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Campaña, poesía eres tú

Para hacerse oír entre el ruido y el tedio de dos procesos electorales seguidos los políticos han usado metáforas, sinécdoques y sobre todo hipérboles

Video de Ada Colau en el que se entrevista a si misma.
Video de Ada Colau en el que se entrevista a si misma.
Patricia Gosálvez

Se empieza cerrando las tiendas los domingos y “se acaba como en Caracas los jueves”. Ayer viernes, gracias a Dios, último día de campaña, volvimos a desayunar ayusadas. La candidata del PP a la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha sido la reina de la hipérbole de la campaña, ya saben, te vas de vacaciones y, ¡chas! aparece un okupa a tu lado. Del “sin complejos” al sin filtros.

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Diario de campaña por Natalia Junquera

IDA, el acrónimo malévolo que le ha salido en Twitter, ha sido la estrella estrellada de las municipales y autonómicas, como lo fue en las generales CAT (Cayetana Álvarez de Toledo, a quien el apodo se lo pusieron los amigos). Ayuso atrajo a haters de todo color —los de Hazte Oír, que la consideran de izquierdas, disfrazaron a una persona de camaleón y le pusieron su cara—, pero no ha sido ni mucho menos la única que ha tirado de figuras literarias para hacerse oír, ella también, entre el ruido y el tedio de dos campañas seguidas.

La propia Ayuso tachó de hiperbólica (y “falaz” y “polémica”) a Rocío Monasterio (Vox) por decir que en los colegios se enseña zoofilia a niños que no saben “quién es Adolfo Suárez y [son] especialistas en fetichismo con los pies”. Dos conceptos, Transición y podofilia, que hay que ser muy crac de la antítesis para meter en un mismo verso.

La poesía (entiéndanme) electoral nos ha dado grandes momentos en una campaña que ha luchado ferozmente para que la formación del Congreso y el Senado no le robase protagonismo.

Para transmitir cada día lo mismo, pero distinto, los líderes de los partidos han usado sobre todo metáforas. Pedro Sánchez dibujó la división de su enemigo como “la eterna discusión de los tres vecinos del tercero de la derecha” y también como la gresca “de los concursantes de Supervivientes”. Tanto Pablo Casado como Albert Rivera se imaginaron a sus partidos como el “contrapeso”, el “dique de contención” y el freno de ese “Caballo de Troya”, con independentistas en la barriga, que suponen que el PSOE va a usar para romper España. No coincidieron, claro, en quién de los dos sería en esta imagen el legítimo defensor de Troya: Casado se designó el original frente a la copia; Rivera, por “actitud”, el auténtico líder de la oposición. Y mientras tanto, Santiago Abascal —que es más de caballos literales que literarios— cabalgó sobre la sinécdoque “la España que madruga” hasta dar sueño.

Abascal cabalgó en la expresión “la España que madruga”

El que siempre fue más poético de todos, Pablo Iglesias, estuvo como ausente (incluso del cierre de campaña en Madrid). Pasó de “asaltar los cielos” a esgrimir “el sentido común”, manteniendo el perfil bajo de las generales, o incluso más, dado el lío de socios y exsocios que tiene repartido por España.

La poesía de la calle, el trap, se coló en campaña gracias a dos vídeos maravillosos. En uno, un dibujo de Ada Colau rimaba “Soy muy traviesa / soy la fuckin alcaldesa”. En otro, que era un beef (contestaba al reto poético del primero), un trasunto de Ernest Maragall rapeaba mientras le coreaban: “A mí me gustan mayores/ de esos que llaman señores/ de esos que no van flipando por ahí en colores” (fotograma de Colau subida a un unicornio sobre un arcoiris).

La justicia poética venció al edadismo (discriminación por razón de edad) y los políticos mayores se apropiaron del insulto (como las feministas de feminazi, los gays de maricón). Ángel Gabilondo tiró de ¿metonimia?: “Yo tengo 140 años” (los del PSOE). Juan Carlos Rodríguez Ibarra (“un reservista del partido”) afirmó estar en “la sobremesa de la vida”, que es siempre lo mejor de la comida.

El más poético, Pablo Iglesias,  estuvo como ausente

A Carmena, “abuela” en infinidad de titulares, CAT, que no es de eufemismos, la acusó “de hacer política senil”. Y Begoña Villacís: “No somos sus nietos”. La jueza, con cara de infinito aburrimiento, contestó a la derecha con un “sois unos antiguos”. Y tituló sus actos de campaña “Señoras Power”, que podrá gustar o no, pero de moderna es.

Colau, la otra alcaldesa superstar —con permiso de Abel Caballero “la gente me aplaude cuando entro en una cafetería”— cerró con un spot en el que su yo activista entrevistaba a su yo alcaldesa, una imagen de potente lirismo.

Los candidatos se insultaron como siempre, claro, pero incluso eso lo hicieron con cierta poesía. Para el PP los nacionalistas fueron tigres que no se volverán vegetarianos y los de Cs “jabalíes parlamentarios”, bellos ejemplos de animalización. Ya solo queda esperar a que mañana las urnas hablen, manida prosopopeya.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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