Vânia de la Fuente, experta en edadismo: “La industria cosmética y estética ha convertido el paso de los años en una pesadilla”
En su libro ‘La trampa de la edad’, la médica denuncia cómo los prejuicios y determinadas actitudes hacia algunas etapas de la vida pueden dañar incluso la salud de quienes los sufren
El Libro de estilo de EL PAÍS establece que las entrevistas ―como esta― deben incluir la edad del protagonista. Algunos prefieren no revelarla, quizás por coquetería. En el caso de la médica Vânia de la Fuente la resistencia se debe más bien a activismo: “No es que tenga nada en contra de compartirla, lo que me cuestiono es por qué se pregunta, qué aporta en este contexto”. La que fue durante casi un lustro responsable de la campaña contra el edadismo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cree que ese dato no añade ninguna información valiosa y que su mención en los medios de comunicación a menudo encasilla y sirve para “perpetuar estereotipos”. Lo denuncia en su libro La trampa de la edad (Ediciones B), que acaba de publicar, y en el que repasa las pruebas científicas que demuestran el daño que las etiquetas y los prejuicios en torno a los años pueden generar a quienes los sufren: a menudo, los mayores y los jóvenes. Pero, como recalca, en todas las personas, ya que es uno de los -ismos (a diferencia del de raza o género) que pueden afectar a cualquiera en algún momento.
Pregunta. ¿No es la edad un dato más de la biografía, como la profesión o el lugar de nacimiento?
Respuesta. Sí, pero el problema es que se usa negativamente y acaba creando desventajas. Muchas veces ni se plantea para qué se incluye, es como un automatismo. Y una vez que la tienes, te haces una composición de lugar sesgada acerca de esa persona. En los medios a menudo las noticias resaltan la edad si se encuentra una persona en una situación estereotípica; por ejemplo, si hay un accidente de coche en el que alguien mayor comete la infracción se va a resaltar la edad.
P. Es probable que muchos lectores no sepan lo que es el edadismo y por qué es malo.
R. El edadismo se refiere a nuestra forma de pensar, sentir y actuar hacia otras personas o hacia nosotros mismos en función de la edad. Incluye los estereotipos, que es la manera de pensar; los prejuicios, que es lo que sentimos, y la discriminación, que es nuestra manera de actuar. Las tres dimensiones influyen mutuamente: es un círculo vicioso. A finales de 2022, la RAE incluyó la palabra edadismo en el Diccionario, pero solo recalca la discriminación y contiene una palabra edadista: ancianos.
P. ¿No deberíamos usarla?
R. En general, la población mayor no se siente cómoda por las connotaciones negativas asociadas al término. Como la palabra viejo o vieja. Aunque empieza a haber movimientos reivindicativos de personas mayores que dicen soy vieja, pero no es lo mismo que se apropien ellas del término a que se lo digan personas más jóvenes.
P. ¿El edadismo solo afecta a los jóvenes y las personas mayores?
R. Nos puede afectar a lo largo de la vida. Pero suele concentrarse cuando somos jóvenes y mayores. Además, nosotros mismos podemos ser edadistas con personas de una edad a la que luego llegaremos. Pero, por ejemplo, cuando se habla de un encuentro “intergeneracional” para abordar el edadismo, solo se incluye a gente de dos polos: niños, adolescentes o jóvenes y personas mayores. Es como que las personas en medio no son edadistas, cuando sí lo son.
P. Escribe en el libro sobre cómo nos referimos a “nuestros mayores” o “nuestros niños”, porque parece que la sociedad es propiedad de las personas de edad que hay entre ambos.
R. Sí, las personas de mediana edad tienen mayor estatus social que los mayores y los jóvenes, y es como que se apropian del resto.
P. También critica lo interiorizado que tenemos todos las connotaciones positivas de la juventud y las negativas de la vejez. Expresiones como “estar bien para la edad que tiene”, “por él o ella no pasan los años”.
R. Son coletillas que se dicen y reciben como algo positivo. Parecer más joven está asociado con ser más bello. La pregunta es por qué añadimos la edad. Se puede decir estás muy bien, sin más, pero hacemos esta asociación. Quizás cuando decimos que nos sentimos mayores es porque sentimos lo negativo que asociamos a ser mayor.
Es absurdo proponer un modelo de vida que es inalcanzable, porque el envejecimiento es un proceso natural que empieza desde que nacemos.
P. Hay pruebas de que el edadismo puede perjudicar a la salud.
R. Genera muchas desventajas directas y más obvias, como la mayor dificultad para acceder a un empleo, a una vivienda. Pero también otras como una muerte más temprana: un estudio en Estados Unidos, por ejemplo, ha mostrado que las personas con percepciones más positivas acerca del envejecimiento vivían de promedio 7,5 años más que aquellas con actitudes más negativas. También se ha visto que las creencias que tenemos sobre el envejecimiento en etapas más tempranas pueden predecir eventos cardiovasculares. Pueden empeorar nuestra recuperación si tenemos una lesión. Está asociado con peor salud mental, como la aparición y persistencia de depresión y deterioro cognitivo. Incluso, a nivel egoísta, ser edadista es tirar piedras sobre tu propio tejado.
P. Es como la profecía autocumplida. Si una persona piensa que a cierta edad se tiene menos energía, acabará haciendo menos ejercicio físico; si cree que es una etapa de decaimiento y enfermedad, actuará en función de eso.
R. Exacto. Los daños en la salud y bienestar se deben a diferentes causas. Uno de los motivos es precisamente el edadismo autoinfligido, el que acabamos dirigiendo hacia nosotros. Decir: “Bueno, si lo que me toca en la vejez es estar enfermo, para qué me voy a tomar la medicina. Para qué voy a ir al médico. Para qué voy a seguir una dieta saludable”. Pero también hay una discriminación directa en el entorno sanitario.
P. ¿Por ejemplo?
R. Vimos muy claramente esto con la pandemia de covid, con protocolos que discriminaban en función de la edad, sobre todo en las residencias, aunque sabemos que la edad biológica y las capacidades no van siempre paralelas a la edad biológica. A partir de ciertas edades no te dan acceso a algunos tratamientos médicos, gente con cáncer a la que no aplican las terapias más avanzadas. También sucede en salud mental. Está demostrada la mayor facilidad para prescribir tratamientos farmacológicos a pacientes mayores, sobre todo si son mujeres, ante afecciones que responden a psicoterapia. Las tendencias suicidas se ven con más normalidad en gente mayor. En España, una de cada cuatro personas mayores ha visto cómo un profesional sanitario achacaba su malestar o dolencia a algo “propio de la edad”.
P. Prácticamente toda la industria cosmética y estética se basa en frenar los signos del envejecimiento.
R. Sí, se aprovechan de ese miedo a no parecer mayor, que cada vez estamos viendo a edades más tempranas. Han convertido el paso del tiempo en una auténtica pesadilla, sobre todo para las mujeres. Pero cada vez surge más un discurso que reivindica la belleza en la vejez. Y la industria empieza a hacerse eco de esto. También está viendo que está perdiendo una oportunidad de mercado con la población mayor. Cada vez hay más campañas que las visibilizan. Es absurdo proponer un modelo de vida que es inalcanzable, porque el envejecimiento es un proceso natural que empieza desde que nacemos.
P. Sin embargo, hay una línea de la medicina que quiere catalogar la vejez como una enfermedad y luchar contra ella como tal. Con los años llegan inevitablemente deterioros orgánicos que esta aproximación quiere frenar o revertir.
R. Creo que gran parte del problema ha sido cómo se ha hecho comunicación en relación con eso. En realidad, el fin último de la gerociencia, tal y como yo lo entiendo, no es ir en contra de la vejez, sino prolongar el periodo de vida con buena salud. No creo que sean incompatibles. Parte del discurso viene porque tengo entendido que la FDA aprueba fármacos para enfermedades, entonces calificar la vejez como enfermedad permitiría probar y aprobar medicamentos que retrasen el envejecimiento biológico.
P. En las relaciones sociales habla de un apartheid etario.
R. Solo hay que pensar en los sitios donde vamos, con quién nos relacionamos. La vida se divide en tres etapas: educación, trabajo y jubilación. Así que te relacionas más o menos con gente de tu edad. El entorno urbano no está construido tampoco de manera que se faciliten estos encuentros. Sigue habiendo espacios diferentes, incluso en los parques. Se siguen haciendo actividades con un perfil etario en vez de tratar de unir varias generaciones. Imagínate una clase de gimnasia: sería una buena noticia si la profesora o el profesor a cargo de esta clase fuese capaz de adecuarse a las necesidades de diferentes grupos. A lo mejor dividirlo por niveles, pero no por edades.
P. Pero parece cada vez más frecuente hablar de generaciones, etiquetarlas, enfrentarlas.
R. Las etiquetas son categorías para entender lo que vemos desde niños, pero está demostrado que cuando clasificamos a las personas tendemos a minimizar las diferencias reales entre los miembros de la misma categoría y a exagerar las diferencias entre grupos. Yo siempre pregunto a la gente si considera que las personas de su edad son igual que ellas. La respuesta espero que sea que no.
P. En el libro pone muchos ejemplos de mitos que existen en torno a la edad. ¿Cuáles son los más frecuentes?
R. La falta de productividad. Sabemos que las empresas con plantillas multigeneracionales tienen mejores resultados. Otro es que la felicidad es incompatible con la vejez. En los estudios muchas veces se ve que es incluso el máximo punto de felicidad, lo que no quiere decir que suceda en todas las personas, el estado de salud y las condiciones socioeconómicas influyen mucho. Otro mito es que el compromiso con el cambio climático es una cosa de jóvenes. Hemos visto como un grupo de mujeres suizas mayores ha conseguido en Estrasburgo una victoria en los tribunales por la inacción de su país contra el calentamiento global. O que las personas jóvenes solo salen de juerga y beben alcohol, cuando vemos que es una tendencia que baja con respecto a generaciones anteriores, e incluso hay cada vez más jóvenes abstemios.
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