Adiós al ‘efecto Halle Berry’: la actriz que hizo historia en los Oscar vuelve a triunfar tras dos décadas de olvido
La primera mujer negra en ganar la estatuilla a la mejor actriz saborea de nuevo las mieles del éxito convertida en heroína de acción para Netflix a los 58 años. Así es como ha conseguido dar la vuelta a una carrera que parecía condenada al ostracismo.
La prensa especializada se cebó con ella hasta el punto de que utilizaron su nombre para acuñar un nuevo tipo de malditismo cinematográfico. El conocido como ‘efecto Halle Berry’ hace referencia a todos aquellos intérpretes que, tras ganar esa ansiada estatuilla con la que llevan soñando toda su vida, apuestan por proyectos de tan dudosa valía artística y/o comercial que acaban tirando por la borda el crédito recién cosechado en solo unos meses. Hilary Swank, Forest Whitaker, Angelina Jolie… la lista es larga. A Berry, la actriz que le da su nombre, nunca le perdonaron que tras romper un techo de cristal histórico convirtiéndose en la primera mujer negra en ganar el Oscar a la mejor actriz, apostara por continuar su carrera con dos películas masacradas por la crítica, el thriller psicológico Ghotika y la considerada como una de las peores películas de superhéroes de la historia, Catwoman. Las reacciones fueron tan negativas que podían haber enterrado para siempre su carrera, pero Berry, “acostumbrada como mujer negra a cargar con la negatividad, luchar y ser un pez que nada solo a contracorriente”, hizo oídos sordos a los pronósticos y continuó su andadura pese a que jamás volvería a asomarse al olimpo hollywoodiense que le habían prometido. Un empeño que se ve por fin recompensado.
Con más de 33 millones de visionados en sus tres primeros días de estreno, El sindicato, nuevo trabajo cinematográfico de Berry, ha conseguido ser la película más vista de Netflix en 63 países y uno de los éxitos estivales de la plataforma. En esta comedia de acción la actriz natural de Ohio da vida a una espía internacional que recluta a su exnovio del instituto (Mark Wahlberg), un mundano obrero de la construcción, para una operación de alto riesgo. A pesar de que la crítica tampoco ha sido complaciente con las bondades de la película, el éxito de El sindicato es merecedor de reseña por tener como heroína de acción a una mujer de 58 años —”es una impresionante tía dura en la pantalla”, apunta The Hollywood Reporter— y por haber rehabilitado la figura mediática de una artista que llevaba más de una década sin ser la cabeza de cartel de un éxito incontestable.
Ella misma parecía haber perdido la esperanza de volver a sonar en las cabezas de los directores de casting para un proyecto de primer nivel. “A veces pienso que ese momento no significó nada. Realmente nada. Creía que tendría algo de simbolismo, pero no fue así”, reflexionaba sobre el histórico discurso que ofreció el 24 de marzo de 2002. Entre lágrimas, Berry dedicaba la estatuilla a todas esas “actrices de color sin nombre ni rostro”, como Dorothy Dandrige o Angela Bassett, que “desde esa noche tendrían una oportunidad porque se ha abierto la puerta”. Las puertas no solo no se abrieron para sus compañeras —más de dos décadas después sigue siendo la única mujer negra en ser premiada como mejor actriz protagonista en los Oscar—, sino que las suyas se cerraron poco después de que Adrien Brody le robara un beso de tornillo en el escenario del Dolby Theatre. Berry ha sido consciente del declive, confirmando que su trayectoria no ha ido como esperaba. “¿Estoy dando los últimos coletazos de mi carrera y no me he enterado? ¡Estoy acabada y nadie me ha dicho nada!”, bromeaba en una entrevista con esta misma cabecera hace una década.
En un entorno mediático tan proclive a menoscabar con cualquier excusa la imagen aspiracional de una mujer de éxito, las controversias protagonizadas por Halle Berry en su vida íntima tampoco han ayudado a mantener impoluto su estatus privilegiado en la industria. Hace solo unos días la estadounidense volvió a ser noticia al presentar una demanda para hacerse con la custodia en exclusividad de su hijo con el actor francés Olivier Martinez, sosteniendo que el progenitor ha mantenido un comportamiento “turbulento y perjudicial” que ha impactado de manera negativa en Maceo, de 10 años, que presenta serios problemas de aprendizaje. Un par de semanas atrás la intérprete también perdió en los juzgados la petición de obligar a su ex a acudir a las terapias de crianza compartida acordadas en su separación.
Las tiranteces entre las partes son constantes incluso después de firmar el pasado año un acuerdo de divorcio al que se llegó tras un largo periplo judicial que arrancó apenas dos años después de su enlace. El motivo principal de su ruptura fue la imposibilidad de la pareja de marcharse a vivir a Francia con Maceo y la primera hija de la actriz, Nahla, y el desapego de Martinez a la vida en Los Ángeles. Un juez prohibió su mudanza al considerar que la niña debía permanecer junto a su padre biológico, el modelo Gabriel Aubry, y la tensión entre ambas partes desembocó en una pelea que acabó con Aubry —una costilla rota y contusiones en la cabeza— y Martinez —una mano rota y lesiones en el cuello— en el hospital.
Berry convive con la violencia desde la infancia. “Crecí con un padre alcohólico que nos maltrataba, tanto verbal como emocional y físicamente”, evocó en una entrevista sobre su progenitor, que abandonó el hogar familiar cuando era solo una niña y que falleció poco después de su triunfo en los Oscar. Tras hacerse un nombre como modelo y quedar sexta clasificada en Miss Mundo 1986, fue el cineasta Spike Lee quien le dio su primera oportunidad en Jungle Fever, en la que interpretaba a una adicta al crack y papel por el cual se pasó ocho semanas sin ducharse. Fue precisamente ese papel el que conquistó a su primer marido, el jugador de béisbol David Justice, con quien estuvo casada entre 1993 y 1996.
Berry se sumió en una depresión tan profunda tras la separación que intentó quitarse la vida inhalando el monóxido de carbono de su coche, pero el pensamiento de su madre —”ella había sacrificado tanto por sus hijos que suicidarme hubiera sido increíblemente egoísta”— le hizo abandonar el intento. Tampoco tuvo más suerte con su segundo esposo, el cantante de R&B Eric Benét: un año después de darse el ‘sí, quiero’ en 2001 anunciaban el ingreso de este en una clínica de adicción al sexo y su posterior separación. Desde 2020 la intérprete comparte su vida con otro cantante, el compositor y productor Van Hunt. En sus propias palabras, su pareja hace que “el día parezca más brillante, que todo parezca mejor”. “Cuando eres amada y apoyada como mujer, todo cambia. Me hace sentir con mariposas en el estómago”, ha asegurado.
Además de seguir cultivando su carrera como actriz, con el próximo estreno del filme de terror Nunca te sueltes el próximo 31 de octubre, Berry ha dedicado sus esfuerzos en los últimos años a su labor como activista. La ganadora del Oscar ha fundado Re-spin, una plataforma digital centrada en salud y bienestar para mujeres que se encuentren en perimenopausia y menopausia y acude con frecuencia a Washington para hacer lobby en busca de una mayor inversión gubernamental en investigación, tratamiento y concienciación. Su objetivo, afirma, es acabar con los estigmas sociales. “Cuando las mujeres tienen bebés celebramos fiestas de baby shower. ¿No sería increíble poder celebrar también esta etapa en lugar de pensar que tenemos que ser relegadas porque nuestra vida ha terminado y ya no somos valiosas?”, se cuestionaba en la revista Time.
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