Agro 4.0: recuperar tesoros autóctonos en Galicia
Robots, sensores, fotografía espectral, telemática, monitoreo satelital, IA, IoT... La revolución digital agrícola tal vez sea la más discreta de todas. Aqui van tres casos en España que tratan de aumentar la producción con menos recursos y situar al agricultor en el centro del huerto
Carmen Martínez combina salidas al campo y trabajo de laboratorio. Esta investigadora del CSIC está al frente de la Misión Biológica de Galicia, uno de los centros de investigación más antiguos de España, y vive con una cruzada: recuperar las variedades autóctonas de olivo y vid. Con su grupo de viticultura rescata variedades de toda Europa, además de trabajar en la resistencia a enfermedades y reducción del uso de plaguicidas y tratamientos fitosanitarios, y en el aprovechamiento de recursos vitivinícolas para la obtención de productos de alto valor añadido (cosmética y alimentación).
Pero su gran sorpresa ha llegado al sumar a la causa al olivo gallego. “A los pocos meses nos dimos cuenta de que era un tesoro, de que hay variedades desconocidas muy bien adaptadas a las condiciones climáticas del noroeste de España y que producen aceites de gran calidad”, detalla. “Estaban totalmente abandonados”. Ni siquiera la zona estaba considerada como olivarera española hasta que Carmen se encontró con bosques enteros de hayas, robles y madroños mezclados con viejos ejemplares allí donde se extendieron olivares durante la Edad Media. “Llevamos marcados 120 olivos centenarios en toda Galicia y 19 variedades distintas a escala mundial. ¡Es impresionante!”, cuenta con entusiasmo.
Algunos árboles están perdidos en las montañas y en aldeas remotas. “Marcamos cada olivo, hacemos un estudio en el árbol, nos traemos los frutos y las hojitas para estudiarlas en el laboratorio y hacemos análisis de ADN de cada árbol. Es un trabajo muy laborioso”.
El reconfortante trabajo de Carmen sirve para “despertar esta agricultura que está siendo abandonada, que tiene productos muy originales y diferentes”. Sobre todo en zonas rurales que se están despoblando. “El futuro es la ciencia de la mano del agricultor. No va a ser cuestión de dar grandes soluciones globales, sino de analizar cada pequeña zona y que apliquen la tecnología las personas que viven allí. Ayudar a la gente joven que se ha ido y que tiene un alto nivel formativo a volver y a que pueda aplicar esa formación junto con las generaciones más mayores”.
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