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Calor
Columna
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El desafío de las ciudades: combatir el calor para proteger la salud mental

Estudios demuestran que durante las olas de calor pueden aumentar el riesgo de suicidio y las visitas e ingresos hospitalarios en psiquiatría

Un joven se refresca durante una ola de calor del verano, en Granada, Andalucía.
Un joven se refresca durante una ola de calor del verano, en Granada, Andalucía.Pepe Torres (EFE)
Manuel Franco

“Después de días, semanas, sin dormir, el agotamiento se convirtió en tristeza, frustración y preocupación por mí misma y por mi familia”. “Me encanta pasear por la ciudad, tengo mis rutinas, y las únicas horas a las que podía hacerlo era muy temprano o por la noche”. “Llegué a pasar la noche en blanco en la playa para regresar a mi casa al amanecer y seguir sin poder dormir”. Estas son algunas de las experiencias que nos compartieron vecinas y vecinos de el Raval, Barcelona, tras un verano con tres olas de calor oficialmente reconocidas. El estudio de los problemas de salud ligados a las temperaturas extremas de la crisis climática es una de las principales preocupaciones actuales de los centros y agencias de investigación internacionales y su personal investigador. Y los problemas de salud asociados a la crisis climática también incluyen los trastornos de salud mental.

Cuando hablamos de salud mental es muy importante aclarar una serie de definiciones. La OMS definió ya en 2004 la Salud Mental así: “El estado de bienestar en el que un individuo realiza su propio potencial, puede hacer frente a las tensiones normales de la vida, puede trabajar de manera productiva y fructífera y es capaz de contribuir a su comunidad”. Los trastornos de salud mental incluyen enfermedades diagnosticables y tratables de alta prevalencia como por ejemplo la depresión, la ansiedad, y los trastornos por uso de sustancias, así como enfermedades menos prevalentes, pero que pueden ser muy graves como la esquizofrenia y los trastornos bipolares entre otros.

Como médico interesado en la investigación y formado en Madrid y Berlín me fascinaban, por un lado, las enfermedades crónicas y por otro los trastornos psicosomáticos. Y así llegué en 2002 a la escuela de salud pública de Johns Hopkins donde lo primero que hice fue pasear por todos los edificios y departamentos para entender la complejidad de este tipo de investigación. Y una de mis mayores sorpresas fue descubrir lo grande e interesantísimo que era el departamento de salud mental, uno de los diez departamentos de la escuela. Este último año ha comenzado el proyecto global Connecting Climate Minds con el objetivo de conectar personas de todo el mundo para comprender y responder a las profundas interconexiones entre el cambio climático y sus efectos sobre la salud mental que incluye grupos en siete regiones que cubren todo el planeta.

Un aspecto interesantísimo de este proyecto, financiado por Wellcome Trust y coordinado por el Imperial College London, ha sido la creación de una Agenda global de investigación y acción sobre Cambio Climático y Salud Mental donde investigación y acción se complementan y trabajan codo con codo desde una perspectiva global que también incluye el estudio de las experiencias vividas en diferentes poblaciones afectadas en todo el planeta. Y en este proyecto participa Pamella Collins, actual directora del departamento de Salud Mental de Hopkins, psiquiatra con 30 años de experiencia en investigación internacional e interdisciplinar en salud pública y enfermedades mentales graves.

En una de las reuniones del proyecto discutimos cómo en las zonas más ricas del planeta se daban procesos demográficos y sociales simultáneos como la desigualdad, el envejecimiento y la alta proporción de personas que viven solas. Estos procesos influyen en la distribución, aparición y tratamiento de los trastornos de salud mental de sus habitantes. Y discutimos sobre un concepto que se utiliza en psicología ambiental en relación con la crisis climática y que yo desconocía; la solastalgia. Se refiere al dolor, la sensación de aislamiento que nos causa la falta de reconocimiento, de “solaz”, de nuestro propio hogar, nuestro propio territorio. Y me pareció muy interesante porque este proceso apareció tanto en el proyecto de El Raval sobre olas de calor y salud, como en otros estudios sobre gentrificación, turistificación y salud urbana.

¿Y qué dicen los estudios?

Una revisión sistemática sobre la asociación entre las altas temperaturas y las olas de calor y la salud mental publicada en la revista Salud Pública en 2018 encontró 15 estudios que en total mostraban cómo durante las olas de calor el riesgo de suicidio aumentaba un 18%. El calor también hacía aumentar las visitas e ingresos hospitalarios en psiquiatría. Otra revisión sistemática y metaanálisis sobre factores climáticos y trastornos mentales ha sido publicada en 2023 en la prestigiosa revista Science of the Total Environment. Los autores incluyeron 88 estudios en el análisis conjunto de los datos de los estudios previos y mostraron cómo que las olas de calor y las temperaturas extremadamente altas se asociaron con un 5% y un 18% de mayor riesgo de enfermedades mentales como la esquizofrenia, los trastornos del estado de ánimo, y los trastornos neuróticos.

Con toda esta evidencia científica vuelvo a nuestros barrios y a nuestras vecinas. En una plaza del céntrico barrio de Tetuán de Madrid unas vecinas nos decían para el programa El Escarabajo Verde de RTVE llamado “La cultura del calor”: “En verano no hay ninguna hora buena para bajar al parque a jugar, hace demasiado calor en ese parque sin sombra, sin plantas y sin fuente de agua”. Cuando lo piensas dos veces, realmente es un urbanismo que castiga más que cuida a la ciudadanía.

El calor en nuestras ciudades y nuestra salud, la mental también, es un área de investigación en constante desarrollo. La revista The Lancet publicó en 2021 una serie especial sobre calor y salud en la que destacaron la importancia de investigar la especial situación de vulnerabilidad con respecto a la salud mental de las personas con enfermedades previas que viven en ciudades. Algo que ya nos contaron las personas participantes de El Raval. Y dentro de esta serie se analizaron las diferentes estrategias de adaptación y promoción de la salud donde los espacios verdes en las ciudades tienen un papel muy destacado. De hecho, la literatura científica muestra una evidencia cada vez más clara entre la exposición a espacios urbanos naturales, la reducción del calor urbano, la disminución de los niveles de estrés y la incidencia de trastornos de salud mental.

Los avances en investigación son muchos, recientes y muestran todo lo que queda por entender. Y es interesante ver cómo avanzamos tanto en la ciencia como en su traducción a la acción, y a las decisiones técnicas y políticas.

Como siempre en salud pública, el conocimiento científico por sí mismo no será suficiente. Los medios de comunicación tendrán que mejorar los mensajes que transmiten sobre temas complejos como son la crisis climática y los trastornos de salud mental. Y la ciudadanía, desde las organizaciones locales, nacionales y transnacionales seguiremos pidiendo que el conocimiento científico se traduzca en acciones que mejoren nuestra salud y bienestar. Cada día es más patente la conexión entre la salud ambiental y la salud humana, y nos urge proteger ambas. En este caso, protegernos del calor para proteger nuestra salud mental.

La salud va por barrios es una sección que explica en tono sencillo y amable los conceptos y avances de la investigación en Salud Urbana, un área de la Salud Pública necesariamente interdisciplinar. La investigación en Salud Urbana tiene como objetivo mejorar nuestras ciudades para mejorar la salud de los millones de personas que habitamos las complejas y desiguales ciudades que hoy caracterizan la vida en nuestro planeta.

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Sobre la firma

Manuel Franco
Es profesor e investigador en Epidemiología y Salud Pública en las universidades de Alcalá, España y Johns Hopkins en Baltimore, EE.UU. Sus proyectos de investigación se centran en la Salud Urbana y la Epidemiología Social.
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