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Firma invitada

El Holmes Club, zumos tecnológicos y un ADN de caca

Cuando veamos la promesa de un hallazgo casi mágico que, promete, logra salvar a millones gracias a una tecnología y un conocimiento generado en meses, deberíamos hacernos reflexionar y aplicar rigurosamente la razón y la lógica.

Elizabeth Holmes, fundadora y directora ejecutiva de Theranos, que prometía ser capaz de llevar a cabo análisis de sangre sin agujas
Elizabeth Holmes, fundadora y directora ejecutiva de Theranos, que prometía ser capaz de llevar a cabo análisis de sangre sin agujas

De nuevo ha vuelto a ocurrir. Tenemos nuevos miembros en el Holmes Club. No me refiero a una cadena de gimnasios (con la que el Club comparte apellido). En realidad tampoco tiene nada que ver con el detective de nombre Sherlock, al que no homenajea. El Holmes Club sería un homenaje que deberíamos hacer a Elizabeth Holmes, la emprendedora ‘milagro’ en el ámbito de las ciencias de la salud que desarrolló Theranos.

Ella ha sido la máxima expresión de la nueva raza de presuntos irruptores de Silicon Valley en el mundo de la salud y la tecnología que han resultado ser un engaño para sus clientes, sus inversores y la opinión pública. También engañó a la mayor parte de la prensa, que la ensalzó y jaleó cuando lanzaba promesas vanas -que no cumpliría- de salvarnos de las agujas. Una prensa que aún tiene gente que investiga y que al final fue quien destapó el pastel del timo. Por el camino, millones de dólares quemados en intentar realizar una visión que no coincide con los principios y preceptos científicos vigentes a principios del siglo XXI. Un intento infructuoso, porque como decía el torero ingenioso, lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.

 Porque lo imposible para los miembros del Club Holmes no es lo que prometen: poner fechas a soluciones que dependen de multitud de factores externos. La Medicina moderna no es una filosofía, es ciencia, y por tanto debe cumplir todas las características del método científico. Esto implica que no se base en visiones, sino en hipótesis de trabajo que hay que validar o refutar. No podemos erigirnos en los Elegidos para cambiar el mundo, sino que debemos saber cómo cambiarlo, y a partir de aquí, hacerlo de una forma reproducible y repetible, además de transmisible. La protección de ideas y patentes debe hacer su función para que un hallazgo científico pueda ser negocio. Por eso los falsos profetas de origen tecnológico tienen y tendrán problemas en entender que no se puede controlar la naturaleza si no se la comprende. Todo tiene sus tiempos y sus métodos, pero cuesta mucho piratearlos. Muchos lo han intentado antes. Se llaman científicos. 

Quizá habría que admitir también en el club de ideas, ese para mejorar la salud y el estilo de vida, a los padres de avances tecnológicos que de tecnología tienen, pero de avance solo en alguna cuenta corriente. Sería el caso de Juicero , el sistema de exprimidora de zumos precargada, como la Nespresso de los zumos. Una idea de un iluminado, la de la exprimidora en frío estilo Apple con wifi de casi 600 dólares, por la que apostaron inversores –con un buen puñado de dólares- como el exjugador de baloncesto Kobe Bryant, Google o las Sopas Campbell. Dólares que se fueron a la nada cuando unos periodistas demostraron que con las manos uno podía exprimir las bolsas de zumo precargadas sin necesidad del artefacto. Y de ahí al anonimato de nuevo, previa desaparición de millones y estupor en todo Silicon Valley, que había suspirado por el invento.

Recientemente han aparecido nuevos miembros del Holmes Club: los fundadores de uBiome, principales promotores en Silicon Valley, y desde allí, a todo el mundo, del uso del ADN del microbioma intestinal y su influencia en la salud. Algo no del todo probado y aplicable en todos los casos. El motivo se debe al descubrimiento de la influencia del microbioma, lo que es la flora intestinal de toda la vida, pero ahora dotada de propiedades casi mágicas no probadas, por la que se genera un negocio millonario.

Algunas aseguradoras empiezan a cubrir los test, y aquí viene la desgracia de los fundadores. La detección de facturación hinchada pone en marcha al FBI, que investiga y decide intervenir. Y con éxito, pues salen a la luz todas las vergüenzas de la empresa, desde acoso a inadecuada maquinaria de conservación de las muestras fecales, y lo más importante: la falta de rigor científico de los test. Pero hasta ese momento Silicon Valley y el mundo le habían reído las gracias a la empresa.

Más allá de la posible esperanza en que hallazgos casi mágicos (dentro de la definición de la tecnología de Arthur C. Clarke) logren salvar millones de vidas de manera casi instantánea gracias a una tecnología y un conocimiento generado en meses, experiencias como las comentadas deberían hacernos reflexionar, para dar un paso atrás y aplicar rigurosamente la razón y la lógica. Que no pase con tantas terapias milagrosas lo que ha pasado con estos casos. La presidenta del Holmes Club y su socio están a la espera de ver cuántos años de cárcel sufrirán. Por el bien de todos, los recursos que dilapidaron podrían destinarse a algo que tenga sentido. Que no nos engañen con trucos de magia de Silicon Valley, porque al final a todos se nos queda la cara de tonto. Y atentos al mago o maga, porque puede que al final se vaya de rositas. O de zumitos. 

Frederic Llordachs Marqués es cofundador y socio de Doctoralia, 

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