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Los adolescentes obesos tienen roto el reloj circadiano

Un estudio con adolescentes muestra que concentrar la ingesta calórica en las primeras horas del día puede ayudar a reducir el riesgo de obesidad

Alimentacion niños
En el riesgo de obesidad influye lo que se come, pero también cuándo se come.ProfessionalStudioImages (Getty Images)

Desde 1990, la obesidad entre los adultos se ha duplicado a nivel mundial y se ha multiplicado por cuatro entre los adolescentes. Hay causas identificadas, como la sustitución de la comida por productos ultraprocesados, pero hay otros motivos que no están tan claros. Uno de los factores que pueden influir en el incremento de peso es la ruptura de las rutinas que afectan al reloj circadiano. Este reloj ayuda a que el cuerpo optimice su funcionamiento, preparándose para dormir e iniciar procesos de reparación cuando oscurece o esté listo para digerir alimentos a unas horas determinadas. Cuando los horarios de comida son inciertos o la luz confunde al cuerpo sobre el momento de descanso, el organismo se desregula y el riesgo de sobrepeso aumenta.

Este lunes, la revista PNAS publica un trabajo en el que se analizó la influencia del reloj circadiano en la regulación de lo que se come. El equipo que lo realizó, liderado por Mary Carskadon, profesora de la Universidad Brown (EE UU) y directora del Laboratorio de Investigación del Sueño del Hospital E.P. Bradley, en el que se llevó a cabo, siguió a 51 adolescentes, de entre 12 y 15 años, durante 11 días y 10 noches. Para separar los efectos del reloj interno de los participantes de sus hábitos diarios, partieron esos días en siete ciclos de 28 horas en los que estuvieron despiertos durante 17,5 horas y dormidos durante 10,5.

Sus resultados muestran, en primer lugar, que el reloj circadiano y los hábitos influyen por separado en la ingesta calórica, pero que los hábitos de alimentación tienen mayor relevancia. También vieron que la influencia del ritmo circadiano era menor en los adolescentes con sobrepeso u obesidad que en el resto, algo que confirma resultados anteriores. Esto indica que una ruptura con los ritmos que marca la naturaleza, haciendo vida hasta altas horas de la noche o trabajando a turnos, es perjudicial para la salud. Además, el estudio muestra que los adolescentes con obesidad consumían más calorías más tarde. En los participantes con un peso saludable, el pico de ingesta calórica llegaba hacia las 17.30 horas, debido a la influencia del sistema circadiano, pero en los que tenían peso insano ese máximo se retrasaba.

“Creemos que la señal circadiana más débil en el grupo con obesidad está relacionada con el hecho de que los jóvenes en esta condición no están tan sincronizados con las señales circadianas u otras señales biológicamente significativas y, en cambio, pueden estar más influenciados por otros factores que impulsan el comportamiento alimentario, como los hábitos de alimentación, el placer de comer, los estímulos sensoriales y emocionales, u otros aspectos del hambre hedónica”, explica David Barker, profesor de la Universidad Brown y coautor del estudio.

“Esta investigación es coherente con la evidencia que sugiere que el momento de la ingesta calórica está asociado con el peso”, continúa Barker. “Las implicaciones para la prevención y el tratamiento incluyen trabajar con los pacientes para ajustar el horario de su ingesta calórica, así como intervenir en la sincronización circadiana mediante la reducción de la exposición a la luz en las últimas horas del día y el aumento de la luz brillante por la mañana”, añade, aunque reconoce que es necesaria “más investigación para comprender el momento óptimo de la ingesta calórica y cómo este se relaciona con el peso”. Como estrategia para reducir el consumo a medida que avanza el día, sería recomendable concentrar una mayor parte de la ingesta calórica en las primeras horas, especialmente en el desayuno. Además, mantener horarios regulares para las comidas podría resultar beneficioso, una pauta que también podría extenderse a otros hábitos como acostarse y despertarse a la misma hora.

Marta Garaulet, catedrática de Fisiología y Bases Fisiológicas de la Nutrición en la Universidad de Murcia, explica que “una característica de la obesidad es un aplanamiento de los ciclos circadianos”, algo que también se ha visto en este estudio. “Si no haces caso a las señales de tu reloj biológico, va perdiendo efectividad, y los tejidos y los órganos no pueden predecir cuándo les va a llegar alimento”, añade. Para evitar los problemas que produce este desfase, Garaulet, que no ha participado en el trabajo que publica PNAS, explica que es necesario volver a acompasar el ritmo circadiano y la vida. Esto se lograría exponiéndose a la luz del día y evitando luces muy intensas durante la noche, alejando la actividad física de la hora de ir a dormir y tratando de mantener rutinas, también durante los fines de semana. “Hay que dar señales potentes y que no sean contradictorias, como echarse una siesta muy larga a mitad del día”, ejemplifica.

La catedrática también plantea que, aunque hay cronotipos vespertinos, que tienen hambre más tarde y tardan en sentir sueño por la noche, por el tipo de sociedad matutino en el que vivimos, es mejor adaptarlo o, al menos, no reforzarlo. En el caso de adolescentes como los que participaron en el estudio, Garaulet señala: “Es la época en que somos más nocturnos, aunque con la edad la gente tiende a volverse más matutina”. “Durante el sueño se produce la hormona del crecimiento y es muy importante en los adolescentes para que haya un desarrollo hormonal adecuado”, añade. Desde hace tiempo, se plantea que la dificultad de los adolescentes para adaptarse a esta sociedad matutina hace que vivan en un jet lag permanente, y se han propuesto cambios como retrasar su entrada a clase. Entretanto, científicos como el equipo de Brown que lidera Mary Carskadon, inciden en la necesidad de realizar más estudios para conocer los mecanismos que justifiquen las relaciones que se observan entre la hora a la que se come y los efectos sobre la salud.

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