¿Cuándo nos desenamoramos de la globalización? Las nuevas reglas rompen el tradicional esquema liderado por China
Las fricciones comerciales, las restricciones a la inversión extranjera y las guerras tecnológicas han ganado terreno y las plataformas digitales son las indiscutibles vencedoras
Las grandes y medianas economías han empezado a revisar las etiquetas de sus productos. El Made in China se ha convertido en un dolor de cabeza para algunos gobiernos que ya no ven tan seguro diseñar en casa y producir al otro lado del océano. El encallamiento del buque Ever Given en el canal de Suez en 2021 demostró que la parálisis de un gran barco de carga puede atrofiar el ritmo de la economía mundial.
Los siguientes años no fueron mejores para la globalización. Los cierres de fábricas por el confinamiento de la covid-19 dejaron cientos de estanterías vacías de productos electrónicos. La invasión rusa a Ucrania agitó el tablero energético europeo, tan acostumbrado a la barata energía que llegaba desde Moscú. Los recientes conflictos en Oriente Próximo han sacudido el mercado de los combustibles fósiles y durante casi tres años la subida de precios ha castigado a la mayoría de los consumidores de las economías desarrolladas.
Hay quienes defienden que la acumulación de tensiones globales es la responsable de la creciente desconfianza entre gobiernos, que están imponiendo aranceles a ciertos productos o directamente trasladando las fábricas a países más cercanos y afines ideológicamente. La Organización Mundial del Comercio, de hecho, registró cómo el volumen de intercambios de bienes empezó a desacelerarse en 2019, cuando se computó una bajada del 0,1% que marcaba el primer descenso anual desde 2009.
En este nuevo tablero, explica Amitendu Palit, investigador principal del Instituto de Estudios asiáticos de la Universidad de Singapur, el tema de la seguridad nacional ha cobrado una importancia vital: “Persiste una gran falta de confianza entre las principales potencias del mundo, así como en muchas de las potencias medias y mercados emergentes, lo que está afectando el sistema de comercio basado en normas de la Organización Mundial de Comercio”.
Estados Unidos se ha declarado en guerra abierta con China en el campo de sectores considerados estratégicos, como la inteligencia artificial o el desarrollo de microchips de última generación, en los que el gigante asiático está también demostrando importantes avances. El último movimiento del saliente Gobierno de Joe Biden fue prohibir el acceso de tecnología clave para la fabricación de semiconductores a las compañías chinas.
El sector de la tecnología de vanguardia no ha sido el único sacudido por las sanciones. Los fabricantes europeos de vehículos eléctricos apuntan directamente al Gobierno de Pekín por subvencionar a los fabricantes chinos, lo que estaría abaratando los precios de los modelos que llegan al Viejo continente. Y Estados Unidos ha prohibido directamente la venta de vehículos enchufables en todo el territorio. “A medida que estas acciones se materialicen, veremos una nueva fase de globalización, donde los paisajes de producción global y sus geografías serán diferentes a los del pasado”, explica Palit. Todo apunta a que ese nuevo paisaje ya se está empezando a construir.
La caída del comercio entre Estados Unidos y China ha brindado a nuevos países la oportunidad de participar en la cadena de fabricación global, tales como México, Vietnam, Filipinas, Taiwán o la India, explica Clement Fuest, director del Instituto Leibniz de Investigación Económica (IFO). En 2023, Estados Unidos importó más bienes y servicios de México que de ningún otro país del mundo y desplazó a China por primera vez en 21 años, según datos publicados por la Oficina del Censo de EE UU.
La hora de las tecnológicas
Pero entender el camino de la globalización actual puede ser mucho más complejo. Elena Pisonero, ex embajadora de España ante la OCDE, defiende que la digitalización de la economía ha empujado a la oferta de los servicios y el intercambio de información como las nuevas protagonistas del comercio mundial. Las exportaciones de servicios han aumentado un 60% en la última década, alcanzando los 7,9 billones de dólares (7,5% del producto interno bruto mundial) en 2023. Aunque el mercado de mercancías físicas sigue siendo mayor, con un valor de 24 billones de dólares, su crecimiento ha sido más lento y se mantiene estable como porcentaje del PIB.
Pisonero indica que el aterrizaje de nuevos actores, como son las grandes empresas tecnológicas, está cambiando las reglas del juego. Representado por firmas como Meta, Amazon y Google, el parque tecnológico estadounidense ha ido acumulando cada vez más poder e influencia. La actual cercanía de directivos como Elon Musk y Mark Zuckerberg con el gobierno de Trump proyecta la importancia que han cobrado las big tech en la esfera más altas de la política mundial.
“Ahora son jugadores que pueden definir cuáles van a ser las reglas y que tienen el mismo poder de negociación que países enteros”, agrega Pisonero, quien cree que para poder destacar, Europa tendrá que aprender a jugar en este terreno, ajustándose a los nuevos canales donde el intercambio de información es tan importante como el comercio de mercancías.
Miguel Otero, investigador principal en el Real Instituto Elcano, señala que China no pretende quedar atrás y también ha apostado por un ecosistema digital propio, del que en la última década han salido importantes plataformas de uso masivo como TikTok, que este mes se enfrenta a la prohibición total por parte del gobierno norteamericano. Los legisladores y reguladores de este país han expresado cada vez más su preocupación de que TikTok y su empresa matriz, ByteDance, puedan poner en manos del gobierno chino datos personales de los usuarios, como la información de localización.
La energía y la inflación, raíces del problema
Hay quienes, como Hosuk Lee, director del Centro Europeo de Política Internacional, un think tank en Bruselas, apuntan en otra dirección. “Creo que ambas perspectivas están equivocadas”, explica este economista especializado en comercio internacional: “Ni existe un movimiento predominante de servicios y datos, ni la globalización está yendo para atrás solo porque Europa o Estados Unidos reciban menos de China. Es una forma muy europea de ver los problemas”.
Para Lee, el fluctuante precio de la energía y el peso de la inflación han sido los factores que han lastrado al comercio internacional “de manera natural”, especialmente en el caso de las exportaciones chinas. “Son factores naturales que pueden ralentizar el proceso de globalización, pero no ponerle un fin”.
Pese a su lectura, Lee también considera que el mapa geopolítico está tensionado por una serie de acontecimientos, sin embargo, matiza que Occidente debería dejar de preocuparse por China, “quien no es realmente su principal rival comercial”. El verdadero adversario de Europa es Estados Unidos: “Uno tiene Airbus, el otro Boeing; uno ensambla autos Volkswagen y el otro Ford. En cambio, China aún no ha logrado levantar marcas que puedan competir con estas compañías”.
Las sanciones que se han impuesto desde Washington y Bruselas a las marcas chinas, explica Lee, no hacen más que motivar a los fabricantes del gigante asiático para que alcance su autonomía tecnológica mucho antes, “lo mismo pasó con Japón hace treinta años y tuvo un sólido desarrollo industrial”.
“No creo que estemos experimentando una desglobalización”, concluye Palit, “si no una globalización en términos y condiciones diferentes. Las industrias que se verán más impactadas por estos cambios serán aquellas que los países consideren vitales para sus intereses económicos y en materia de seguridad a largo plazo. Esto incluye semiconductores, energías limpias, vehículos eléctricos y paneles solares”.
En este nuevo panorama, apunta Lee, Estados Unidos está intentando ponerse al día y el Viejo Continente sigue quedándose atrás. “Europa debe plantearse su participación en la economía mundial, durante mucho tiempo tuvo a Norteamérica para defenderse, a China para hacer negocios, y a Rusia para obtener energía. No era la mejor estrategia, pero es la más cómoda para una región que no quiere despertar de un sueño”.
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