Este es el único edificio español reconocido por velar por el bienestar humano
Sáenz de Oiza diseñó Castellana 81 con herramientas del XX y visión del XXI. La tecnología hoy ha permitido potenciar la vocación con la que nació: conseguir el sello WELL al bienestar humano
Un secreto: en la fachada este, Sáenz de Oiza dejó su firma como si entregara una escultura y no un edificio de 33 alturas y 107 metros. Está grabada en la estructura metálica de la puerta giratoria, casi a ras de suelo. El tiempo le ha dado la razón, como en tantas cosas. La antigua sede del BBVA, hoy propiedad del grupo inmobiliario Gmp, es un BIC (Bien de Interés Cultural). Un clásico de la vanguardia. ¿Qué significa esa protección patrimonial? Que cualquier reforma se complica, sometida al celo de un restaurador de cuadros.
En 2014, Gmp comienza a rehabilitar la torre para alojar sedes corporativas. La consultora Arup (diseño, planificación e ingeniería), le propone un reto añadido: la certificación WELL Building Standard, el marchamo internacional más prestigioso en arquitectura para la salud y el bienestar. Lo lograron. Castellana 81 suma ese trofeo a otra certificación equivalente en sostenibilidad y eficiencia energética, LEED Platino. De momento es el único edificio español con sello WELL. En el resto de Europa hay un puñado, pero todos de nueva construcción y sin protección patrimonial. Por eso pudieron planificar desde cero un proyecto sostenible contemporáneo.
¿Entonces, por qué una torre de 1978, cuando casi nadie temía a la contaminación ni al tabaco, se codea con la élite arquitectónica del XXI? Porque se pensó para el XXI. Susana Saiz, asociada de Sostenibilidad y Energía de Arup, lo explica en la planta 24 ante Madrid desplegado como una animación 3D: “El proyecto original de Oiza, original en tantos sentidos, anticipa los criterios WELL y LEED. Unos los cumple directamente, otros se los facilitó a la reforma”.
- Rosa Hormigón
Por ejemplo, la apertura total al exterior (95% de los puestos de trabajo con vistas) y parte del esqueleto con vigas suspendidas sin pilares. No son de hormigón gris depresivo, se fabricaron con un tinte entre rosado y beis. Aislamiento acústico exterior (es extraño ver pero no oír semejante tráfico ahí abajo) y un susurro casi imperceptible en la maquinaria interna. Diseño climático de las fachadas, vidrios con filtrado solar y climatización zonal. Cada usuario puede jugar con un par de grados de temperatura.
Los materiales locales se trajeron de las cercanías o se fabricaron in situ para reducir consumos de energía y emisiones en el transporte. No hay componentes orgánicos volátiles o tóxicos en todo el catálogo de materiales, desde las resinas a los sellantes o el mobiliario. Filtrado y análisis de agua potable. Filtros de aire que crean una burbuja aséptica entre los atascos. La mole está aislada del nocivo gas radón, abundante en Madrid por el sustrato de granito, gracias a unos cimientos dignos de un refugio nuclear.
Algunos detalles: sensores en el auditorio que oxigenan el ambiente cuando detectan demasiado CO2. Esa concentración de anhídrido carbónico humano es lo que adormece aunque la conferencia sea brillante. El hall recibe con calefacción radiante, esa genial contribución de la civilización romana al confort. Los mensajes de vida saludable en la pantalla gigante del vestíbulo y en la biblioteca digital hacen la correspondiente contribución de la civilización tecnológica.
“Todo el diseño integral, incluso el pie elefantino [un canon de proporciones constantes], contribuyen a esa sensación de bienestar. Está por todas partes, te envuelve pero no puedes precisarlo, de eso se trata”, dice Susana Saiz.
- Hábitat 'millennial'
Bienestar es el concepto clave para Leyre Octavio, Directora Ejecutiva de la División Arquitectura en Savills Aguirre Newman, una de las empresas alojadas en Castellana 81. Pero no cualquier empresa, porque se dedica precisamente a diseñar espacios corporativos. “Somos nuestro propio showcase [escaparate]”.
En esa casa, planta sexta, no hay teléfonos fijos, nadie es propietario/rehén de un puesto, se trabaja por proyectos, con procesos de trabajo colaborativo y paperless de verdad, el espacio es democrático y flexible, con usos ad hoc. “Un diseño así en un edificio así comparten el objetivo de estimular y cuidar para retener el talento. Queremos que, pudiendo trabajar en casa, elijamos venir a una oficina como esta”.
Leyre dice que esa aspiración vital y profesional es un rasgo en los milenials que entrevista: “Quieren saber cómo es el lugar donde van a trabajar, si lo amarán o lo detestarán, si les permitirá aprender de otras personas”.
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