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La mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat se reúne un ambiente de normalidad

La reunión no tiene orden del día y no se esperan avances, pero sí que sirva para que ERC permita la aprobación de la senda de déficit este jueves en el Congreso

Las delegaciones del Gobierno y de la Generalitat, este miércoles en La Moncloa. En vídeo, la mesa de diálogo con el Ejecutivo catalán centra la sesión de control.Foto: atlas | Vídeo: JULIÁN ROJAS | ATLAS

La mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat, que permitió la investidura de Pedro Sánchez y marcará la legislatura, se ha reunido en un ambiente de tranquilidad y con una clara voluntad de ofrecer, al menos en los gestos visibles para las cámaras, un ambiente de total normalidad. Todo estaba medido y pactado al milímetro.

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La Moncloa había preparado una escenografía de camaradería, con un paseo doble por los jardines del palacio, primero de los miembros de la mesa y después de los dos presidentes, Sánchez y Quim Torra. Ni un gesto tenso, ni un problema, todo era calma y paseo relajado charlando por parejas, en las que se podía ver al ministro de Transportes, José Luis Ábalos, con Josep María Jové, un hombre importante de ERC que está imputado en la causa del Juzgado 13 de Barcelona porque se le considera "el arquitecto del procés", que dejó diseñado en su famosa Moleskine —hoy llevó otra de sus habituales libretas a la reunión—. Al final de la comitiva, Carmen Calvo y Pere Aragonés, que hablan con mucha frecuencia, departían tranquilamente por los jardines de La Moncloa antes de entrar en la sala. Se quedó solo el consejero de Acción Exterior, Alfred Bosch.

Sánchez y Torra también ofrecieron imágenes relajadas antes de entrar y mientras posaban para la prensa. La mesa elegida, en la sala Tàpies, también daba ambiente de cercanía. Rectangular, de cristal, muy estrecha y con las dos delegaciones sentadas a muy poca distancia con los presidentes sentados en el medio. El protocolo se siguió en el lado del Gobierno, con Carmen Calvo y María Jesús Montero sentadas junto a Pedro Sánchez, pero se rompió en el de la Generalitat, con Elsa Artadi, que no es más que diputada y concejal del Ayuntamiento de Barcelona, pero persona de absoluta confianza de Carles Puigdemont, sentada al lado de Aragonès. Los dos consejeros de la Generalitat, Bosch y Jordi Puignerò, estaban casi en las puntas. La Moncloa resolvió el hueco del vicepresidente Pablo Iglesias, enfermo de amigdalitis, alargando el espacio de los ministros, que son siete frente a los ocho enviados de la Generalitat.

La reunión no tiene orden del día y ha durado tres horas y nadie tenía muchas esperanzas de que esta primera cita, a la que se llega en un ambiente político delicado y con la sombra del adelanto electoral en Cataluña, sirva para mucho. La delegación catalana insistirá en celebrar un referéndum de independencia y la amnistía de los políticos presos, algo que Sánchez ya ha rechazado de plano. Pero sí es importante la foto para las dos delegaciones y en especial el Gobierno espera que sirva para que ERC permita este jueves la aprobación de la senda del ajuste del déficit, que es el paso previo a la tramitación de los Presupuestos. El Ejecutivo y el PSOE negociaban también con Bildu y con Junts per Catalunya para garantizar la aprobación mañana, porque no basta con la abstención de ERC. En ese contexto, la foto de la mesa era importante para la decisión que tomen los dos grupos independentistas catalanes.

Al finalizar, comparecerán María Jesús Montero por el Gobierno y Quim Torra por la Generalitat. El Ejecutivo se ha mostrado flexible con todos los gestos necesarios para evitar cualquier conflicto. Torra hablará en la sala de prensa grande, la que se usa tras los Consejos de Ministros y en las comparecencias del presidente, que solo se suele dejar para el jefe de la oposición. Los presidentes autonómicos que acuden a La Moncloa siempre comparecen en la sala pequeña, llamada de briefing. Allí habló Artur Mas la última vez que un presidente catalán compareció en La Moncloa. Desde entonces, ya en pleno procés, cada vez que un president venía a reunirse con Mariano Rajoy o después con Pedro Sánchez comparecía en la librería Blanquerna, uno de los edificios de la Generalitat en Madrid, como forma de mostrar distancias con La Moncloa. El hecho de que Torra comparezca en la sala noble reservada al Gobierno es un gesto más para buscar cercanía. Cuando Sánchez fue a Barcelona hace tres semanas también la Generalitat le reservó un espacio especial para comparecer.

El camino para lograr poner en funcionamiento esta mesa de diálogo sobre el conflicto político en Cataluña ha sido largo y extenuante para ambas partes, tras una campaña electoral plagada de ataques mutuos, en la que Esquerra puso como su principal enemigo a los socialistas y Sánchez se dedicó a atacar al independentismo en un intento de capitalizar el voto de Ciudadanos. La aritmética de los resultados dejó a los republicanos de árbitros de cara a lograr una mayoría y no dejaron pasar la oportunidad para apretar al máximo al PSOE.

Finalmente se cumplieron las predicciones del jefe de filas de ERC en Madrid, Gabriel Rufián, que en la investidura fallida del pasado julio alertó de que venían curvas. “Septiembre nos complica la vida política a todos y el otoño no será un buen momento para hacer política, por motivos obvios", dijo en referencia a la publicación de la sentencia del juicio al procés. La gestión de los disturbios en Cataluña, que lograron empañar las manifestaciones políticas, fue la excusa de Sánchez para aislar a Torra.

Pese a que ya había una serie de encuentros entre PSOE, Unidas Podemos y Esquerra tras las elecciones, las conversaciones de cara a lograr la abstención de los republicanos en la segunda votación a Sánchez comenzaron el 28 de noviembre. La principal condición de ERC fue la creación de una mesa de diálogo entre el Gobierno central y el de la Generalitat que reconociera el conflicto político en Cataluña. El Gobierno intentó encauzar esa demanda mediante la comisión bilateral que establece el Estatuto de Autonomía. También propuso una mesa de partidos, que la delegación liderada por Rufián descartó rotundamente.

Por el camino, Esquerra sometió a votación dentro de sus bases las condiciones del diálogo con el PSOE, un hecho que hizo crecer la desconfianza entre ambas partes. Hubo más reuniones de las públicas, en alguna se les descubrió in fraganti, y los republicanos soportaron la presión de Sánchez para que la investidura fuera antes de Navidad. Finalmente, ocurrió el puente de Reyes. Con todo, de fondo siempre ha estado la pelea entre ERC y Junts per Catalunya, que en un principio acogió con frialdad la mesa y ha maniobrado para finalmente hacerse con las riendas y manejar los tiempos. De hecho, la pretensión del president de un mediador internacional, una figura que hizo estallar el anterior acercamiento, llega viva a esta reunión.

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