Adoptar una dieta flexitariana puede ayudar al planeta
Recientes investigaciones demuestran cómo una reducción global del consumo de carne haría bajar las emisiones de gases que contribuyen al efecto invernadero
Que el cambio climático está haciendo mella en el planeta es algo que podemos comprobar por nosotros mismos: las temperaturas cada vez son más altas, el clima es más seco y el agua se está convirtiendo en un bien muy preciado. A veces siento que estoy viendo una película apocalíptica de sobremesa en la que el mundo, según lo conocemos, se está acabando. Lo malo es que esa película no tiene fin.
La realidad es esa, pero podemos hacer muchas cosas como individuos; de hecho, lo que podemos dejar de hacer con mayor impacto en el bienestar del planeta, es algo muy doméstico, que es dejar de comer carne. Comemos muchas veces al día, somos muchos y el consumo de carne tiene un gasto y un efecto medioambiental muy elevado.
La acción individual no es insignificante cuando se quieren hacer cambios a escala global. Una prueba más de esto la da una reciente investigación, publicada en la revista Science Advances, sobre los efectos de la adopción generalizada de una dieta flexitariana basada en la reducción del consumo de carne y la adición de más alimentos de origen vegetal. Si todos adoptásemos una dieta flexitariana, conseguiríamos bajar las emisiones de gases que contribuyen al efecto invernadero. Se puede reducir el calentamiento máximo a aproximadamente 1,5 °C y una menor eliminación de dióxido de carbono, para el 2045, en comparación con nuestros modelos de alimentación actuales.
“Es importante destacar que el flexitariano no es vegetariano ni vegano. Se trata de comer menos productos ganaderos, especialmente en las regiones de altos ingresos, y la dieta sería la mejor para la salud humana”, dice Florian Humpenöder, autor principal del artículo.
Cómo empezar con la dieta flexitariana
Es una alimentación basada principalmente en plantas, una alimentación vegetal, con un consumo animal permitido de huevos y lácteos, y con un consumo escaso o nulo de carne y pescado. No se establece un consumo máximo de carne: para alguna persona que adoptan esta modalidad dietética, solo comerán carne en una situación muy especial, por ejemplo, cuando va a casa de sus padres o en algún otro compromiso; y para otros quizá sea un consumo más común, por ejemplo, de una vez en la semana.
Podría decirse que la dieta flexitariana es la antesala al vegetarianismo y al veganismo. A veces se le acusa de tibia, ya que está entre una alimentación omnívora y una alimentación más vegetal, pero personalmente, creo que es un buen comienzo para la toma de conciencia de cómo nuestra alimentación influye en el planeta y en nuestra salud. Además, ahora qué estamos viendo cómo el agua se está convirtiendo en un bien que escasea en comunidades como Cataluña y Andalucía, donde ya se están aplicando restricciones, no tenemos esa visión tan lejana de países del continente africano donde el agua es oro.
Lo ideal sería empezar a comer dos raciones de verdura diarias; y no, no hablo de una ensalada en el centro para compartir, sino un plato principal de verduras. A pesar de que venimos de una dieta mediterránea, cada vez se come menos verdura. Para quien lo hace un par de veces a la semana, o solo es una guarnición en sus platos, puede comenzar con un cambio amable, como incluir una ración de verdura al día en su dieta. Otra clave es aprender a cocinar las verduras de otro modo, pues si solo las comemos en ensalada o cocidas con un poco de aceite de oliva y sal, a no ser que nos encanten así, lo más seguro es que acabemos aburridos de comerlas. Podemos probar a hacer elaboraciones como la tempura o marinarlas en aceite de oliva o salsa de soja con especias y meterlas al horno. Si, además, usamos las bandejas del horno para hacer varios platos de la semana a la vez, supondrá un ahorro de energía y del tiempo que dedicamos a la cocina.
Otra cosa que podemos hacer es dedicar un día de la semana a no comer carne. Es la propuesta mundial Meatless Monday, o lunes sin carne. Parece muy moderna, pero su origen es de la Primera Guerra Mundial, cuando se redujo el consumo de carne a los civiles para que los soldados del ejército de EE UU tuvieran más acceso a ella. En el 2003 se rescató esa idea, ahora sí, con fines medioambientales. En estos días podemos comer legumbres, y si no nos atraen propuestas de proteínas vegetales como el tofu, la soja o el tempeh, siempre podemos comer huevos, pescado, lácteos o marisco.
Alimentos que consumen mucha agua
Se fija el lunes, como una manera de empezar con más conciencia la semana, pero cualquier día es bueno para reducir el consumo de carne. E incluso más de uno. El consumo de carne supone un gasto de agua tremendo, es lo que la FAO llama huella hídrica, que se calcula teniendo en cuenta el agua directa e indirecta utilizada en todas las etapas de producción de un producto o servicio.
Estos son datos, que impresionan, para cada tipo de carne: 4.300 litros de agua por kilogramo de carne de pollo, 6.000 litros por kilogramo de cerdo, 8.700 litros para el cordero y 15.000 litros de agua si el kilo de carne es de ternera. Mientras tanto, un kilo de centeno supone 400 litros de agua y da mucho más de sí que un kilo de carne.
Hay otros alimentos que, aunque encajan perfectamente en una alimentación flexitariana, conviene reducir su consumo por cuestiones medioambientales. Esto está ocurriendo con el aguacate y con el mango. El cultivo de estas dos frutas, propias de otras latitudes, contribuye a agotar las reservas de agua en las zonas de España donde se cultiva, pues se emplean ni más ni menos que 1.800 litros por kilogramo. No tenemos agua para tanto aguacate y mango.
Consumir productos de temporada y de proximidad supone un menor coste medioambiental. Además de un mayor apoyo a la economía local y pequeña, y no a los grandes supermercados y productores. No se trata de ser un flexi o vegetariano perfecto, se trata de ir haciendo cambios para mejorar nuestra alimentación y para ser conscientes del poder que tenemos sobre la salud del planeta.
NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.
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