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La venta de productos de comercio justo importados del Sur Global se estanca en España

Los españoles gastan al mes poco más de tres euros en artículos sostenibles, que prometen una fabricación sin explotación infantil y deforestación, mientras que el resto de europeos invierte una media de 20

Causas y efectos del descenso de la producción de cacao en Ghana
El agricultor Mahama Ousmanu trabajaba en una granja de cacao en Kwabeng, en la región oriental de Ghana, el 28 de febrero.Francis Kokoroko (REUTERS)
Amanda Rodríguez

El despegue del comercio justo sigue siendo una utopía en España. El cacao procedente de Ghana o Costa de Marfil con el que se hacen muchas de las tabletas de chocolate que lucen en los estantes de los supermercados del país no se ha producido de manera sostenible, sino a base de trabajo infantil, según cuenta en una entrevista con el EL PAÍS Álvaro Goicoechea, el director de la sección española del sello Fairtrade, uno de los cinco reconocidos por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo. De hecho, solo “una de cada 10 tabletas que se venden en España es de comercio justo”, asegura Goicoechea. El gasto medio de los españoles en productos de comercio justo ha superado por primera vez los tres euros (3,02) al mes por habitante, según el último informe de Fairtrade, pero la cifra es aún alejada del promedio europeo de 20 euros de gasto por consumidor al mes.

El comercio justo en España ha aumentado un 109% en los últimos cinco años, según el último informe de Fairtrade que recoge datos de 2022. El cacao y sus derivados continúan siendo los productos con mayor penetración, manteniendo una cuota de mercado del 8% en los hogares españoles. “Hemos notado que en los últimos tres años el crecimiento está estancado y estamos lejos de las medias de consumo europeas”, continúa el director de Fairtrade. “En Alemania, la sostenibilidad y las políticas verdes llevan instaladas más de 30 años. Aldi y Lidl, que son las cadenas más grandes de supermercados, tienen productos de comercio justo desde hace 20 años. Aquí las grandes cadenas no han hecho esa apuesta”, justifica Goicoechea. En el norte de Italia, la cifra también supera a la de España, con 13 euros de gasto medio mensual por habitante, pero no así en el sur del mismo país, donde la media es de 2,5 euros de gasto al mes.

En términos absolutos, el cacao y el café son los productos del comercio justo que más se venden. Por ejemplo, el cacao de Costa de Marfil y de Ghana —que producen juntos el 54% del cacao mundial—, representa el 64% de las ventas de artículos fabricados de manera sostenible en África y Oriente Medio, seguidos de las flores y las plantas. En América Latina, el producto estrella del comercio sostenible es el café de Colombia, Brasil y Costa Rica (60%), seguido de los plátanos (25%), el azúcar de caña y las frutas frescas. En total, 120 productos y materias primas llevan la certificación de comercio justo.

Una de cada 10 tabletas de chocolate que se venden en España es de comercio justo
Álvaro Goicoechea, director del sello Fairtrade

Los sellos que valoran si un producto se puede catalogar como comercio justo “controlan de principio a fin la cadena de aprovisionamiento”, explica Goicoechea. “En los cultivos de cacao en África, luchamos especialmente contra el trabajo infantil. La gente que tenemos trabajando allá ve, por ejemplo, a un hijo labrando la tierra con su padre. El progenitor cuenta que es la plantación familiar y que eso mismo hizo él y el abuelo del niño. Es una cuestión cultural difícil de cambiar”, aclara Goicoechea, matizando que en esas circunstancias no se puede otorgar la calificación de comercio justo. En el caso de América Latina, Fairtrade se centra en empoderar a las mujeres para que los derechos laborales sean los mismos para todos. “Por ejemplo, les ayudamos a que tengan sindicatos que aboguen por sus condiciones en el trabajo”, explica.

Dentro de los ejes económicos, para que un producto sea de comercio justo se debe garantizar que el coste del artículo sea el suficiente para que el agricultor que trabaja en el campo no pierda dinero; y que un porcentaje sirva para reinvertir en la propia cooperativa productora. “Nos aseguramos de que los ingresos sigan manteniendo vivo el negocio y que les sea rentable poner a sus productos la etiqueta de comercio justo”, detalla Goicoechea.

En los cultivos de cacao en África, luchamos especialmente contra el trabajo infantil. Es una cuestión cultural difícil de cambiar
Álvaro Goicoechea, director del sello Fairtrade

El estudio de Fairtrade sugiere que otro handicap en España es que se consume mucho fuera de casa y lograr que los artículos de comercio justo se introduzcan de forma orgánica en la hostelería “es difícil”. “Somos muy del cafetito barato a 1,5 euros antes de subir a la oficina”, apunta Goicoechea. La falta de información es para el presidente de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, Alberto Abad, el fallo más básico. “En el mercado debería haber puntos que explicasen y formasen a los clientes para que luego elijan qué comprar”, sugiere Abad en una videollamada con este medio. Los expertos consultados coinciden en que afrontamos un momento en el que “el consumidor es más responsable” y que llega una generación “más concienciada y con ganas de formarse”. Según el informe Jóvenes y medioambiente, publicado este año por el Observatorio de la Juventud de la Fundación SM, la mayoría de los jóvenes, entre 15 y 29 años, están dispuestos a renunciar a productos elaborados de manera no sostenible y el 82% reclama más educación ambiental, puesto que la mitad de ellos confiesa desconocer la repercusión en el medio ambiente que hay dentro de la cesta de su compra.

En opinión de Goicoechea, cuanta más gente conozca los valores del comercio justo, más demanda habrá. “Y a mayor venta, mejor ubicados estarán los productos. Todavía hay tiendas en las que el chocolate de comercio justo está separado de las tabletas sin sello sostenible, y debería estar toda la gama de productos junta para que el consumidor decida con libertad”, sostiene Abad.

Un debate ambiental y social

El principal problema que estos sellos encuentran a la hora de certificar un producto sobre el terreno es que hay métodos de producción que promueven la deforestación y el cambio climático como el elevado uso de productos químicos que dañan los ecosistemas y la salud humana. “Estamos en un momento crucial porque se aproximan legislaciones europeas, como la Ley de Deforestación, que obligan tanto a las marcas como a las empresas de distribución a cumplir criterios medioambientales”, asegura Goicoechea.

La pobreza de las regiones productoras es otra de las dificultades que paralizan el certificado de comercio justo. Transformar una forma de producción convencional en una sostenible requiere un periodo que se puede alargar tres años. Un campo que produce 100 toneladas de café no conseguirá una productividad normal de otras 100 toneladas ecológicas hasta que no pasen de dos a tres años porque se necesita cambiar el modelo de producción. “Durante ese tiempo, el agricultor no es económicamente rentable. Si les pedimos que cambien su forma de trabajar porque hay una tendencia en Europa que dice que hay que producir de manera ecológica, te dicen que no tienen tres años para esperar”. Por eso, muchas veces, dice el director de Fairtrade, se financian proyectos para transformar campos de cultivo con el fin de que sean ecológicos.

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Sobre la firma

Amanda Rodríguez
Redactora en Planeta Futuro, donde escribe temas de desarrollo en el Sur global. También ha pasado por el equipo de redes sociales y la sección de Madrid. Antes trabajó en Barcelona para La Vanguardia. Graduada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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