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Tribuna
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Demos voz a nuestros nietos

Las generaciones futuras no votan y sus intereses son a menudo ignorados

Una menor africana, en un campo de Naciones Unidas.
Una menor africana, en un campo de Naciones Unidas.Mark Garten (ONU)

«El medio ambiente y los recursos naturales del planeta no nos pertenecen, los tenemos en préstamo de nuestros hijos» (Proverbio africano)

En Cuzco, en una reunión de más de 60 pueblos indígenas de los cinco continentes sobre soberanía alimentaria aprendí algo que deseo compartir con ustedes. Muchos de estos grupos, antes de tomar decisiones importantes necesitaban responder a la pregunta: ¿cómo afectará esta decisión a las próximas siete generaciones?

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Esto me hizo reflexionar, ¿no será esta una de las causas por las que estos grupos minoritarios, relictos de culturas milenarias, han llegado a nuestros días a pesar de las circunstancias adversas en las que se ven obligados a vivir? ¿Cómo es posible que nosotros con una cultura que consideramos muy avanzada y en época de cambios climáticos no nos hagamos esta misma pregunta antes de decidir?

Lo que sigue es un alegato en defensa de nuestros nietos y de cómo asignarles un papel en la toma de decisiones hoy.

Nuestras decisiones y políticas de hoy afectarán a nuestros descendientes, condicionando sus opciones y oportunidades, y reducirán unos recursos limitados y perecederos que necesitarán para hacer frente a sus necesidades básicas. Sin embargo, estamos contaminando el aire y las aguas, destruyendo los bosques y la biodiversidad, sobrexplotando minas, mares, océanos y fuentes de energía, rompiendo equilibrios ecológicos y provocando cambios climáticos. También la perdida del patrimonio cultural, el alto nivel de las deudas del Estado, el uso de armas atómicas y algunas inversiones en infraestructuras limitarán la libertad y la capacidad de elección de las generaciones futuras.

Este año, en agosto habíamos ya consumido los bienes y servicios naturales que nos proporción el Planeta, para todo el 2017. Entramos en números rojos, lo que gastemos hasta finales de año, es un préstamo que tomamos de las generaciones futuras, que heredarán un planeta empobrecido.

Un economista neoliberal, cuestionando el valor del medio ambiente y sus recursos naturales, me decía: «Si su valor fuese alto, el mercado le daría un precio y se cotizaría en bolsa». En efecto, el mercado determina el precio en función de la oferta y la demanda, y aquí está la gran falacia: la oferta de recursos naturales es fija para uso y disfrute de todas las generaciones, mientras que la demanda mesurable es solo la generación actual.

He planteado mi inquietud por la falta de propuestas a políticos de casi todo el arco parlamentario y en el mejor de los casos la cuestión la zanjaban con un: "Estoy de acuerdo, pero estas propuestas no solo no prosperarían, sino que nos harían perder votos". Cierto, pero ¿por qué?, si se trata de medidas justas, necesarias y urgentes. Porque las generaciones futuras no votan y sus intereses son a menudo ignorados

Los instrumentos económicos y políticos de que nos hemos dotado, el mercado y la democracia, no tienen en cuenta suficientemente las necesidades y los intereses de las generaciones futuras ya que éstas no votan, ni consumen. Cualquier solución política requiere integrar los intereses de las generaciones futuras en nuestros sistemas actuales.

El proceso integrador debería culminar con el desarrollo de un cuerpo de doctrina intergeneracional, incluyendo derechos para las generaciones futuras, pero antes, sin apenas costes económicos o políticos, sería el establecimiento de un ombudsman o defensor de las generaciones futuras independiente que, durante los debates parlamentarios de definición de políticas y desarrollo legislativo, levantase la voz, alertando sobre el efecto que las nuevas normas puedan tener para las generaciones futuras. Sin esta figura nuestras democracias están incompletas.

Estas ideas no son nuevas. Desde la Conferencia de la ONU sobre el Medio Humano en Estocolmo (1972), discusiones y publicaciones del Club de Roma y de la Comisión mundial sobre el medio ambiente y desarrollo (Nuestro futuro común (1987) se han debatido estos conceptos. En la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (1992) —donde me representé a la FAO, se reconoció que «el derecho al desarrollo debe ejercerse en forma tal que responda equitativamente a las necesidades […] de las generaciones presentes y futuras»— y en Río +20 (2012) se propuso además la creación de un Alto Comisionado ONU para las generaciones futuras. La Declaración de Unesco sobre la Responsabilidad de las Generaciones Presentes hacia las Generaciones Futuras incluye una buena base teórica para la institución..

Hoy más de 30 acuerdos internacionales incluyen en sus textos referencias a la protección de las generaciones futuras, 14 constituciones nacionales la reconocen expresamente en su articulado y más de una docena de países han establecido la figura del defensor o equivalente.

En España, en 2013, aprovechando mi discurso de agradecimiento por el premio FAO-España, presenté ante la Reina Sofía, el presidente de las Cortes, el Director General de la FAO y diversos ministros del gobierno una propuesta para la creación en el Parlamento español de la Defensoría de las Generaciones Futuras. La idea fue muy bien acogida por las autoridades presentes como reiteró la reina en el cóctel que siguió: «Nos has dado una tarea muy importante a todos».

En julio del año en curso, ha surgido una excelente iniciativa de la Fundación Savia por el Compromiso y los Valores, con la que tengo el placer de colaborar, con una estrategia desde abajo hacia arriba, que ha hecho renacer en mí la esperanza y el entusiasmo. Se trata de una iniciativa a nivel municipal que, en palabras de su presidente Francisco Casero, tiene como fin «involucrar a todos los municipios y territorios, así como instituciones a nivel internacional, europeo, estatal, autonómico y local en la protección de las generaciones futuras a través de sus políticas».

En dos meses se ha conseguido su aprobación, por aclamación de todos los grupos políticos representados en los plenos municipales de pueblos con alcaldes de todas las tendencias políticas —lo que demuestra que, si tenemos en cuenta a las generaciones futuras, los intereses se cruzan y las posiciones tienden a converger por encima de las ideologías—. Consecuentemente estos pueblos han solicitado a los presidentes de los Parlamentos europeo, español y autonómicos, así como al secretario general de las Naciones Unidas, la creación en sus respectivos ámbitos de competencia de la figura del Defensor de las Generaciones Futuras. Esta iniciativa, que no conlleva coste económico alguno y muestra un gran compromiso político interpartidista, está siendo contagiosa y, si somos capaces de promoverla y hacerla aprobar pueblo por pueblo, el clamor popular no podrá ser ignorado ni un minuto más por nuestras autoridades.

Todo lo anterior debe complementarse con la participación social y la acción individual, donde las redes sociales y los medios son imprescindibles para generar el impulso cívico necesario para el cambio. Es urgente persuadir a las autoridades, las empresas, las comunidades y los individuos de que tenemos el deber común de actuar en interés de las generaciones futuras y que nosotros y nuestros gobiernos somos responsables ante ellas.

José Esquinas es exdirectivo de la FAO y miembro del Consejo Asesor de la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS)

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