"Le puse el vaso con agua, cianuro y una pajita. Preparé la cámara y le di al botón"
Ramona Maneiro admite por primera vez en una entrevista que fue ella quien dio el veneno al tetrapléjico Ramón Sampredro
El tetrapléjico Ramón Sampedro murió envenenado el 12 de enero de 1998 en Boiro (A Coruña) después de haber luchado sin éxito durante cinco años en los tribunales por su derecho a morir dignamente. La persona más cercana a él, Ramona Maneiro, fue acusada de colaborar en su muerte. En un gesto sin precedentes, hasta 13.000 personas se autoinculparon en la causa, que acabó archivándose dos años después por falta de pruebas. Desde entonces, se ha especulado mucho sobre la muerte de Sampedro y sobre quién le ayudó realmente a morir, sobre todo tras el estreno de Mar adentro, en la que Alejandro Amenábar cuenta el drama de un hombre que conmocionó a todo el país. Ramona, Moncha, ha despejado todas las incógnitas al admitir hoy finalmente que fue ella quien le dio el vaso con una solución de agua y cianuro "para que dejen de especular".
LA FRASE
No soy una samaritana ni una Teresa de Calcuta, lo hice por amor
"Yo era sus manos"
En una conmovedora entrevista concedida esta mañana al programa de Ana Rosa Quintana en Telecinco, Ramona ha explicado muy serena pero aún emocionada que Sampedro, que quedó postrado en 1968 tras sufrir un accidente, había decidido que las Navidades del 97 serían las últimas, que en principio quería morir en Nochebuena pero que al final lo fue retrasando hasta que llegó el día. Esa noche, ella sale de la casa de Sampedro a medianoche para regresar dos horas después vestida con un traje de terciopelo rojo que tenía sin estrenar, como él le había pedido. Antes de los preparativos, Sampedro "se despidió de una serie de gente. Les decía que se marchaba de viaje y eso fue lo que me quedó a mí". Después, ella sigue sus instrucciones paso a paso con las manos protegidas por unos guantes, también por indicación de Sampedro: "Yo era sus manos, las manos que él necesitaba, iba haciendo lo que él me decía". En una balanza casera, hecha con dos vasitos de Petit suisse, pesa en un lado una Aspirina machacada y en el otro el cianuro hasta que se equilibran.
"Hago una serie de reparticiones con el cianuro que tenía allí, el vaso en la cocina con la cantidad de agua que él me decia y le echo aquella cantidad de cianuro en el vaso, le pongo la pajita y se lo pongo donde él quería. Preparo la cámara y le doy al botón" para grabar, ha recordado Ramona, para añadir que Sampedro, extremadamente cuidadoso en todos los detalles, aún le da una indicación más: "Después de que yo beba no me des un beso en los labios". "Yo me quedo allí, detrás de la cámara" mientras él deja su testimonio grabado y bebe hasta la última gota del veneno. En esta película, Sampedro sonríe a la cámara, afirma que está cumpliendo su voluntad, que es plenamente consciente de sus actos, que desea la muerte desde hace 29 años y que nadie debe ser culpado por ella.
"Cerró los ojos y dejó de mirarme"
La amiga del tetrapléjico ha puesto en duda la idoneidad del método elegido para quitarse la vida, ha confesado que cree que sí sufrió y ha revelado que fue incapaz de quedarse contemplando hasta el final: "A lo mejor no se trató de la muerte ideal de la que él hablaba tanto. Yo estaba detrás de la camara y hasta que me miraba y nos mirábamos estuve allí. Yo pensaba que al cerrar los ojos se dormiría, como siempre se pensó. No sé quien le aconsejó. Me tuve que escapar al cuarto de baño. Cuando cerró los ojos y ya dejó de mirarme, esperé un ratito y yo no podía soportarlo". Ramona se ha mostrado sorprendida de que las autoridades judiciales no descubrieran que ella era la persona que estaba tras la cámara, ya que se escucha su voz: "Dijeron que se escuchaban unos gemidos o algo. Yo le decía era 'hasta luego cariño' y cosas así".
Ramona, que en ningún momento de la entrevista se ha referido a la presencia de otras personas en las últimas horas de Sampedro, como se había especulado, ha explicado que esperaba la llegada de alguien, que debía recogerlo todo. Viendo que se retrasaba, decidió hacerlo ella misma. "Me deshice de todo", menos de la balanza, que se quedó allí, a la vista de todos. A la mañana siguiente, su hermana Lupe encontró el cuerpo sin vida de Ramón. Reflexionando sobre su acto, ha indicado: "No soy una samaritana ni una Teresa de Calcuta". En respuesta a los que la acusaron de haberlo hecho por dinero, ha subrayado que en su vida ha hecho dos cosas por amor, una de ellas estar con Ramón y ayudarle a realizar su último deseo.
Según este testimonio, los implicados en la muerte de Sampedro, un delito que según Telecinco ha prescrito ya, son menos personas de las que se pensaba. En su día, este periódico contó que Sampedro repartió 11 llaves entre sus amigos y a cada uno le encomendó una tarea para evitar que nadie fuera condenado por ayudarle: uno compró el cianuro, otro lo analizó, el siguiente calculó la proporción de la mezcla, una cuarta persona lo trasladó de lugar, el quinto lo recogió, el sexto preparó el brebaje, el séptimo lo puso en un vaso, el octavo colocó la pajita para que Ramón, imposibilitado de cuello para abajo, pudiera beberlo, el noveno lo puso a su alcance. Una décima mano amiga recogió la carta de despedida que garabateó con la boca. Y otra se encargó de grabar en vídeo el acto íntimo de su muerte.
Sin embargo, Ramona ha asegurado haberse encargado de casi todo, menos de conseguir el veneno, cuya prodecencia ha afirmado desconocer. En cuanto a la razón que la ha llevado a guardar silencio tantos años y a confesarse hoy, ha explicado que quería "compartirlo con todo el mundo para que dejen de especular", que se siente "contenta pero no orgullosa" y que Ramón le dio permiso para decir lo que quisiera y cuando quisiera, al tiempo que ha negado haber cobrado por la entrevista. En este sentido, ha indicado que estaba dispuesta a contarlo todo a la policía cuando la detuvieron, pero que alguien le aconsejó que no lo hiciera. "Siempre estará en mi corazón", ha concluido.
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