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Vivir más años, ¿vivir mejor?

La vida se alarga y el cambio demográfico pide una nueva forma de entender y gestionar el envejecimiento, el nuestro y el de la sociedad. Nunca el Estado de bienestar ha dependido tanto del bienestar humano

Vivir más años
Ilustración que representa el envejecimiento y sus múltiples implicaciones.Clara San Millán

El ser humano podrá vivir más de 120 años. ¿O tal vez se lo impida una barrera biológica? Lo que en la actualidad es una excepción, en poco tiempo podría convertirse en la norma. Un cambio social, económico y demográfico está a la vuelta de la esquina en España, en Europa, en el mundo. La medicina, la tecnología, el entorno, el estilo de vida harán de la longevidad un factor clave que pondrá patas arriba la sociedad e implicará un cambio drástico en la mentalidad de los ciudadanos.

Si vivimos más años, la clave estará en la calidad de esa vida y disfrutar de una buena salud que ayude a los mayores a estar activos en sus familias y en la comunidad. Porque lo contrario conduce a la soledad, la dependencia o el aislamiento, que se convierte en un problema social.

Entre 2015 y 2050, el porcentaje de mayores de 60 años casi se duplicará en el mundo, del 12% al 22%, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 2020, ese grupo de edad ya superó al de niños menores de cinco años. Y a mediados de este siglo, el 80% de las personas mayores vivirá en países de ingresos bajos y medianos.

Frente a esta proyección, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el periodo 2021-2030 como Década del Envejecimiento Saludable y encargó a la OMS un proyecto global con ese mismo objetivo a partir de la colaboración entre diversos actores, incluidos 194 gobiernos, organizaciones, sociedad civil, el mundo académico, el sector privado que trabaja en el ámbito del envejecimiento, proveedores de servicios y las propias personas mayores.

La idea: no solo añadir años a la vida, sino vida a los años. “Nosotros coordinamos, pero también están implicadas otras 17 agencias de la ONU”, afirma Alana Officer, responsable de la Unidad de Cambio Demográfico en Envejecimiento Saludable, desde la sede de la OMS en Ginebra.

Según un estudio de la revista británica The Lancet, en 2040, España igualará a Japón como país más longevo del planeta, con una esperanza de vida de 85 años en ambos casos. El Instituto Nacional de Estadística (INE) proporciona datos similares: para 2050, el 34,1% de la población tendrá más de 65 años y el 11,6%, más de 80.

Una atleta femenina mayor ajustándose las gafas antes del entrenamiento de natación matutino.
Una atleta femenina mayor ajustándose las gafas antes del entrenamiento de natación matutino. Thomas M Barwick INC (Getty Images)

Desde hace décadas, las investigaciones científicas no solo avanzan en la cura de enfermedades, también en cómo mantener un estado de salud favorable con el paso del tiempo. “Empezamos, entre otras prioridades, con que debíamos cambiar nuestra forma de pensar, de sentir y actuar ante el creciente envejecimiento. Debemos asegurarnos de que tratamos a la persona y no solo las enfermedades. Si lo hacemos, podremos gestionar mejor las dolencias crónicas, mantener su salud física y mental y evitar que necesiten tantos cuidados”, continúa Officer.

Este fenómeno global presenta matices si se comparan los países desarrollados con los de en vías de desarrollo: “Francia tardó 150 años para que su población con 60 años o más pasara de un 10% a un 20%, una quinta parte de su población. Pero en Brasil, China, India, Irán... tardarán unos 20 años en ver esa misma transformación.

El cambio más rápido se está produciendo en los países de renta baja y media, es decir, en los países en desarrollo, que a menudo no cuentan con el mismo nivel de recursos. Tienen otros puntos fuertes, pero están teniendo que hacer esos cambios muy rápidamente, sin el mismo nivel de recursos y con otras prioridades que compiten, como las enfermedades contagiosas, por ejemplo”, añade la experta de la OMS.

Ciencia de la sociedad longeva

La longevidad es un logro unido al progreso social y económico. Solo en el último siglo, la esperanza de vida casi se ha duplicado y alcanza los 85 años en los países desarrollados, gracias a los avances médicos, con el desarrollo de los antibióticos y las vacunas a la cabeza, sumados a la higiene, el acceso al agua potable y a una alimentación más saludable en un entorno socioeconómico con mejores recursos.

Cientos de proyectos e investigaciones que estudian la longevidad se enfocan en la genética, la biotecnología y las ciencias de la salud. Algunos de los más avanzados ponen su centro de atención en la renovación celular, la información genética ―aquí las secuencias del ADN conocidas como telómeros tendrán un papel decisivo en el envejecimiento―, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y degenerativas o la demencia y el alzhéimer.

El alargamiento de los telómeros, situados en el extremo de los cromosomas de las células, junto con estilos de vida que fomenten hábitos positivos (deporte, sueño, nutrición...) y reduzcan los negativos (estrés, mala alimentación, entorno con baja cohesión social...), prometen añadir calidad a esa mayor cantidad de años.

Este es precisamente el objetivo de la investigadora María Blasco y su equipo en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO, en Madrid). “Hemos contribuido a uno de los trabajos de revisión más citados y con más impacto del campo del envejecimiento celular. Se trata de Hallmarks of Aging [Rasgos del envejecimiento en inglés], lo publicamos en 2013, en CellPress, y ahora lo hemos reeditado en 2023″, apunta Blasco, directora general del CNIO.

Un estudio identifica cinco formas distintas de envejecer gracias a los datos de 50.000 escáneres cerebrales
Una neuróloga revisa la resonancia magnética de un paciente para decidir qué procedimiento seguir. BSIP/Universal Images Group/Getty Images

Actualmente, trabaja en varios de estos rasgos del envejecimiento celular, incluyendo los telómeros, la inestabilidad genómica, la senescencia celular, la reprogramación celular o el metabolismo, entre otros. “Estudiar el envejecimiento celular es importante porque el mayor factor de riesgo para desarrollar cáncer es la edad. Puede haber casos en niños y jóvenes, pero suelen ser tumores raros por su frecuencia. La mayor parte de los tumores se desarrollan a partir de los 50 años”, afirma Blasco.

Aunque la reprogramación celular que alarga los telómeros se estudia a nivel preclínico, el uso de la inteligencia artificial (IA) o el big data abren puertas para entender mejor el origen y la evolución de cada enfermedad, y por tanto definir los tratamientos adecuados para cada paciente. “En el CNIO usamos algoritmos de IA, como el Alpha Fold, para determinar la estructura de proteínas y la interacción de proteínas con otras moléculas como el ADN o el RNA, o con fármacos contra el cáncer. Se podrían diseñar nuevas proteínas con nuevas funciones biológicas y efectos terapéuticos. Además, estamos desarrollando algoritmos para encontrar nuevos genes del cáncer y predecir la evolución de los tumores o la respuesta a los fármacos. El uso de IA para análisis de imágenes clínicas también está mostrando una gran utilidad en el campo diagnóstico y pronóstico”, continúa Blasco. La revolución médico-tecnológica unida a la robótica no ha hecho más que empezar.

Por su parte, Tamara Pazos, bióloga especializada en Neurociencia, investiga cómo, además de la genética y la medicina, el entorno y los hábitos humanos afectan a la salud y la esperanza de vida. “Algo inherente al paso del tiempo es el deterioro de nuestras células y del material genético que albergan. Este ADN con erratas puede dar lugar a enfermedades o procesos tumorales, ya que las instrucciones del funcionamiento celular se van modificando cada vez más con el paso de los años. Pero el contexto en el que vivimos esos años extra y los hábitos que adquirimos también afectan mucho al tipo de patologías vinculadas a la alimentación, el sedentarismo, la falta de sueño o el estrés, independientemente de la edad. La ciencia nos ha permitido vivir más, pero como sociedad no siempre podemos vivir mejor”, afirma Pazos.

Salud mental y emocional

De acuerdo con la bióloga, los mecanismos biológicos son producto de la evolución humana y la adaptación de nuestra conducta a las condiciones del entorno. Pazos defiende la importancia de ejercitar nuestra atención en el presente y la relevancia para la salud de poner cierta distancia respecto a dispositivos móviles, el entretenimiento digital, las miles de obligaciones, los correos urgentes o el estrés.

“El ejercicio para la atención respaldado con más evidencia científica es la meditación (mindfulness). Practicar de 10 a 20 minutos diarios ha demostrado mejorar la capacidad de concentración y disminuir el estrés en el día a día. Pero también cuenta con evidencia científica la práctica del deporte. Después de una sesión de unos 30 o 40 minutos de actividad física se ve mejorada nuestra atención y memoria de trabajo. Después del sueño, la práctica deportiva es el mejor amortiguador del organismo ante los estresores cotidianos”, afirma.

Tío Pío, Vallecas
Varias personas mayores hacen ejercicio en el parque del Tío Pío en Vallecas, Madrid. gema García

El descanso y los hábitos alimentarios también son claves para mantener un sistema de limpieza y prevención. Hoy, la pauta alimentaria más aconsejable por la evidencia científica no es una dieta en concreto, sino una sugerencia de proporciones en cada ingesta: El plato de Harvard. “Esta guía establece que nuestras comidas diarias han de estar compuestas por una cuarta parte de granos integrales, una cuarta parte de proteína saludable, como pescado, aves y legumbres, y el resto debe completarse predominantemente por vegetales y algo de fruta. Todo acompañado de aceites saludables como el de oliva o canola”, recomienda Pazos.

El doctor Valter Longo, biogerontólogo, biólogo y profesor en la USC (Universidad del Sur de California) Davis School of Gerontology, después de trabajar durante más de treinta años en este campo tanto en Estados Unidos como en Europa, propone tres pautas fundamentales. “La primera, seguir una dieta pescetariana [pescado o marisco como única fuente de proteína animal] de longevidad, que es una evolución de las dietas mediterránea y de Okinawa fusionadas con mucha ciencia y trabajo clínico; la segunda, comer y ayunar durante 12 horas [por ejemplo, de 9 de la noche a 9 de la mañana], y la tercera, realizar dos o tres ciclos cada año de ayuno vegano, con cinco días de duración, imitando la dieta clínica que ha demostrado reducir la edad biológica y ayudar a revertir la diabetes y la prediabetes, así como la hipertensión”.

Implicación pública

Ese estilo de vida saludable también incluye un propósito, objetivos vitales y la sensación de ser útiles a la comunidad para que las personas mayores se sientan motivadas y pongan en marcha a diario tanto el cuerpo como la mente. ¿Quién y cómo cuidará de los ancianos con esos alicientes?

La tendencia es, en la actualidad, prolongar la vida activa más allá de la edad legal de jubilación para favorecer la salud y evitar el aislamiento social. Ascensión Liceñena Ibarra, profesora de Derecho Civil de la Universidad de Murcia, dirigió el proyecto El ejercicio de los derechos en el marco de envejecimiento activo (2019-2022) y en la actualidad está embarcada en el estudio Socialización del cuidado de las personas mayores: un reto tras la ley 8-2021 (SOCUPER UM), con una duración de tres años y financiado, mediante fondos europeos, por el Ministerio de Ciencia e Innovación y Universidades.

Liceñena defiende la necesidad de estrategias internacionales y políticas públicas para responder a las necesidades de una sociedad envejecida. “Ha cambiado esa percepción del cuidado de los mayores como un hecho individual reservado al ámbito privado, donde los poderes públicos no tenían nada que hacer ni nada que decir. Actualmente, estos cuidados, en España y en Europa, necesitan una plena implicación de las instituciones para estudiar una realidad que llega para instalarse y para implementarse”.

Por lo tanto, ese cuidado es un desafío de futuro y requiere desarrollar las herramientas para facilitarlo en todos los ámbitos de la vida: “Hay que incorporar a los mayores con su plenitud de derechos: tutela judicial, acceso a la salud, cuidados de larga duración, gestión del patrimonio, testamento, la elección de cómo y por quién se desea ser cuidado, o la alfabetización digital. Este cambio no será fácil y necesita de apoyos pedagógicos, investigación y consciencia de la sociedad. El cuidado de nuestros mayores es un compromiso colectivo que acepta nuestra naturaleza vulnerable y dependiente como un hecho propio y natural de la vida”, continúa Liceñena.

La discriminación del edadismo

La experta propone además un diálogo abierto entre ciencia y sociedad, ampliar la dimensión del cuidado para abordarlo con una visión holística desde la sociología, la psicología, la bioética, el derecho o la administración. Y abandonar esa idea de que a la persona mayor hay que sobreprotegerla, apartarla de la vida porque ya es mayor, para avanzar hacia el empoderamiento de las personas mayores como un gran logro y un cambio de paradigma. “Debemos luchar”, sostiene Liceñena, “contra esa forma de discriminación que es el edadismo, tan presente en la sociedad”.

Cada tres años, la OMS realiza un seguimiento de los países que participan en la Década del Envejecimiento Saludable para cerciorarse de su progreso. “Necesitamos políticas gubernamentales nacionales sobre envejecimiento, una legislación contra la discriminación por motivos de edad y poner en práctica políticas específicas que puedan apoyar a las personas para que tengan valoraciones exhaustivas de su salud y de sus necesidades de atención social, lo que significa que podremos asegurarnos de proporcionar los servicios necesarios, tanto en términos de salud como de atención”, apunta Alana Officer.

“También son necesarias —continúa la experta de la OMS— políticas en torno a los cuidados de larga duración para asegurarnos de que tenemos orientación y calidad sobre los cuidados prestados a las personas mayores… Pero lo que vimos en 2023, cuando examinamos los progresos alcanzados, por ejemplo grandes avances en la lucha contra la discriminación, en las ciudades y comunidades adaptadas a las personas mayores, es que muchos gobiernos dijeron que no tenían recursos suficientes para hacer esas inversiones”. El futuro, tan incierto como el presente sobre las personas mayores, está por escribir.

Retos económicos del envejecimiento 

En España, la jubilación de la generación del baby boom supondrá que el número de pensiones pase de los actuales 10 millones a unos 15 millones a mediados de siglo, con el consiguiente incremento del gasto en pensiones. La inmigración tendrá un papel crucial en esa evolución a la hora de cubrir vacantes. Según Enrique Devesa, profesor titular de Economía Financiera y Actuarial (Universitat de València), experto en pensiones e investigador del IVIE (Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas), “el envejecimiento de la población elevará la tasa de dependencia demográfica hasta el 53,7% en 2050 y harían falta más de seis millones de afiliados adicionales para lograr el déficit cero en el sistema de pensiones contributivas”. Además, Devesa responde a estas dos cuestiones cruciales sobre la financiación de las jubilaciones:

  •  ¿Está en riesgo el Estado de bienestar? Ese mayor gasto en pensiones, junto con la disminución de los ingresos, tiene que incidir, necesariamente, en la sostenibilidad del sistema. Actualmente, el déficit contributivo (que tiene en cuenta la diferencia entre el gasto en pensiones contributivas y las cotizaciones) está en algo menos de 30.000 millones de euros anuales, lo que supone casi un 2% del PIB. Dada la dinámica poblacional, y la poco esperanzadora reforma de pensiones de 2021-2023, este déficit podría llegar en 2050 hasta cinco puntos del PIB. En condiciones normales, esto va a suponer que no podremos dedicar todo lo que nos gustaría a otros elementos del Estado de bienestar, como la educación, la dependencia y la sanidad. En este punto, conviene recordar que nadie duda de que el gasto en sanidad y en dependencia se incrementará con el envejecimiento de la población, por lo que, en el futuro, habrá que hacer un mayor esfuerzo que en la actualidad. La pregunta clave es: ¿A qué preferimos destinar ese mayor esfuerzo, a pensiones, a sanidad, a dependencia? Quizás haya que aumentar la edad legal de jubilación. ¿Qué partido político se atreverá a hacerlo?

 

  • ¿Será necesario promover una jubilación activa? Ya existen mecanismos para compatibilizar trabajo y pensión, pero creo que se debería facilitar e incentivar esta opción porque puede generar una mejora del saldo de la Seguridad Social. Cuando una persona cumple los requisitos para poder jubilarse, no veo inconveniente para que pueda cobrar la pensión que le corresponda y que pueda seguir trabajando; eso sí, pagando una cuota de solidaridad, tal como ya está establecido actualmente.

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