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La sombra de la duda

Los abogados de la defensa tratan de cuestionar la imparcialidad del Tribunal Supremo

Francesc Homs junto a otros abogados en el Tribunal Supremo.
Francesc Homs junto a otros abogados en el Tribunal Supremo.VICTOR SAINZ

Uno tras otro, durante tres horas ininterrumpidas, los abogados de los dirigentes independentistas procesados fueron intentando convencer al tribunal de que no le corresponde al Supremo enjuiciar a sus defendidos, sino al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña porque los delitos, de haberlos, solo se habrían cometido allí. Lo fueron haciendo con una oratoria brillante que hasta el fiscal reconoció, y aunque una de las líneas argumentales fue que sus respectivos clientes nunca llegaron a confabularse para cometer los delitos de sedición ni mucho menos de rebelión, ellos sí pusieron en práctica una especie de ballet en el que el primero en hablar daba la vez al segundo y este al tercero hasta completar la exposición, supervisada desde segunda fila por el exdiputado Francesc Homs, condenado en 2017 por la consulta del 9-N y ayer revestido de toga. A punto estaba de terminar el turno de las defensas cuando Manuel Marchena, el presidente del tribunal, le dio la palabra al abogado de Joan Josep Nuet, el exdiputado de Catalunya Sí Que Es Pot que formaba parte de la Mesa del Parlament y votó a favor algunas de las resoluciones contrarias a la Constitución.

La intervención de Enrique Leyva rompió la escenografía. Dijo que “el señor Nuet nunca fue independentista”, pidió al tribunal que sacara del saco de los acusados al único español confeso y, para animar a los magistrados a que no corten parejo, pronunció una frase que se quedó flotando bajo las lámparas de araña del salón de plenos: “Tengan en cuenta la textura compleja de los asuntos humanos”.

Nada más terminar, y antes de suspender por unos minutos la sesión, el juez Marchena lo llamó al estrado y le comentó algo en privado. Hubo quien llegó a pensar que su alegato había surtido efecto. Pero no. La justicia no es tan rápida. Lo que le dijo el presidente del tribunal fue que debería haberse puesto una corbata. Quince minutos después, cuando la sesión se reanudó, el abogado Leyva ya lucía una de color azul oscuro.

Dentro de la sala, las formas son tan importantes que es lo primero que llama la atención en un proceso tan lleno de ruido y de trincheras. Cuando, a las diez y algunos minutos de la mañana, el primer abogado en intervenir, Andreu Van den Eynde, defensor del exvicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras y del exconseller Raül Romeva, tomó la palabra, lo primero que dijo fue: “Hoy empieza todo. Voy a ser respetuoso, pero duro”. Y enseguida se puso a demostrarlo. Habló de vulneración de los derechos fundamentales, de proceso político, pero también de la “admiración” que sentía hacía el trabajo de sus compañeros en la defensa y también de la acusación. Incluso acogió de buen grado la propuesta de Marchena para que, tanto la defensa como la acusación —el fiscal, la abogada del Estado y el de la acusación particular de Vox— se ciñeran a intervenciones cortas, de unos 20 minutos más o menos, “sin que se sientan coartados ni encorseten su capacidad de análisis”.

Marchena, de natural afable, se esforzó por crear un buen ambiente de partida, sabedor de que su participación involuntaria en el fiasco de la renovación del Consejo General del Poder Judicial —ese compadreo retransmitido en directo por los mensajes del senador Cosidó— va a aumentar la potencia de los focos sobre un juicio en el que se han acreditado dos centenares de periodistas, entre españoles y extranjeros, y que será retransmitido en directo para demostrar transparencia. De hecho, la abogada más beligerante, Marina Roig, defensora de Jordi Cuixart, vino a decir que el proceso nacía amañado porque —en virtud de lo que había leído en diversos artículos periodísticos— “la cúspide del Poder Judicial es sensible al poder político y económico”. La abogada del Estado, Lucía Pedreño, recogió el guante afeándole que aprovechara una sesión casi de trámite, en la que solo se dirimía la competencia del tribunal y en la que no estaban los procesados, para cuestionar su independencia.

La sangre no llegó al río. Tiempo habrá. Unos y otros son conscientes de que, salvo sorpresa mayúscula, el Supremo no se inhibirá en favor del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. A finales de enero o principios de febrero, el juicio se reanudará en esta misma sala, de la que para evitar suspicacias se ha descolgado un gran crucifijo tallado en los años cuarenta por un preso republicano. En la pared del fondo, justo enfrente de la mirada del juez Marchena, ha quedado impresa, como una sombra de duda, la forma de la cruz.

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