mientras tala otra. Los Estados, por su parte, consideran que ellos son los que controlan realmente lo que pasa sobre el terreno y aspiran a estar en el proceso. El Gobierno de Braga ha firmado acuerdos con empresas como la hotelera Marriot para combatir la deforestación.

Pero los intereses de Brasil van mucho más allá. Como principal productor de caña de azúcar y líder mundial en etanol, la lucha contra el calentamiento le da la oportunidad de exportar esta tecnología. Según un informe de la organización independiente para la conservación de la naturaleza WWF presentado en Copenhague, ya es el sexto exportador de tecnología verde en términos absolutos y el segundo en porcentaje de estas exportaciones respecto a su PIB, por encima del 1%. Además, tiene planes para implantar energía eólica: el martes adjudicó la primera subasta.

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