España quiere volver a la mesa de los mayores, de donde nunca debería haber salido
El compromiso del Gobierno en seguridad alimentaria y salud global demuestra que el país ha recuperado la iniciativa internacional en el ámbito del desarrollo
La semana de la Asamblea General de Naciones Unidas ha sido una puesta en escena del retorno de España a la mesa del desarrollo internacional. En los cuatro últimos días, el presidente Sánchez ha hecho tres anuncios de contribuciones financieras cuya relevancia política multiplica la magnitud de los fondos comprometidos.
El primero de ellos constituye una aportación de 236,5 millones de euros al esfuerzo para detener el hambre al que hacen frente 37 países del mundo, con una población acumulada de unos 323 millones de personas en situación de crisis alimentaria. Una tormenta perfecta de pandemia, shocks ambientales, volatilidad de precios y restricción de las exportaciones de grano e insumos amenaza con devolvernos imágenes que no veíamos desde hace décadas. Esta es la razón que ha justificado la Cumbre de Seguridad Alimentaria de esta semana, promovida por España junto con Senegal, Estados Unidos, la Unión Europea y la Unión Africana.
En los últimos días, el presidente Sánchez ha hecho tres anuncios de contribuciones financieras cuya relevancia política multiplica la magnitud de los fondos comprometidos
La segunda contribución está destinada al reaprovisionamiento del Fondo Mundial contra el sida, la tuberculosis y la malaria. Estas tres otras pandemias de la pobreza han visto sus indicadores deteriorarse durante los dos últimos años. La estrategia del Fondo no solo supone la posibilidad de recuperar músculo en una batalla contra enfermedades que en 2020 mataron a cerca de 2,5 millones de personas, sino que su papel ha demostrado ser clave a la hora de fortalecer los sistemas sanitarios de los países más pobres y hacer frente a otros riesgos como la covid-19. España acaba de anunciar un incremento del 30% en su contribución para este trienio, por una cantidad equivalente a los 130 millones de euros.
La tercera contribución es menos voluminosa, pero su importancia es extraordinaria. Nuestro país ha comprometido una primera aportación de 15 millones de euros al nuevo fondo intermediario financiero para la prevención de pandemias, que gestionará el Banco Mundial. Con esta cantidad se asegura un puesto en el órgano de dirección de la nueva iniciativa. Aunque un fondo tan dependiente del poder de los donantes ha amortiguado el entusiasmo del Sur global, su magnitud –estimada en 10.500 millones de dólares anuales– podría dotar de músculo financiero a la nueva gobernanza mundial de preparación ante riesgos sistémicos de salud. Bajo el mandato de un Tratado Internacional de Pandemias como el que intenta sacar adelante la Organización Mundial de la Salud, este instrumento puede ayudarnos a prevenir y responder a los riesgos futuros de un modo más eficaz y equitativo que hasta ahora.
Habrá quien piense que todo esto es parte de la estrategia de internacionalización de la figura de Sánchez ante los nubarrones electorales. Puede ser, pero ¿tiene eso alguna importancia?
Habrá quien piense que todo esto es parte de la estrategia de internacionalización de la figura de Sánchez, que busca dejarse una puerta abierta ante los nubarrones electorales. Puede ser, pero ¿tiene eso alguna importancia? La crisis múltiple e imbricada a la que nos enfrentamos es de tal calibre que lo único importante es ver a nuestros líderes elevando los recursos económicos a la altura de sus promesas políticas. Y ya es hora de que España empiece a golpear de acuerdo a su peso. Alemania aporta al Fondo Mundial y al fondo de prevención de pandemias diez y tres veces más recursos que España, respectivamente. Italia, Francia, Reino Unido, Holanda, Canadá, Noruega, Australia… todos hacen un esfuerzo mayor que nosotros. También ellos deben pagar pensiones, construir carreteras y hacer frente a la inflación. Pero han aprendido que ninguna de nuestras batallas existenciales puede ser peleada en esclusas.
Confiemos en que esta tendencia continúe con una buena Ley de Cooperación Internacional, unos presupuestos dignos y una estrategia eficaz para colocar a representantes capaces en las instituciones y temas en los que queremos ser influyentes. Si además logramos que los troles parlamentarios no arruinen el imprescindible consenso y la continuidad política que exigen estos asuntos, miel sobre hojuelas. No debería haber nada partidista en aspirar a un mundo sin hambre y enfermedades prevenibles.
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