La transición energética: una oportunidad de crecimiento para Europa y América Latina
Los países latinoamericanos necesitan superar su condición de meros extractores y exportadores de materias primas y desarrollar sus propias capacidades tecnológicas
En 2022, cuando Alicia Bárcena acababa de dejar su puesto como secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), declaraba que el modelo económico de América Latina, caracterizado entre otros aspectos por ser extractivista y casi completamente carente de innovación tecnológica, estaba agotado.
El esperado informe de Mario Draghi sobre el futuro de la competitividad europea también advierte a Europa que se ha quedado atrás respecto a China y Estados Unidos en capacidad de innovación, sobre todo en lo que se refiere a tecnologías avanzadas. La aplicación de estas últimas en el desarrollo y mejora de fuentes de energía renovables puede ser, según este informe, una oportunidad excelente para reactivar la economía europea y alcanzar a la vez el compromiso de descarbonización.
Pero este es un objetivo que la Unión Europea no puede alcanzar por sí misma, y donde la alianza con América Latina puede ser estratégica dado el alto potencial de esta última para suministrar minerales claves para la transición energética, como el litio. Argentina, Chile y Bolivia concentran el 61% de las reservas de este material y se estima que América Latina puede llegar a representar el 35% de la producción mundial de hidrógeno verde.
El acceso de la UE a materias primas estratégicas explica la gira realizada por la presidenta de la Comisión Europea en junio de 2023 por Argentina, Brasil, Chile y México, en vísperas de la Cumbre UE-CELAC que se celebró unas semanas más tarde en Bruselas, después de ocho años desde la última.
La Declaración que los jefes de Estado y de Gobierno europeos y latinoamericanos acordaron en la mencionada Cumbre, circunscribe la cooperación entre ambas regiones en materia de producción de energía, medioambiente o materias primas a la agenda de inversiones de Global Gateway UE-ALC. Se trata de una visión muy limitada que no explota todo el potencial de la alianza birregional y perpetúa una dinámica que es especialmente perjudicial para América Latina.
Esta necesita superar su condición de mero extractor y exportador de materias primas y desarrollar sus propias capacidades tecnológicas para poder participar en otros eslabones de la cadena de valor del litio o del hidrógeno verde. En caso contrario, la transición energética será otra gran oportunidad perdida para la región.
También lo puede ser para la UE. Como advierte el mencionado informe Draghi, la UE, gracias al generosísimo programa Horizonte Europa (que tiene un presupuesto de 95.517 millones de euros para el periodo 2021-2027), cuenta con un robusto sistema de I+D+i, pero también serias dificultades para llevar la innovación al sistema productivo y al destinatario final. Ni las empresas ni los consumidores europeos han visto reducidas sus facturas de energía, pese a que cada vez más parte de esta procede de fuentes limpias y más baratas.
En cambio, en América Latina existen interesantes ejemplos de cómo hacer a los consumidores partícipes del proceso de descarbonización. Costa Rica es un referente mundial en modelos de gestión cooperativos de energía solar y eólica en comunidades locales; y en Argentina también existen interesantes casos de adaptación de tecnologías de producción energética para que población indígena o de zonas remotas puedan generar su propia energía de manera sostenible y autosuficiente.
Estas experiencias iberoamericanas son objeto de estudio por parte de instituciones europeas en el proyecto ENERGYTRAN, coordinado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y financiado por el programa Horizonte, que tiene como objetivo intensificar la cooperación científica y el intercambio de conocimiento entre Europa y América Latina sobre transición energética.
En la medida en que la presidenta Von der Leyen ha confirmado que esta va a seguir siendo una prioridad en su segundo mandato, sería deseable que se articulen instrumentos específicos que permitan una verdadera cooperación birregional en esta materia que no se limite a las inversiones, sino que ponga especial énfasis en la I+D+i para que ambas regiones puedan ayudarse a superar su déficit de innovación, al menos en lo que se refiere a la producción de energías limpias.
Ana Capilla es directora general de Educación Superior y Ciencia de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).
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