Rajoy se impacienta y cuestiona el ritmo, el diseño y la gestión de la UE
Duras críticas a Bruselas del Gobierno y de toda la oposición en el Congreso
Del “euroescepticismo” al “eurotemor” y la “euroangustia”, según las expresiones utilizadas ayer por Alfredo Pérez Rubalcaba. Antes la solución casi siempre se esperaba de Europa; ayer, del pleno del Congreso salió la impresión de que de Bruselas llegan ahora el freno, la dificultad para salir de la crisis, las medidas contraproducentes y hasta episodios como el de Chipre, que dañan aún más la economía española.
La mayoría de esas críticas a Bruselas no son nuevas, pero sí lo es que el presidente del Gobierno se sume al lamento y la impaciencia por la política de la UE, con obvios elogios a lo que ha supuesto para España la integración, pero con un malestar que Mariano Rajoy dejó claro en su intervención ante el pleno del Congreso.
Fuentes de La Moncloa completaron luego las frases del presidente en el hemiciclo con la explicación de su enorme malestar porque las medidas que se adoptan tardan en ponerse en marcha; porque no se termina de reconocer el sacrificio de los recortes con flexibilización de exigencias, por ejemplo, para el déficit; porque el Banco Central Europeo no cumple su papel de apoyo a las economías con problemas, y también porque se actúa de forma vacilante y errática, como con Chipre. Por eso, Rajoy señaló expresamente a Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, al que achacó declaraciones “desafortunadas” sobre Chipre “que nos han perjudicado a todos” y errores de gestión.
El presidente comparecía ayer en el pleno para dar cuenta, casi un mes después, del Consejo Europeo del 14 de marzo, del que no salió ninguna decisión relevante, según todos los portavoces que intervinieron, y que estaba tan desfasado como que después el Eurogrupo agitó los mercados con el rescate a Chipre y con medidas para limitar los depósitos bancarios en ese país. No se recuerda unanimidad igual en contra de la UE, porque a la impaciencia de Rajoy se sumó la denuncia expresa de Rubalcaba contra la política de “recortes de la derecha europea que encabeza la alemana Angela Merkel”; el lamento de Josep Sánchez Llibre (CiU) sobre la falta de liquidez en la economía; la expresión del “papelón” que, según Pedro Azpiazu (PNV), hace Bruselas; el “desasosiego en todos los ciudadanos europeos que ahora temen por sus depósitos” del que habló Rosa Díez, y la intervención de hecho de Europa en la economía española que denunció Joan Coscubiela (ICV), entre otros. Bajo el discurso europeísta y de jefe de Gobierno de Rajoy se escondía entre líneas una dura crítica a la UE por el ritmo premioso en la puesta en marcha de las medidas para salir de la crisis, las resistencias a cambiar su propia estructura y la gestión política. Por eso habló de “repensar” sus objetivos, la intensidad de su integración o su diseño político y pidió un “ritmo superior” en los trabajos y una “mayor intensidad”. Según dijo, si el Banco Central Europeo funcionara ya como tal, no se hubiera producido la crisis de Chipre.
Rajoy exigió “el apoyo del resto de los socios y de las instituciones, para que el esfuerzo y los sacrificios que estamos realizando no se hagan a costa de la cohesión” y que la UE actúe como hizo en el momento de “la gran aventura de la ampliación”. Pese a todo, mostró su voluntad de seguir con las reformas con una cita de un primer ministro sueco y socialdemócrata, Göran Persson: “Decía que hay que elegir entre hacer lo que debo y no ser reelegido o no hacer nada y no ser reelegido. Hizo lo que debía y fue reelegido”.
Rubalcaba lamentó la gestión de Rajoy ante la UE y le pidió mayor contundencia sobre el objetivo de déficit, porque no se podrá alcanzar y porque el margen que se logre puede servir para favorecer el crecimiento. Por eso habló de brecha entre el norte y el sur de Europa y le pidió que haga piña con Portugal, Italia, Francia y Grecia.
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