La pérdida del idioma kichwa en Quito deja entrever la fragilidad identitaria de los indígenas en Ecuador
En áreas metropolitanas de la capital, el número de hablantes de esta lengua originaria es limitado, pese a que la Constitución lo reconoce como oficial y ordena al Estado estimular su uso

A pesar de los esfuerzos por preservar y salvaguardar por diversos medios, entre ellos, mediante el uso de diversas plataformas digitales, como TikTok o YouTube, los idiomas originarios en América Latina, en general, se encuentran en una situación complicada y preocupante. El escenario se agudiza y se deja ver con mayor claridad en entornos urbanos donde, cada vez más, se hablan menos estas lenguas indígenas, sobre todo, en contextos de la vida diaria, en donde el castellano es el que predomina. Ejemplo de ello es el kichwa (también conocido como kichwa shimi o runashimi), en Quito, capital de Ecuador. El kichwa ―lengua que usa solo tres vocales: a, i y u― es el término que se utiliza principalmente en Ecuador y Colombia, el cual pertenece a la familia lingüística genérica Quechua II. En Perú, Bolivia, Argentina y Chile, por su parte, se usa la expresión quechua, cuya variación contempla las cinco vocales, que se enmarca en la clasificación Quechua I.
Aun cuando algunas iniciativas locales que consisten, entre otras cosas, en denominar lugares, calles, productos o negocios en kichwa, y que algunas palabras de uso diario como “achachay” o “achachai”, que en Ecuador significa que “hace frío” o bien, que un objeto “está muy frio”, se usen de manera habitual, el idioma está siendo desplazado por el español y estigmatizado en espacios educativos, laborales y sociales de la capital. Es decir, su uso se limita a cuestiones ordinarias sin profundizar en su significado o trascendencia. Su práctica, por lo tanto, se enfrasca más hacia el interior de los hogares y en círculos cerrados, y no en ámbitos oficiales. Lo anterior, ha dado como resultado que, en áreas metropolitanas como Quito, el uso del kichwa sea limitado, pese a ser denominado como patrimonio cultural inmaterial por el gobierno local.
Esta lengua ancestral, por lo tanto, ha sido relegada a lo simbólico, cotidiano y folclórico, pues con el español como idioma preponderante, en la cotidianidad urbana se ha llegado a considerar incluso innecesario el uso del kichwa, lo que favorece su rápida desaparición. En el colectivo social, el castellano se sigue percibiendo como lengua que trae consigo prestigio, modernidad y vanguardismo. Por el contrario, los idiomas originarios son vistos como sinónimo de atraso, ignorancia y limitantes para el desarrollo.
Lo anterior es una realidad palpable a pesar de los esfuerzos legislativos, pues la Constitución del Ecuador reconoció hasta 2008, en su artículo segundo, al kichwa como lengua oficial, junto al shuar. Aunque la norma señala que “el Estado respetará y estimulará su conservación y uso”, en la práctica está quedando en desuso.
Al día de hoy, no existe un marco de protección definido para esta lengua de forma específica, detallada, particular y acorde a los estándares internacionales. La mayoría de las acciones se han quedado en proyectos de corta duración, sin financiamiento sostenible, sin seguimiento y con escasa visibilidad y proyección. El kichwa es el segundo idioma, después del español, más hablado en el país, con casi un millón de personas ―Ecuador tiene unos 18 millones de habitantes― que lo practican hasta el día de hoy. De hecho, la nacionalidad kichwa es la de mayor porcentaje, con un 85,8% del total de las 14 nacionalidades indígenas reconocidas, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
Esta situación no es del todo reciente. Desde los años sesenta, se intensificó la migración de miles de hablantes de kichwa a Quito, en busca de mejores oportunidades de vida. Sin embargo, a su llegada, enfrentan discriminación, exclusión y marginación, situación que los ha llevado a silenciar su lengua como mecanismo de protección social, poniendo en riesgo su identidad cultural e identitaria, y con ello, la pérdida de todo un bagaje histórico que solo puede ser preservado a través del idioma.
El kichwa necesita espacios vivos, no solo en el discurso, sino en escuelas, medios de comunicación, plazas, servicios públicos y ser factor de decisiones de la vida pública. Si no se actúa con estrategias de preservación y revalorización, no sólo se perderá una lengua, sino una parte esencial del Ecuador.
La revitalización del kichwa en Quito no debe considerarse únicamente como una política educativa, sino como una acción de justicia cultural y lingüística
El problema representa una afectación a la diversidad cultural y se manifiesta de manera diferente en cada generación. En el caso de los jóvenes indígenas que viven en Quito y que entienden y hablan kichwa, al escuchar comentarios despectivos, optan por no usarlo en público y hacerlo en círculos sociales más cerrados o familiares. Otros, por el hecho de no hablar su lengua materna, y aun cuando portan su vestimenta tradicional, no se identifican como indígenas, lo que resalta la importancia de la lengua como factor de identidad. Además, la casi total ausencia de contenidos en kichwa en los medios masivos, ha contribuido a la desconexión lingüística con su idioma ancestral, acelerando su desuso y pérdida.
Cuando se deja de hablar un idioma, se pierde en el tiempo y en el espacio una visión exclusiva de percibir, entender e interpretar el mundo.
Por otro lado, los adultos, aunque sí hablan su idioma, por pena o vergüenza, prefieren no hacerlo, pues para el resto de la población es sinónimo de “ser ignorante” al no hablar en castellano. Hay un temor hacia el juzgamiento y rechazo social por el hecho de hablar en el propio idioma. Y cuando dejan de lado sus elementos identitarios, perciben cierta aceptación por parte de la población mestiza en una clara muestra de asimilación forzada para poder encajar en la sociedad. Esta actitud negativa hacia lo propio ha incluso llegado a los espacios académicos en donde para ser aceptados, se opta por hablar en español o en otros idiomas extranjeros.
El progreso, la aceptación y la inclusión están condicionados a la renuncia de lo indígena, y en especial, de la lengua materna. La revitalización del kichwa en Quito no debe considerarse únicamente una política educativa, sino una acción de justicia cultural y lingüística. El fortalecimiento de la identidad basada en el lenguaje indígena requiere del compromiso, tanto del Estado, como de los propios pueblos indígenas para poder mantener viva la diversidad cultural del país y preservar la riqueza que trae consigo el mantener vivo un idioma. Son necesarias políticas públicas bien definidas que realmente pongan el valor la dimensión de las lenguas originarias.
Una lengua que cae en el olvido o en el desuso trae consigo la pérdida de saberes, valores, principios, costumbres y tradiciones. Deja un vacío en la memoria colectiva de la humanidad, disminuye nuestro conocimiento sobre el universo, la vida, la muerte, la justicia, la moral y demás expresiones humanas. El lenguaje no solo se limita a la interlocución entre dos o más personas, implica cantos, mitos, historias y leyendas sobre un pueblo. A fin de cuentas, cuando se deja de hablar un idioma, se pierde en el tiempo y en el espacio una visión exclusiva de percibir, entender e interpretar el mundo.
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