La Generación Z, seducida por la bisexualidad: “Antes la B se perdía en las siglas del colectivo”
Casi uno de cada cuatro jóvenes de 18 a 24 años se define bisexual, según el último CIS, cuatro veces más que las generaciones previas debido al aumento de referentes y a una actitud rupturista con el binarismo


La Generación Z se siente representada por la bisexualidad. O al menos mucho más que sus mayores. En el último CIS sobre relaciones sexoafectivas, de enero de este año, casi un 15% de los encuestados se ubicaba fuera de la heterosexualidad. De estos, tres de cada cien (2,8%) se reconocían como homosexuales, mientras que las personas bi doblaban esa cifra (5,9%). Entre los encuestados de 18 a 24 años, los bisexuales se disparaban al 23,6%; es decir, casi uno de cada cuatro jóvenes. “Ahora hay menos miedo a decir que eres bi. En estos últimos años, me ha sorprendido muy positivamente ver crecer el número de personas que hablan abiertamente de su bisexualidad”, resume Andy Ortiz, madrileño de 27 años.
Además de expresarlo con mayor normalidad, muchos jóvenes también encuentran en la bisexualidad un posicionamiento político, una reivindicación, que rompe con el binarismo establecido, pero no solo cuestionando lo masculino y lo femenino, sino también lo hetero y lo homo. “Existe una conexión entre la bisexualidad, las personas no binarias y el género fluido”, incide el joven, que ejerce como profesor terapeuta en un instituto de secundaria de Madrid.
Ortiz explica que su hermana, tres años más joven que él, le abrió los ojos: “En su adolescencia, cuando yo tenía 17 o 18, empezó a compartir muchas inquietudes conmigo, con nuestra familia. Entonces, fui capaz de ver que estaba sintiendo atracción por hombres y mujeres. También de que la bisexualidad es una realidad. Hasta hace poco, la B estaba un poco perdida entre las siglas del colectivo”, puntualiza.

Y eso que las personas bisexuales representan más de la mitad del colectivo LGTBI+: un 55%, según la encuesta Estado LGTBI+ 2024, elaborada para la Federación Estatal LGTBI+ (Felgtbi+) por 40 dB. A pesar de ello, la co-coordinadora del grupo bi de la Federación, que aglutina a más de 50 entidades defensoras de los derechos del colectivo, Noelia Salido, de 29 años, habla de un borrado de los referentes bi a lo largo de la historia. “Los más mayores hemos tardado en reconocernos como bisexuales por desconocimiento y falta de referentes. A mí me ha pasado”, dice esta activista que vive en Pedro Muñoz (Ciudad Real).
Durante gran parte de su vida, Salido se había reconocido como lesbiana. No fue hasta hace unos años que se identificó como bi. “Si durante toda tu vida has sido lesbiana y sigues teniendo relaciones con mujeres, aunque tú sepas que te atraen también otros géneros, puede que no quieras visibilizarte para no recibir más violencia. Si ahora me siento reconocida y respetada, ¿por qué volver a empezar como bisexual?”, dice.
Las personas bisexuales son las que menos se visibilizan del colectivo LGTBIQ+. Lideran los hombres bi: un 45% lo oculta, según la última encuesta de la UE al respecto (publicada en 2020, llamada LGTBI II, y cuya tercera edición está en proceso de elaboración). Tampoco se visibilizan tres de cada diez mujeres bisexuales. Son cifras muchísimo más altas que en el caso de gais y lesbianas, entre quienes un 12% esconde su orientación.
“Por suerte, la gente joven viene empujando fuerte”, celebra Salido, “igual que parece que los argumentos de odio calan en la juventud, sobre todo en chicos; también llega lo referente a las personas LGTBIQ+, provocando que se hable más de realidades como la bisexualidad”.
Bastian Cáceres, de 26 años, supo que era bi en su adolescencia. “Tendría unos 14 años. Al vivir un conflicto de género, empecé también a cuestionarme mi sexualidad”, recuerda este chico, originario de Guadarrama, en la sierra de Madrid. Estudió Comunicación Audiovisual y ahora trabaja en una oficina. “Tengo mucha suerte, pues mi entorno es bastante abierto y me rodeo de personas del colectivo”, cuenta. “A pesar de ello, mi familia lleva mejor que sea trans a que sea bi”, apunta, porque “la gente a veces desconfía de la bisexualidad”.
Cáceres lleva cuatro años con su pareja, que tiene 24 años y, aparte de bi, es una persona no binaria. “Hablamos mucho sobre género. Nos gusta reflexionar y analizarlo”, expresa. Considera que el aumento del autorreconocimento como bi entre la Generación Z (nacidos entre mediados de los noventa y la primera década del siglo XXI) está relacionado con el aumento de referentes y la mayor presencia pública, pero también con cierto sentimiento de disrupción. “Hay algo de choque generacional con respecto a la bisexualidad. Y mucho tiene que ver con el género: para las personas más mayores es algo rígido y binario; nosotros, además de verlo más fluido, nos hemos dado cuenta de que es algo social. Esto cambia la manera en la que te relaciona con otras personas. Por eso ahora vivimos una nueva liberación sexual”, resume.
“La revolución bi está ahora a tope y me encanta”, celebra Javiera Zuñiga, de 29 años. Ella “desde siempre” ha sentido atracción por chicos y chicas. “Cuando me preguntan, lo digo abiertamente y con calma, tanto a mi familia —mis padres, mis primos, mis sobrinos… todos lo saben— como a mis amigos o compañeros de trabajo”.
Es chilena, nacida en San Felipe —”un pueblo cerca de los Andes”— y desde hace cinco años vive en Madrid, donde trabaja como enfermera. “A veces, quieren encajarte en otros lugares, en otras casillas, porque no todos entienden lo que significa ser bisexual. Pero no soy más lesbiana por estar con una chica ni más hetero por acostarme con un chico. Al final, como yo me sienta vale más que lo que se diga de mí. Basta con reafirmar mi postura, algo en lo que siempre he sido muy contundente”, afirma.
Además de ofrecer un amplio abanico a la hora de relacionarse, “la bisexualidad puede ser increíblemente rupturista, ya que plantea una amenaza para lo normativo y para el propio sistema capitalista”, dice Daniel Valero, de 31 años. Acaba de publicar Confundidas, indecisas, promiscuas. Bisexualidad y deseo en un mundo monosexista (Paidós), un libro que ha escrito a raíz de su salida del armario como bisexual.

Con el título hace referencia a los prejuicios con los que muchas veces se intenta cuestionar la bisexualidad, a través de frases como: “Es una fase”; “estás confundido”; “no te decides”; o “eres un vicioso”. “Llegué a sentirme más cómodo definiéndome como homosexual que como bi. En ambos casos se recibe lgtbifobia y rechazo por parte de los heteros. Como bi, además puedes ser cuestionado por la comunidad LGTBI+. La bisexualidad parece un espacio inhabitable, hostil, porque no estás tranquilo ni en la comunidad hetero ni en la homo”, relata.
El potencial transformador de la bisexualidad
Valero asocia esa hostilidad con el potencial transformador de la bisexualidad. “Amenaza el sexo y el género, las relaciones monógamas productivas o la estabilidad de la orientación sexual, porque puedes ser un hombre con novia y también una persona LGTBI+”, detalla Valero. “El monosexismo [considerar que la atracción por un género es mejor para la sociedad que otras opciones] acepta a ciertas personas, como a los homosexuales; tolera que no sean íntegramente normativos siempre que se casen, vayan a vivir juntos, compren una vivienda y formen una familia. Ahí, una persona bisexual no encaja totalmente”, reflexiona el escritor y youtuber.
“¿De qué le sirve al sistema que tú te acuestes con muchas personas, que te relaciones sexual y afectivamente con ellas, que construyas redes y lazos, que disfrutes de una forma que no se genera un beneficio económico?”, lanza Valero. “Esto da muchísimo miedo y hace que el propio sistema intente invalidarnos y difuminar nuestra identidad”, añade.
Por otro lado, resalta el gran potencial que ofrece lo bi: “Hay un porcentaje gigantesco de personas que pueden sentirse atraídas por todo tipo personas”. Algo que confirma el último CIS sobre relaciones sexuales y de pareja: casi un 63% consideraba que una persona, a lo largo de su vida, puede variar sus preferencias sexuales respecto a relacionarse con hombres o con mujeres.
A ello se añade que los jóvenes exhiben una mayor diversidad identitaria. Según otro estudio de 40 dB para EL PAÍS sobre las relaciones sexoafectivas, elaborado en 2022, entre los menores de 25 años la heterosexualidad había caído un 15% con respecto a los baby boomers [los nacidos en los sesenta]. Ese sondeo constataba que entre los jóvenes había el doble de bisexuales y homosexuales que en la generación de sus abuelos y también que eran mucho más proclives a enamorarse de alguien de su mismo sexo o con una identidad sexual distinta a la suya.

“He sido bisexual toda mi vida, aunque ahora mismo no me considero así. No porque no me pueda atraer un hombre, sino porque no estaría con él: hay actitudes de hombre que me causan rechazo”, resume María Barrier, de 25 años y nacida en Mallorca. “Ahora me considero lesbiana y a lo mejor dentro de tres años me considero otra cosa”, matiza esta antropóloga y periodista, que conduce, junto a Samantha Hudson, el podcast Bimboficadas.
Para Barrier, “la normalidad y la normatividad son inventos para encorsetarnos”. Por eso se alegra de ver a gente joven, sobre todo a mujeres, hablar abiertamente, “con libertad y seguridad”, de la bisexualidad. “Mi madre —que yo creo que es bastante bisexual y ella también lo cree— nunca se ha permitido serlo”, afirma. “En realidad, el género está tan delimitado que es muy fácil no encajar y salirse de esa norma. Lo odio, me encantaría que no existiese: ojalá todo el mundo fuese bisexual porque eso significa que hemos superado el binarismo y el género”.
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