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Internet de las Cosas: ¿el futuro para el futuro de la economía (y del medio ambiente)?

Tras la salida de EE UU del Acuerdo de París es hora de buscar alternativas económicas. Y la tecnología puede ayudar

Guillermo Vega
Getty Images

La economía lineal, la de siempre, la que se basa en “tomar, hacer, desechar” existirá para siempre. Sobre todo, mientras existan líderes como Donald Trump y los gabinetes que le guían. Sobre todo tras el retroceso que puede suponer la salida de EE UU del Acuerdo de París sellado en 2015 por 2015.

Es hora, más que nunca, de buscar alternativas a este modelo económico. Existe, sin embargo, una alternativa llamada la economía circular, una alternativa en un momento en el que los recursos, largamente infrautilizados, puedan ser conservados durante más tiempo. La economía circular pretende conseguir que los productos, componentes y recursos en general mantengan su utilidad y valor en todo momento o lo que es lo mismo residuos cero. Los ahorros, apuntan, pueden ascender a un 20% (y eso por no hablar de las ganancias medioambientales).

Para ello resulta necesario extender los ciclos de uso de un activo, incrementar el uso de un activo, introducir los activos en una suerte de bucle que permita ciclos de uso adicionales y, por último, regenerar nutrientes a la biosfera. Hay muchos datos que sustentan la necesidad de incrementar el uso de los activos. Valga este como botón de muestra: el 95% de un coche pasa su vida útil aparcado en un garaje.

Internet de las cosas, conectar cada objeto a la red, puede permitir un futuro en el que la economía se vuelva más sostenible. Esta tecnología permitiría conocer la localización, condición y disponibilidad de cada uno de los activos. “El Internet de las Cosas va a permitir a la economía circular desarrollarse a un ritmo mucho más rápido”, aseguró recientemente en Barcelona Ellen MacArthur, la fundadora de la fundación que lleva su nombre.

La automoción es uno de los primeros ejemplos que vienen a la cabeza. No en vano, esta industria absorbe más de la mitad del consumo de materias primas. La propuesta pasa por usar cada vez más componentes remanufacturados. Pero hay otros muchos sectores que pueden verse afectados. Como el energético. El actual sistema está basado en una producción centralizada a través de combustibles fósiles por un número reducido de actores. Internet de las cosas (con permiso de la acción política), con redes inteligentes conectadas que eviten el despilfarro de la energía que no se consume.

Para ello, las empresas han de prestar cada vez más atención a las llamadas cadenas inversas de suministro. Este concepto, largamente manejado por las empresas, consiste en la serie de actividades necesaria para recuperar un producto usado por el cliente y reutilizarlo o, si no hay más remedio, desecharlo.

Existen muchos problemas: surgen cuestiones como quién sería el propietario de todos estos datos, sobre cómo defender el sistema de ciberataques. Incluso la regulación de muchos países juega en contra. Según apunta Mark Esposito, de la Universidad de Cambridge, Brasil, China y Rusia, por ejemplo, no cuentan con estándares legales para diferenciar productos remanufacturados de usados, y esto conduce a que las cadenas inversas de suministro estén bloqueadas.

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Sobre la firma

Guillermo Vega
Corresponsal en Canarias y miembro del equipo de edición del diario. Trabajó en la Cadena Ser, Cinco Días y fue jefe de EL PAÍS Retina y de la sección de Tecnología. Licenciado en Ciencias de la Información, diplomado en Traducción e Interpretación y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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