Un páncreas artificial dentro de una ‘app’ para controlar la diabetes
Eduardo Jorgensen desarrolla un páncreas artificial inteligente para mejorar sustancialmente la calidad de vida de cientos de millones de pacientes
Siempre quiso ser neurocirujano. Le venía de familia y estudió Medicina, pero su espíritu emprendedor le llevó por otros derroteros. La “culpable” fue una niña con diabetes a la que recibió en consulta. La pequeña pedía una solución para controlar la enfermedad en lugar de que la enfermedad la controlase a ella.
QUIÉN. Eduardo Jorgensen.
ORIGEN. Madrid, 1991.
PREMIO MIT INNOVADORES MENORES DE 35 EUROPA. Mención especial "Innovador del año en España" (2017).
La imaginación de Eduardo Jorgensen —que por entonces tenía 22 años— se puso en marcha. Ideó un sistema capaz de administrar de forma automática, indolora y no invasiva la insulina. Una combinación de tecnologías que funcionasen como un páncreas artificial fuera del cuerpo. Un sueño para seis millones de españoles y cientos de millones de personas en todo el mundo con diabetes, que según la OMS será la séptima causa de muerte en 2030.
Con este reto en mente, Jorgensen y otros tres socios fundaron Medicsensors. Ya han completado la primera fase del desarrollo de su páncreas artificial, bajo la marca Medicsen. Es una app (para Android) que predice la cifra de glucosa en sangre en el plazo de dos horas y analiza si puede tener algún riesgo para, en tal caso, presentarle algún consejo. Requiere de un dispositivo que proporcione información, como un reloj inteligente o una pulsera de medición de actividad, y la introducción de datos de glucosa por parte del usuario (o de los glucómetros). A finales de 2019,esperan sacar un parche que sustituya a la jeringuilla y permita al paciente administrarse la insulina pulsando un botón.
Quieren ampliar su uso a otras enfermedades, ya que el parche puede administrar “casi cualquier fármaco grande, como antiepilépticos, antihipertensivos o heparina”, asegura Jorgensen. ¿Cuánto costará? “Queremos que sea lo más barato posible. Lo justo como para sobrevivir como compañía”, afirma. Cree que podría ser inferior a los 1.000 euros, frente a las decenas de miles de euros que cuestan las bombas de insulina más avanzadas.
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